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Dolores Canoura, xovense, y otros muchos emigrantes para los que su tumba fue el mar

martín fernández

SOMOS MAR

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Luis Cebreiro salvó a 30 personas en el naufragio del «Santa Isabel»

30 oct 2022 . Actualizado a las 22:14 h.

A veces, la marejada me tira del corazón. Se lo quisiera llevar, decía Alberti. Porque el mar fue camino por el que llegaron riquezas, enfermedades y culturas. Pero también tumba para muchos emigrantes víctimas de naufragios o fallecidos en el barco y sus cadáveres arrojados al mar. Allí quedaron sin flores ni lápidas, sin nada.

Dolores Canoura, soltera, de 23 años, venía en el vapor Infanta Isabel de La Habana a A Coruña en abril de 1916 con sus tres hijos: José, de 5 años, Josefina, de 3 y Rolando, de 1. No tenían más documentación que el pasaje de 3ª gratuito que les dio la Beneficencia Gallega por estar ella muy enferma y carecer de recursos. Al séptimo día de travesía falleció y su cadáver fue tirado al mar. Dos de los pasajeros -José Acevedo, posterior alcalde de Ribadeo, y Francisco García, de O Pino, directivo del Centro Gallego- reunieron 1.500 pesetas en una colecta para asistir a los niños. Los alojaron en casa de Amparo Barro, en A Coruña, mientras averiguaban el paradero de la familia.

Los niños decían un día ser de Sarria y otro de Monterroso y, siempre, de Lugo. Tras gestiones en el Obispado, el Gobierno Civil y la Diputación, los improvisados tutores comprobaron que la mujer era de Penas Agudas, en San Isidoro do Monte (Xove). Y allí llevaron a los pequeños. Sus abuelos, labradores humildes, dijeron que su hija marchara a Cuba con 17 años tras ofrecerle trabajo de sirvienta un hombre de Viveiro. No volvieron a saber de ella. Acevedo y García les dejaron los niños y 125 pesetas. Las 1.375 restantes las depositaron -según La Voz- en el Banco Hipotecario. Este cronista no logró saber qué fue de los pequeños y agradece cualquier dato al respecto…

Un caso similar sucedió en agosto de 1903 con Rosalía Campo Martínez, de 47 años, también soltera. Viajaba en 3ª en La Navarre, enferma del corazón y con su hijo, Constantino Cueto Campo, de 7 años. Murió y también quedó en la mar. El niño decía que su madre iba a reponerse a San Bruno. Pero nadie conocía el lugar. El consignatario, Nicandro Fariña, se quedó con él hasta que localizó a su familia en el lugar de San Bruno, en Grandas de Salime (Asturias).

Son muchos los casos semejantes. En 1901, en el vapor Montserrat, fallecieron Antonio Calvo Larrea y Manuel Rodríguez Baz; en 1902, en el Alfonso XIII, un feto que parió María Guillán; en 1903, en el Alfonso XIII, Julio Cagigal, de Foz (Lugo); en 1904, en el Alfonso XIII, Esteban Cuyás, de Espinaredo (Oviedo); en 1905, en el mismo, Cayetano Cancillo, de Almogarinos (León); en 1907, en el Reina Cristina, Victoriano Álvarez, de Navia (Asturias); en 1908, en el mismo, Joaquín García, de Trabada; en 1909, en el Siria, Julio Lavín, cántabro; en 1910, en el Oriana, Francisco Río y el demente pobre, Jesús Pérez Díaz, de 26 años, de Cabana (A Coruña), que traía un centén y 3 pesos…

Luis Cebreiro salvó a 30 personas en el naufragio del «Santa Isabel»

La épica emigrante también se escribió con naufragios. Uno de los más trágicos sucedió el 2 de enero de 1921. El vapor Santa Isabel ?según relató Xosé M. Fernández Pazos- cubría la ruta Bilbao-Cádiz recogiendo emigrantes que subirían al Reina Victoria Eugenia rumbo a América. Era su capitán Esteban García Muñiz y su 2º oficial, Luis Cebreiro López (Ferrol 1894-Viveiro 1969), avezado marino de 27 años y 110 kilos de peso.

