El Odón de Buen, construido en Galicia, listo para explorar a 6.000 metros de profundidad
15 oct 2024 . Actualizado a las 00:19 h.Jordi Sorribas, director de la unidad de Tecnología Marina del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), lo tiene claro: «El Odón de Buen es el mejor buque de la historia de la oceanografía de España». El astillero Armón Vigo acaba de concluir la construcción de una embarcación que cuenta con los últimos avances. Recientemente hizo su primer viaje a Cádiz, donde estará su base, pero ya está de vuelta junto al puerto de O Berbés para que «la tripulación y equipos científicos se familiaricen con la tecnología punta instalada a bordo». Se trata de una obra de la ingeniería cien por cien española al servicio de la ciencia nacional.
El Odón de Buen, que homenajea el legado del fundador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), tiene 84,3 metros de eslora. Su inclusión en la cartera de los buques de investigación servirá para «complementar la funcionalidad de la flota que conforman, entre otros, el Sarmiento de Gamboa, el Ángeles Alvariño o el Ramón Margalef, pero no sustituirá a estas embarcaciones», puntualiza Sorribas. El nuevo oceanográfico construido en Galicia todavía no tiene una misión inaugural asignada, pero el escenario en el que podría estrenarse es global. A diferencia del resto de los buques de investigación actuales en España, el Odón de Buen pone el mundo entero a disposición de la comunidad científica nacional ya que se erige sobre un casco «con capacidades oceánicas que puede operar en cualquier zona del planeta, incluso en el Ártico en condiciones de verano». Buena parte de su actividad se desarrollará, de hecho, en otro polo, prestando servicio a la base Juan Carlos I, en la Antártida.
La comunidad científica nacional centrada en el estudio de los océanos tiene ya a su disposición un barco tecnológicamente más avanzado en lo que respecta, por ejemplo, al posicionamiento dinámico. «Cuenta con un sistema redundante que mejora el despliegue del equipamiento submarino», una situación en la que los técnicos requieren gran precisión. Se trata de un aspecto fundamental a la hora de arrojar al fondo del océano el vehículo submarino autónomo de sello Kongsberg con el que cuenta el buque y que es capaz de sumergirse hasta los 6.000 metros de profundidad. España será capaz de conocer y escuchar con mayor precisión qué ocurre en el límite de la zona abisal, una zona inhóspita que juega un papel fundamental en el clima de la Tierra.
«Todo está conectado», continúa el director de tecnología marina del CSIC. A pesar de ser un entorno del planeta plenamente oscuro, «es una zona con mucha dinámica» donde se han llegado a detectar microbios, protistas, gusanos, poríferos, moluscos, equinodermos, crustáceos, cnidarios y peces. Cada especie que se descubre ahí abajo es un auténtico acontecimiento. A esos 6.000 metros de profundidad hay también miles de organismos que «interactúan entre ellos y acaban por hacerlo con otros que sí habitan donde llega la luz. Es parte de la dinámica planetaria.
Que España quiera profundizar en su conocimiento del océano pasa por que lo haga en todas sus dimensiones, incluido en el límite con la zona hadal. «Hay un tanto por ciento enorme de los océanos que está más allá de los 3.000 metros y los científicos necesitan conocerlos para desentrañar su interacción del mar con la atmósfera», dice Sorribas.
Además, el buque al que ha dado forma Armón Vigo «está pensado para escenarios de pesca» y apoyar cualquier disciplina científica en este ámbito, un avance con respecto al Sarmiento de Gamboa. Otro aspecto que destaca Jordi Sorribas tiene que ver con la propia concepción del buque, con «cómo están distribuidos los espacios exteriores e interiores y cómo está dispuesta la instrumentación», indica. «Hemos realizado cambios con respecto a la fabricación tradicional de los oceanográficos, ya que el Odón de Buen está pensado para que sea un espacio cómodo para vivir y para trabajar». Todo encaja a bordo del buque, donde la zona de trabajo de investigadores en cubierta está conectada a conciencia con los laboratorios a bordo y para enviar en tiempo real cientos de datos a las instituciones que operan en tierra.
Las campañas se pueden extender hasta los 40 días de autonomía mediante propulsión diésel-eléctrica. Además, fruto de la innovación en el sector, también dispone de un sistema de gas natural licuado que facilita otras ocho jornadas de navegación.