Antonia, una maravilla de 105 años con las analíticas perfectas: «Nunca tuve gripe y siempre quise ser marino»
SOMOS MAR
El prodigio de esta vecina de Narón, «vivo feliz, orgullosa de mis cinco hijos, diez nietos y diez bisnietos»
31 oct 2024 . Actualizado a las 04:47 h.Entre las maravillas de este tiempo que nos ha tocado vivir, destacan los centenarios gallegos. Las analíticas de estos milagros vivientes pueden dar pistas sobre el secreto de la longevidad. Y las de Antonia Vizcaya Fernández no dejan lugar a dudas. «Mis analíticas están perfectas, nunca tuve una gripe y tengo la cabeza fenomenal», afirma esta vecina de Narón de 105 años. Con cinco hijos, diez nietos y diez bisnietos, Antonia presumió este martes en su cumpleaños en Casa Sindo de «una familia estupenda, una buena piel y una vida feliz». Asegura que «aún no me creo haber llegado tan bien, tengo muchas ganas de vivir, solo me quedó un sueño por cumplir: ser marino, estudiar una carrera militar o una ingeniería».
En la celebración disfrutó de marisco, pulpo, calamares y bacalao. «Tenía tanta emoción por estar juntos, lo único que me fallan son las piernas pero ni cuenta me doy de la edad», asegura esta espléndida centenaria, nacida en Ferrol el 29 de octubre de 1919. Su padre era trabajador del naval, su madre ama de casa, eran seis hermanos. Antonia también se preparó para entrar en Bazán (actual Navantia), «estudié Bachillerato en el instituto que había en el Cantón, la Guerra Civil cortó mis estudios, me preparé para las oposiciones navales, aprobé pero no saqué plaza porque había tantas viudas jóvenes y con hijos».
Casada con el militar Manuel Rabanal, vivió en Madrid (Ciudad Lineal) con una mente terriblemente inquieta: «Estudié francés y dibujo lineal, hasta hace poco leía y pintaba al óleo (ahora por la vista no puedo); me encanta trabajar muchísimo con la mente». Se pasa horas repasando «los cuadros que vi en el Museo del Prado como Las Lanzas (La rendición de Breda) de Velázquez o el retrato de Isabel II, todos mis recuerdos como cuando estudiaba de noche y mi padre me tapaba con un echarpe, cuando de jóvenes todos paseábamos por la calle Real, ¡qué elegantes éramos!».
Sus familiares le leen el periódico, novelas históricas («mi época favorita es la de las guerras cristianas»), clásicos como Lo que el viento se llevó. Desde su ventana ve los astilleros, siempre bien acompañada. «Fui feliz en mi juventud y en mi casamiento, y ahora mantengo intereses como la política, hasta me gusta seguir lo que pasa en el Congreso», asegura. De la posguerra recuerda «el terrible estraperlo y el racionamiento en Madrid».
Cuando hace buen tiempo, pasea por Ferrol y Narón. Le encanta «estar guapa, hasta para andar por casa». Se enorgullece de sus hijos: Manuel, Ángel Alfredo, José Luis, María Antonia y María Luisa. Entre ellos uno se hizo ingeniero de armas navales y capitán de navío, otro ingeniero de máquinas navales por la Marina mercante, otro ingeniero aeroespacial, otra historiadora y funcionaria diplomática. Sus hijos celebran que «ella es un ejemplo de vida, nos enseñó a leer y escribir antes de ir al colegio, las últimas investigaciones atribuyen la longevidad a un sistema inmunológico muy fuerte... y ella es extraordinaria».