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El País Vasco trata de criar zamburiña en sus aguas tras probar con el mejillón

E. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

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MONICA YRAGO

AZTI prueba que es factible, pero no rentable si no se resuelve la mortandad

06 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de probar con el cultivo de mejillón, en la que Galicia es líder europeo indiscutible, científicos del centro tecnológico AZTI del País Vasco se han atrevido con otra especie que lleva el cuño del marisqueo gallego: la zamburiña (Mimachlamys varia o simplemente Chlamys varia). Una especie esta para la que Galicia ha tenido días mejores. Mucho mejores, en realidad. Actualmente, apenas se encuentra en el área de Ferrolterra —Ferrol, Mugardos y Barallobre, a decir verdad— y alguna que otra se extrae mezclada con sus sosia, la volandeira, en los bancos de Cambados. Incluso el bou de vara de Rianxo se ha encontrado alguna que ha subastado en su lonja. 

Claro que en los bancos gallegos crece de forma natural. Y los vascos lo hacen a través del cultivo, tratando de inculcar rh negativo a zamburiñas adquiridas en Brest (Francia).

A fin de cuentas, el País Vasco entra en la zona geográfica de distribución de la especie y en su costa se da esta variedad de pectínido de forma natural, como lo prueba el hecho de que su característica concha se encuentre en las playas vascas, «aunque no parece que los bancos naturales sean tan abundantes como en Galicia o Arcachón (Francia)», explica Izaskun Zorita, investigadora de AZTI que firma el experimento con José Germán Rodríguez y Joxe Mikel Garmendia.

Porque sabiendo que la hay y que se da en esa costa, ¿es posible obtenerla por cultivo? Eso es lo que intentaron comprobar el equipo de biólogos. Y llegaron a la conclusión de que sí es viable su cría. Otra cosa es que sea económicamente rentable, que no lo es. Al menos no mientras no se resuelva el problema de la elevada mortalidad.

Pruebas

Entre junio del 2019 hasta agosto del 2020, los investigadores realizaron las pruebas de viabilidad del cultivo de zamburiña al sureste del golfo de Vizcaya con diferentes sistemas, todos en suspensión. Del criadero de Brest se obtuvieron juveniles de entre 4,1 y 23,6 milímetros, con peso entre uno y poco más de dos gramos y se colocaron, unas en cestas como las que se emplean para engordar ostras y otras en nasas. Unas se instalaron en una batea en aguas del puerto de Mutriku y otras en un long-line que se situó en mar abierto, a unas dos millas de la costa de Mendexa.

Según explican los investigadores en su estudio, alcanzaron antes la talla comercial —que es de 40 milímetros— las que crecieron en alta mar que las que se instalaron al abrigo del puerto. Las primeras llegaron a esos 40 milímetros en ocho meses. Las de Mutriku, en diez. El peso medio final al llegar a esa talla fue de 10,23 gramos, independientemente del sistema de cultivo utilizado. Son tiempos relativamente cortos.

Ahora bien, la supervivencia fue baja en los primeros meses de inmersión en ambas zonas. Los investigadores sitúan la mortandad en la horquilla del 1,9 y 56,9 %, aunque los valores de supervivencia más elevados se detectaron en las zamburiñas criadas en nasas en alta mar.

Con todo, la mortandad es tan elevada que el cultivo no es rentable económicamente y, por tanto, es preciso trabajar en sistemas que reduzcan estas pérdidas. En este sentido, los investigadores señalan que la mortalidad de las zamburiñas puede estar provocada por el estrés acumulado durante el transporte desde el criadero de Brest, de ahí que sugieran que hay que acomodarlas mejor para que no sufran tanto o explorar otras alternativas para hacerse con cría, como establecer una hatchery en la zona o usar colectores para captar semilla en el medio natural. Como se hace con el mejillón.

Trabaja en el diseño de cuerdas colectoras para captar semilla natural de bivalvo 

Aparte de la elevada mortalidad, otra cuestión que deben resolver los investigadores es ese frenazo que detectaron en la última fase de cría. Si bien las zamburiñas llegaron a los 40 centímetros en poco tiempo, a partir de ahí el crecimiento se ralentizó y en los últimos meses apenas crecieron. Por eso creen que habría que probar otra tecnología de cultivo para conseguir tamaños más grandes.

Aunque los experimentos no hayan servido para que a partir de mañana el País Vasco pueda comercializar sus propias zamburiñas, sí han arrojado «datos relevantes para la diversificación de la producción de moluscos bivalvos en la costa vasca». De hecho, apuntan que el cultivo de este pectínido podría ser «un complemento a la producción del mejillón», otra especie a la que están intentando acuñar rasgos vascos. Claro que antes, dice Izaskun Zorita, habría que comprobar si pueden interferir determinados patógenos y, en el caso de la zamburiña, «no se conocen bien los que puede portar o afectar», por más que «en principio se supone que serían compatibles».

El mejillón es biológicamente viable en la costa vasca, pero es «incipiente y la cadena de valor no está tan desarrollada como en Galicia, lo que hace que el proceso desde la producción a la venta se dilate en el tiempo». En los últimos años «se está trabajando en la recogida de datos para predecir rápidamente la eventual aparición de biotoxinas y se están diseñando y validando cuerdas sostenibles para la captación de semilla.