Un buen amigo, alto responsable del tráfico marítimo de Fisterra, ante el problema surgido por la pérdida de contenedores del Toconao (buque perteneciente a la chilena Compañía Sudamericana de Vapores, accionista mayoritaria de la Hapag-Lloyd, la quinta mayor del mundo), hizo que recordase tiempos en los que aún no existían dispositivos de separación de tráfico, que hoy son imprescindibles para la seguridad de la navegación, de acuerdo con la recomendación de la Organización Marítima Internacional (OMI) y con el Convenio para la Seguridad de la Vida Humana en la Mar.
Allá por los años sesenta (si no me falla la memoria), se implantaron las primeras zonas de separación de tráfico en las costas de Galicia. Cierto es que corta duración tuvieron tales dispositivos, por el peligro que ocasionaba a la flota pesquera de litoral. La proximidad de su trazado a la costa, ponía en peligro a los barcos pesqueros que se encontraban faenando en plena derrota de los buques mercantes, principalmente los que transitaban hacia el norte.
La separación quedó sin efecto hasta que, en el año 1983, la Consellería de Pesca y Puertos Pesqueros se preocupó por el establecimiento de un nuevo dispositivo de separación de tráfico. El rústico mapa que dio pie a tal dispositivo es el que acompaña estas líneas. Y permítanme que me tome la libertad de no ponerme colorado, si digo que tal propuesta de separación (con ligeras modificaciones) es la que, previa consulta con el sector pesquero, he tenido el honor de diseñar y lograr que se llevase a efecto. Entonces ocupaba el cargo de subdirector general de Pesca y Puertos Pesqueros y en la consellería era yo el único capitán de la Marina Mercante y capitán de Pesca.
Pero no era este el motivo principal de este artículo, sino el comentario que me envió el amigo del centro de control ubicado en Enxa y que, resumiéndolo, dice: «Por nuestras costas, por nuestro Servicio de Tráfico Marítimo y Salvamento Marítimo, pasa un millón de contenedores en 36.000 mercantes anualmente, un tercio con mercancías peligrosas… Todo lo pagamos los españoles y, además, asumimos el riesgo de que nos contaminen gravemente… Los buques que por aquí transitan, pagan cero euros».
Soy consciente de la dificultad de imponer un canon por la utilización del servicio de separación de tráfico marítimo, pero no estaría de más estudiarlo. España tiene competencia sobre su Zona Económica Exclusiva de 200 millas desde la base de su costa y, sin embargo, el tráfico marítimo internacional transcurre dentro de unas 26 millas náuticas.
Es verdad que también los buques españoles se aprovechan gratuita y libremente de otros dispositivos de separación de tráfico de otros países. Pero no es menos cierto que el 78 % de la flota mundial está bajo banderas de conveniencia, entre las que destaca Panamá, Liberia, Islas Marshall y Hong Kong. Y podemos asegurar que ninguno de tales países dispone de una infraestructura de control y salvamento equiparables a los que gratuitamente les facilita España. Por lo tanto, desde este punto de vista, no sería descabellado exigir a los buques que navegan bajo tales pabellones el pago de un canon para poder transitar bajo la seguridad, asistencia y control que les facilita nuestro centro de Fisterra. Los 780 mil buques con banderas de conveniencia que pasan anualmente por nuestras costas, si no aceptan el pago de dicho canon, tienen todo el mar a su alcance a partir de las 200 millas náuticas.