A pesar de que cada vez se consume menos en el país, balleneros defienden la caza de cetáceos
17 oct 2024 . Actualizado a las 04:59 h.Luciendo un gorro con forma de ballena, Hideki Tokoro, director de la principal cooperativa ballenera de Japón, defendió en Tokio la caza de cetáceos, prohibida en gran parte del planeta desde 1986. Entre otros argumentos, porque comerlas es, según él, beneficioso para la salud y ayuda a prevenir enfermedades. «Deliciosa y nutritiva», la equipara a un elixir, pues «nuestros estudios demuestran que la carne de ballena puede rejuvenecer y prevenir la calvicie».
Aunque en el país es difícil ver nativos calvos, atribuirlo a comer ballena ya es más dudoso, porque el consumo ha bajado a mínimos históricos, entre 1.000 y 2.000 toneladas anuales, el 1 % de las que ingerían en la década de los sesenta, según el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón. O sea, ahora salen a unos 16 gramos al año para cada uno de los 121 millones de habitantes del país.
Tokoro, director de la ballenera Kyodo Senpaku Kaisha, compareció en rueda de prensa en el Club de Corresponsales Extranjeros. Junto a los datos sobre consumo, la agencia Efe recoge las declaraciones de un empresario que dice añorar la cultura de la posguerra en Japón, cuando «la gente consumía ballena y arroz y estaba en forma, era energética y ayudó a un período de alto crecimiento económico».
Además de carne, los humanos utilizan las ballenas para elaborar aceites, cosméticos, fijadores de perfumes o suplementos alimenticios. Por lo que cuenta Efe, Tokoro no aclaró el destino de las 294 que cazaron los japoneses el año pasado, según la Comisión Ballenera Internacional (IWC, por sus siglas en inglés).
Saltándose acuerdos mundiales, también Noruega e Islandia continúan con la captura comercial, con 507 y 24 ejemplares en el 2023. IWC atribuye 186 a Dinamarca, la mayoría en el territorio autónomo de Groenlandia; 131 a Rusia; 55 a Alaska y 17 a Corea, aunque ahí se dice que son para subsistencia de poblaciones costeras.
Contra el activista Watson
La rueda de prensa de Tokoro la explica el propio Club de Corresponsales Extranjeros en Tokio. Japón, que justifica la caza comercial de cetáceos por «tradición y seguridad alimentaria», emitió una orden internacional de detención contra el activista medioambiental Paul Watson, fundador de Sea Shepherd Conservation Society, a quien acusan de haber asaltado en el 2010 el ballenero japonés Shonan Maru 2. Tras ser apresado en Groenlandia el pasado 21 de julio, se «ha desatado una oleada de apoyo internacional» a Watson, quien centró su última campaña en el buque-factoría nipón Kangei Maru.
Los abogados de Watson denunciaron desde París la «violación de los derechos más elementales», en palabras del letrado Jean Tamalet, quien añadió: «Dinamarca es un país conocido por se extremadamente respetuoso con los derechos, y ahora están negando los más elementales». A sus 73 años, el activista canadiense está acusado de «hechos no existentes y martilleados con insistencia». Tras prorrogarse hasta el próximo miércoles su detención en Groenlandia, territorio autónomo de soberanía danesa, se espera que las autoridades nacionales decidan sobre la extradicción «en las próximas semanas».
La acusación japonesa contra Watson se basa en un incidente grabado en un vídeo que puede verse en Internet. Según Lamya Essemlanli, presidenta de Sea Shepperd Francia, muestra claramente cómo el ballenero nipón Shonan Maru II abordó y destruyó el pequeño trimarán Ady Gil, del activista Pete Bethune.
Tokoro comparte con el Gobierno japonés la petición de extradición de Watson, en su caso para hacerlo «pasar por los tribunales y pagar por sus pecados». Él cargó ante la prensa contra el activista por «seguir atacando» a balleneros de Kyodo Senpaku.
Efe añade que el directivo de la cooperativa opina que el Gobierno nipón no ha explicado adecuadamente su postura sobre la caza comercial de cetáceos, que reanudó en el 2019, y cree que diputados japoneses la apoyan.