Patrocinado porPatrocinado por

Pescado con ciencia

Rosario Domínguez VICEDIRECTORA DEL CENTRO OCEANOGRÁFICO DE VIGO DEL INSTITUTO ESPAÑOL DE OCEANOGRAFÍA (IEO-CSIC)

SOMOS MAR

Imagen cedida por el proyecto GRC-MERVEX-2

23 sep 2024 . Actualizado a las 08:35 h.

La última conferencia sobre el futuro de la pesca, organizada por la Cooperativa de Armadores de Pesca del Puerto de Vigo (ARVI) se centró en la dimensión exterior de la pesca española. Quedó claro el papel de la pesca en la vertebración del territorio, no solo por la generación de empleo directo, sino por el desarrollo de empresas subsidiarias y la fijación de la población en áreas con pocas alternativas económicas. Se destacó también la importancia del sector para garantizar la soberanía alimentaria, suministrando al consumidor un alimento altamente nutritivo, rico en proteínas, fuente de salud y con escasa huella de carbono. No obstante, se constata que el consumo de pescado en España sigue cayendo un año tras otro, poniendo en dificultades al sector.

Fue una conferencia exitosa, con grandes ponentes y muchos números sobre la mesa que dejan clara la delicada situación del sector. No obstante, a mí me quedó un cierto sabor agridulce al comprobar que, en ciertos discursos, parecía que parte del problema deriva del consejo científico en el que se basa la gestión pesquera y la falta de peso de los aspectos sociales y económicos en la toma de decisiones. Mi sensación es que parece confundirse la ciencia con el ambientalismo y la ecología con el ecologismo, mezclándose en el imaginario colectivo el trabajo de los científicos en la evaluación de los stocks con el rol de ecologistas y oenegés. Quizás la culpa sea nuestra, de los científicos, que no hemos sabido transmitir adecuadamente el mensaje.

La evaluación pesquera de los stocks (unidades poblacionales explotadas por la pesca), se basa en datos de capturas proporcionados por el propio sector, y datos de campañas oceanográficas, realizadas por instituciones científicas, que llevan décadas recopilando datos.

Se utilizan modelos matemáticos para analizar las tendencias temporales de biomasa de reproductores y reclutamiento, que es el número de individuos que se incorpora cada año a la población pescada; así como de las capturas y la mortalidad por pesca. Analizando esas tendencias y utilizando complejos modelos predictivos se estima a corto y medio plazo cómo evolucionará el tamaño del stock bajo diferentes escenarios de explotación; es decir, bajo diferente presión pesquera.

El resultado es una gran tabla en la que se indica cuánta biomasa de cada especie quedará el año que viene si se pesca más o menos. La captura recomendada suele basarse en el objetivo de alcanzar el máximo rendimiento sostenible (RMS). Por norma general, en estos modelos no se incluyen variables ambientales ni la relación con otras especies del ecosistema, entre otras cosas porque falta mucha información sobre sus efectos a lo largo del ciclo vital de las especies explotadas. Es por eso que las predicciones no son exactas, tienen un margen de error que los científicos llamamos incertidumbre. Es cierto que hay margen de mejora en el método de evaluación para reducir esta incertidumbre y hacer predicciones más precisas, pero hasta la fecha, los modelos utilizados en la evaluación avanzan razonablemente bien la dinámica de las poblaciones y, las medidas de gestión tomadas hasta la fecha, han sido efectivas para que los stocks puedan seguir explotándose o se recuperen en el caso de aquellos que cayeron a niveles muy bajos, como el bacalao de Terranova en los años noventa o la anchoa del golfo de Vizcaya a mediados de los años 2000.

Los científicos pesqueros a cargo de la evaluación de las poblaciones se limitan a analizar los datos poblacionales, sin entrar en consideraciones políticas o socio-económicas, y dan recomendaciones; son los ministros de pesca de los diferentes países los que, teniendo en cuenta el consejo científico, las consecuencias sociales y económicas de las diferentes recomendaciones y cuestiones de política exterior e interior, acuerdan el total admisible de captura (TAC) de cada especie. Dicho de otra manera, la preocupación de los científicos es que no desaparezca la gallina de los huevos de oro para que se pueda seguir viviendo de ella por mucho tiempo, porque no hay pesca sin pescado, y tampoco sin pescadores. Sin embargo, ver la ciencia como el enemigo a abatir, no nos lleva a ningún lado, más bien perjudica a todos.

