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Mariscadoras de Ortegal: «Este Nadal nin para o turrón facemos, quitamos do soldo do marido para pagar o seguro»

ANA F. CUBA CEDEIRA / LA VOZ

SOMOS MAR

Maricarmen Ramos, la nueva presidenta de la agrupación de mariscadoras de Cedeira, ayer en Vilarrube
Maricarmen Ramos, la nueva presidenta de la agrupación de mariscadoras de Cedeira, ayer en Vilarrube CESAR TOIMIL

La escasez de recurso pone en jaque al medio centenar de profesionales del sector de Valdoviño, Cedeira, Cariño, Ortigueira y Mañón

21 dic 2022 . Actualizado a las 16:31 h.

A Maricarmen Ramos (Cariño, 1962) le encantaría dedicarse en exclusiva al marisqueo. Vive en Cedeira y hace menos de dos meses que tomó el relevo de Pilar López Bellón en la presidencia de la agrupación de mariscadoras, que aglutina a 18 profesionales de Cedeira y Valdoviño. La mitad está de baja y las que continúan faenando llevan semanas dedicadas a «traballar a praia, cavando á man, a ver se se rexenera para que poida entrar o berberecho, porque está moi dura». En septiembre vendieron un único día y desde entonces solo salieron dos jornadas más, la semana pasada.

La coquina y la almeja fina se les resisten. En los planes de Ramos, que trabajó durante años en el sector conservero, en Cariño, no figuraba este oficio, al que llegó en 2013: «Andaba limpando por casas e unhas veciñas dixéronme que ían saír unhas prazas, se quería probar. Fixen os cursos e entrei, e gústame moito, hai que estar niso, vivilo e sentilo». Reconoce el esfuerzo físico que supone, «sobre todo levar pesos, cargar a ostra [é perigoso collela porque está nas pedras], remover o substrato ou ir á ameixa fina, porque a que se logra está nas pedras, e é duro».

Ramos no llegó a vivir los años dorados de la coquina: «Daquela gañábase bastante e foi cando empezaron a saír arriba, tiveron anos moi bos. Gustaríame vivir disto, pero agora teño que buscar de onde sacar algo para pagar o seguro e para sobrevivir. Antes, cando non daba pagábao co do marido, pero agora el tamén entrou en crise [laboral]. Pode chegar un momento en que se non tes ingresos non che deixen seguir pagando, porque é un seguro subvencionado». Ella y sus compañeras luchan para evitarlo «coidando a praia e mirando dela, polos furtivos», otra amenaza.

¿Por qué se muere la almeja?

En Cariño tampoco sobrevive la almeja. «No sabemos qué pasa, pero llevamos ya año y pico luchando con la mortandad y no damos hecho. Estamos sembrando, creando parques a ver si sacamos la cría adelante, pero se muere, por la sedimentación, por el cambio climático... Ojalá pudiésemos ir estos días, los mejores del año, la Navidad pasada ya solo fuimos un día y tuvimos que dejarlo porque entre diez cogimos 1,8 kilos, en cuatro horas de marea», detalla Ángela M.ª Tojeiro, tesorera de la agrupación de mariscadoras.

Tiene 45 años y comenzó a recolectar hace cinco: «Salieron los cursos y una amiga me dijo que era fácil y bueno para conciliar [y es así, te organizas bien y te deja tiempo]. Probé y me encantó, es un trabajo muy bonito, físicamente duro, pero estás al aire libre, en la zona intermareal, dependes de ti, sachas y cuando encuentras ejemplares jóvenes... vas viendo cómo crecen». Cuesta no desanimarse por la falta de recurso: «Tenemos hasta llorado. Todas te dicen que siempre hay cambios, zonas que quedan despobladas de almeja y luego vuelve, la ría se va regenerando. Pero invertir dinero en comprar semilla, sembrarla, el trabajo de sachar a mano... y al día siguiente ver cómo ha muerto todo».

Ignoran las causas. Según el último estudio realizado por la Consellería do Mar «no hay ningún tóxico a mayores de lo habitual» y los biólogos lo achacan «a la colmatación de arena». Tojeiro sostiene que la almeja se ahoga: «La arena va tapando los canos y por más que los limpiamos, el mar es muchísimo más fuerte que nosotras. Había que hacer un dragado urgente, pero la conselleira dice que es complicado, por los estudios, los permisos...».

«Se quejan de que no hay relevo generacional, cómo va a haberlo —se pregunta—, qué le ofreces a la gente, gastos [ropa, vadeador, semilla, desplazamientos...] y ningún ingreso. Nadie va a ser tan tonto para entrar ahí. Llevamos más de un año sin ganancia alguna, quitando del sueldo del marido para pagar la Seguridad Social». Aun así, resisten, «a ver si se consigue que vaya adelante». Con ganar para el seguro ya casi se conforman, ella y las demás (en Cariño son ocho y alguna está de baja). «Sería una alegría sacar algo en Navidad para ir capeando, y después ya el verano, pero no... aguantamos porque nos gusta», admite.

«En doce anos é a primeira vez que non temos nada de ameixa fina para o Nadal, e as que levan trinta din o mesmo», lamenta Rosa Trasancos, responsable de la agrupación de mariscadoras de Espasante. «A semana pasada fomos e collemos quince quilos entre nove persoas [el tope es de cinco por profesional]», añade. Hace más de un año se dio un episodio de mortandad. «Aínda non sabemos o que pasou, nas análises da Xunta todo estaba ben, din se sería un golpe de calor. Dende aquela hai que esperar, a ameixa non medra dun día para outro, tarda de tres a catro anos desde que se sementa ou desde que nace», explica.

Entre berberechos y ostras

El berberecho y la ostra apenas mitigan el problema de la escasez de ingresos de las recolectoras del pósito de Espasante, en Ortigueira. Son doce y están en activo nueve. «Entre os temporais e que as mareas foron malísimas... este Nadal nin para o turrón facemos», teme. ¿Cómo resuelven? «Con paciencia e botando man do soldo do marido».

La presidenta de la agrupación de O Barqueiro (Mañón), Cristina Trasancos, es algo menos pesimista. Recolectaron la almeja para la Festa do Marisco, en el puente, y ahora se centran en la ostra (hoy tienen venta). «El problema es que las mareas son muy pequeñas y no das cogido, y la lluvia tampoco ayuda a que baje», comenta. De las 11 socias, tres están de baja.

Ella tiene 53 años y comenzó a los 18, con sus padres, cuando en cada lado de la ría (O Barqueiro, en el margen coruñés, y O Vicedo, en el lucense) faenaban más de 200 mujeres. «Había coquina para todas, llegó a valer cinco mil pesetas el kilo, y en euros, en los últimos años, casi 40, porque ya había poca y se cotizaba muchísimo», evoca. Tiene claro que hoy, «para vivir no da... es una ayuda y una buena cotización».