El buque llevaba 268 personas a bordo. La niebla era mucha y, desorientado, entró en la ría de Arousa. El capitán vio la espuma del mar al batir en las rocas y ordenó máquina atrás. Pero era tarde y el barco encalló y comenzó a hundirse. El farero de Sálvora oyó gritos y alertó a los isleños. Las olas se llevaron dos botes con pasajeros y murieron todos. El capitán, amarrado al puente para no ser arrastrado, pedía calma. Pero el pánico aumentaba y los botes iban contra las peñas. Murieron 213 personas.

Se partió en dos y perdió el único bote

A las 7.30 horas, el Santa Isabel se partió en dos. Una ola se llevó al único bote que quedaba en cubierta. Cebreiro y tres marineros se arrojan tras él, lo alcanzan y evacúan a 30 personas. Cebreiro no sube. Con su peso, la lancha se hundiría, así que nadó hasta la costa. A su gesta, se unieron las cuatro heroínas de Sálvora: Cipriana Crujeiras, Josefa Parada, Cipriana Oujo Maneiro y María Fernández Oujo, de 15 y 17 años. No había hombres esa noche en la isla, celebraban la Navidad en Ribeira. Y ellas, con una pequeña barca, salvaron a 15 pasajeros en la que fue la mayor tragedia marítima de la historia de Galicia.

Luis Cebreiro fue el oficial más condecorado de la marina civil española. El premio por el rescate del Santa Isabel lo donó y obtuvo medallas de Salvamento de España, Gran Bretaña y Alemania por sus rescates en Bares y O Barqueiro en la 2º Guerra Mundial. El Paseo Marítimo de Viveiro, donde fue Ayudante de Marina 28 años, lleva su nombre y tiene un monolito. Creó los Flechas Navales, instauró la primera lancha de salvamento, medió para construir casas de marineros y promovió la Escuela de Orientación y Formación Marítima. Su vida y su obra ni la llevará el viento ni la borrará la lluvia…

Muertos en siniestros, repatriados indigentes y suicidios

Los naufragios causaron la muerte de miles de emigrantes. Algunos de los más grandes fueron los del trasatlántico Sirio que fue a pique el 4 de agosto de 1906 cuando iba a Buenos Aires: murieron 300 personas. El 5 de marzo de 1916 se hundió en Santos (Brasil) el Príncipe de Asturias: perecieron 457 viajeros. Y el 6 de septiembre de 1898 el buque inglés Beacon Grange desapareció a la entrada de Río Gallegos con 200 pasajeros.

En las travesías sucedió de todo. En La Navarre llegó a A Coruña en 1903 Manuel Fernández, un asturiano al que su rico hermano pagó el pasaje para que se repusiera de su enfermedad en Oviedo. Traía un hijo de corta edad pues su esposa no quiso acompañarlos. Amargado y dolido, se suicidó tirándose al mar. A Vigo llegó en 1912 el vapor alemán Wasgenwald con 30 enfermos de paludismo. Ya en la ría murieron dos pasajeros, en el viaje lo hiciera uno y, al llegar, 12 fueron ingresados y aislados en el lazareto de A Lanzada.

En agosto de 1915, el Reina Mª Cristina llegó a A Coruña con 1.174 pasajeros. 626 desembarcaron y el resto siguió para Gijón y Santander. De los que quedaron, 579 venían de La Habana y 47 de México. Éstos eran obreros y pescadores indigentes, repatriados por el Consulado de España. Regresaban porque el gobierno revolucionario del presidente Carranza ordenó nacionalizar a quienes trabajasen en México. No aceptaron porque sufrían tropelías y fueron expulsados. Dos se quitaron la vida y se arrojaron al mar.

martinfvizoso@gmail.com