Tomás Ben Losada, de 88 años, fue marinero en el mítico Carrumeiro, uno de los barcos de la antigua ballenera de Morás
06 oct 2024 . Actualizado a las 12:44 h.Andaba Tomás Ben Losada de marinero en el arrastre en A Coruña cuando se animó a probar suerte en su tierra natal, en Morás, en cuyo portiño los hermanos Massó habían puesto en marcha una factoría ballenera en 1965. «Vin para o Carrumeiro, un barco que viñera de Algeciras. Non había moita balea e pescábamos máis ben cachalotes, que andaban case sempre nas zonas onde había arrastreiros. Iamos ata Fisterra e ata cerca de Francia», cuenta un hombre que, a sus 88 años, es el último cazador de ballenas en A Mariña.
«Aqueles tempos eran máis escravos que os de agora. Moitas mulleres ían vender o peixe que pescaban os homes cunha cesta na cabeza», Tomás Ben Losada, marinero jubilado de Morás de 88 años
Cuatro marineros, un contramaestre, dos mecánicos, un capitán y un arponero se hacían al mar Cantábrico en un barco de hierro prácticamente abierto que superaba los 30 metros de eslora y que regresaba a puerto cuando había capturas. «Volvíamos segundo pescábamos. Cando pescábamos, viñamos para terra. Temos pasado no mar ata cinco e oito días. Era un oficio moi perigoso porque cando o arpoeiro lle cravaba o arpón ó cachalote, o animal tiraba e tiraba... E tamén podía vir un cachalote cara ó barco e dar un charpazo. Non era fácil...», relata Tomás.
Una vez muertos, los rorcuales eran remolcados hasta la ballenera de Morás, donde eran despiezados, en un costado del Carrumeiro atados mediante cadenas. «Habíaos que pesaban 15, 20 ou 25 toneladas. Eran enormes», añade. Este vecino de Xove dejó el Carrumeiro junto con tres compañeros. «O arpoeiro, que era andaluz, díxonos que se non viamos peixe nos ía desembarcar a todos. El era un mandado, igual ca nosoutros, e peixe non se vía porque non había, así que nos fomos os catro mariñeiros á vez», sonríe Tomás, que se embarcó entonces en Celeiro para la campaña del bocarte, aunque la tuvo que abandonar puesto que enfermó su suegro. Luego empezó a trabajar al día en una lancha de Morás y retornó un tiempo a la ballenera como empleado de una lancha que remolcaba los cachalotes a tierra. Pero entremedias se cruzaron las campañas del bonito en Burela, en el José Victoria, donde empezó el año de la galerna. «Gañaba nunha costeira o que ganaba na baleeira todo o ano», indica este marinero retirado, que más tarde, hasta que se jubiló, con 58 años, tuvo un bote a remo en Morás. En él, llegó a trabajar durante algún tiempo con sus dos hijas. «Para andar ó mar hai que ter decisión e saber traballar. Ó mar hai que ir traballar, non durmir, e moitos mariñeiros aprenderon comigo», revela con orgullo. La ballenera de Morás continuó teniendo actividad hasta 1976.
Su mujer, Elvira, de 81 años, también trabajó en la ballenera de Morás
La mujer de Tomás, Elvira Pernas Losada, que ahora tiene 81 años, trabajó en la factoría ballenera de Morás. Ya retirada, la pareja recuerda una comarca de A Mariña completamente diferente a la actual. «Aquela era outra vida. En moitos lugares non había estradas, non había soldos para levar á casa... Era outra vida. As mulleres ían vender por Xove cunha cesta na cabeza o peixe que pescaban os maridos. Miña sogra e miña nai teñen ido. Era o que había», relata el hombre.
«O nordés era peor que o mar»
El matrimonio reside en las inmediaciones de los restos de la industria ballenera que les ayudó a sacar adelante a sus dos hijas durante algunos años. Aunque Tomás siempre tuvo que buscarse la vida en tiempos complicados. «Daquela o nordés era aínda peor que o mar, e había que escapar coa lancha para San Cibrao porque aquí, en Morás, non había abrigo ningún e podíaste quedar sen ela», expone.