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El peligroso impacto del coste energético en la cadena alimentaria

Fernando Otero Lourido ABOGADO ESPECIALIZADO EN INDUSTRIA ALIMENTARIA

SOMOS MAR

Martina Miser

22 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La escalada de precios de la cesta de la compra es uno de los componentes más sensibles e inquietantes de la actual coyuntura. Muy condicionada por la invasión de Ucrania, impacta de lleno en una Europa vulnerable aquejada ya de déficits estructurales preocupantes, como las barreras burocráticas a la producción interna; su dependencia alimentaria, de materias primas y de energía; la imprevisión en la activación de los mecanismos de la transición verde, o la carencia de recambio realista para las fuentes de energía tradicionales. Todo ello castiga fuertemente al sector alimentario en general y al del mar en particular, intensivos por definición, al aplicar procesos en ciclos continuos tan altamente demandantes de energía como el calentamiento, enfriamiento o la refrigeración, pese a que han logrado reducir su consumo en casi un 20 % entre el 2000 y el 2015.

Como efecto, la factura eléctrica de un procesador medio cuadriplica la que venía pagando meses atrás, y podríamos bordear el desabastecimiento si un hipotético racionamiento del suministro eléctrico en horas pico alcanzara a la producción, lo que la reduciría multiplicando en bucle los costes de escala y los precios finales.

La Comisión Europea acaba de reconocer la esencialidad de los alimentos en su comunicación Ahorre gas para un invierno seguro. Pero no vemos rastro de ese reconocimiento en la reciente propuesta de reglamento del Consejo «sobre una intervención de emergencia para hacer frente a los altos precios de la energía». ¿Por qué? Es obvio que la gravedad de la situación impone que las instituciones actúen con seriedad y realismo, como viene de reclamar la federación alimentaria europea Food Drink Europe en una carta a Ursula von der Leyen en la que postula el reconocimiento del sector como «socialmente crítico y esencial» y propone la adopción inmediata de medidas específicas de estabilización que garanticen la producción ininterrumpida de alimentos durante este invierno y los sucesivos, en línea con las adoptadas en la crisis covid, así como la inclusión del sector entre los prioritarios para el suministro de energía en caso de racionamiento; flexibilidad para permitir el retorno temporal a fuentes alternativas al gas; un plan de mitigación transitoria del régimen de emisiones; asignaciones gratuitas adicionales para limitar los costes del mercado europeo del carbono, y la intensificación a largo plazo de los incentivos a la transición a fuentes de energía alternativas. 

Habrá quien no comparta algunas de esas medidas o eche en falta otras. Por ejemplo, que se actúe también frente a las eléctricas o se revise el extraño sistema de fijación de precios mayorista de la energía. Es natural.

En lo que todos coincidiremos es en el carácter esencial de la producción, suministro y accesibilidad económica de los alimentos, y esto exige ahora mismo medidas robustas que los preserven en beneficio de todos.