El Instituto Español de Oceanografía (IEO, CSIC), institución a la que pertenezco, nace hace 110 años para dar respuesta precisamente a los problemas del sector pesquero, para intentar entender qué causaba las fluctuaciones en la abundancia del pescado y poder predecirlas y prevenirlas. Más de un siglo después, el IEO sigue trabajando por y para la preservación de los ecosistemas marinos y la explotación sostenible de sus recursos vivos, asesorando a la Administración y al sector. Hay muchos casos de éxito de esta cooperación, sin ir más lejos, ARVI colabora de forma habitual no solo con el IEO, sino también con universidades y otras instituciones científicas. Esta colaboración va más allá de la obligación de llevar biólogos a bordo. Representa un auténtico interés en mejorar el conocimiento del recurso y la operatividad de la flota, en pro de una mayor eficiencia y sostenibilidad pesquera, y se ha materializado en diversos contratos de apoyo tecnológico y proyectos de investigación en las últimas décadas. El conocimiento científico es la mejor herramienta que tiene el sector para hacerse oír en la era de las fake news, los bulos y los documentales sensacionalistas patrocinados por influencers con poco o nulo conocimiento de la importancia de la pesca en la vida de todos nosotros.

Los científicos estaríamos medio ciegos si no contásemos con los datos y la colaboración del sector, y el sector estaría medio cojo si no basase sus reivindicaciones en el conocimiento científico. Por supuesto que aún hay muchas cosas por mejorar, hay que tender puentes, reconstruir caminos que promuevan el diálogo permanente entre sector, Administración, ciencia y sociedad. Las administraciones tienen que trabajar unidas para favorecer ese flujo de conocimiento, porque los peces no entienden de fronteras, divisiones territoriales, ni competencias administrativas. Este diálogo tiene que ser ágil y dinámico, tal como es este mundo globalizado en el que vivimos y que se enfrenta situaciones ambientales nunca vistas como el cambio climático. En su intervención, Carlos Botana, presidente de la Autoridad Portuaria de Vigo, dio la clave de los tiempos que corren: «No es una época de cambios, es un cambio de época». El mundo cambia y, con él, los ecosistemas, y la forma de gestionarlos también debe cambiar y adaptarse a estas nuevas circunstancias. Vivimos un momento de grandes avances tecnológicos, pero también de grandes incertidumbres: guerras, cambio climático, globalización… Grandes retos que también pueden suponer grandes oportunidades, si sabemos aprovecharlas.

No hay duda de que los mares son y serán una importante fuente de alimento de calidad, clave

para garantizar la soberanía alimentaria de los países, pero que sea un recurso renovable no significa que sea inagotable, de ahí la importancia de llevar a cabo una explotación sostenible social, económica y ambientalmente. Mostremos al mundo lo que el sector pesquero y la ciencia pueden aportar a dicha sostenibilidad trabajando juntos. Reconozcamos a los pescadores que contribuyen a mejorar el conocimiento de los océanos, pongamos en valor el esfuerzo que supone la investigación pesquera para los científicos que la ejercen. Una investigación que puede no traducirse en decenas de artículos científicos al año o en patentes, pero que da respuesta a los problemas que enfrenta nuestra sociedad en materia de alimentación, salud, desarrollo socioeconómico, servicios ecosistémicos o crecimiento azul. En su intervención Javier Garat, secretario general de Cepesca y presidente de la Asociación de Organizaciones de Productores Pesca España, de Europêche y de ICFA, insistió sobre las bondades del pescado y pidió reforzar la comunicación en positivo para mejorar la imagen del sector, pues aquí les dejo una humilde propuesta: Pescado con ciencia como seña de identidad de los que saben cómo hacer bien las cosas. Y de paso, abusando de la confianza, una petición, valoren el trabajo de los científicos pesqueros en sus intervenciones, ayúdennos a que los que gestionan la ciencia también entiendan la importancia de nuestro trabajo.