Patrocinado porPatrocinado por

Francisco Castro: «Nunca fun de misa, pero despois dese temporal puxen dúas velas á Barca»

Cristina Viu Gomila
Cristina Viu CARBALLO / LA VOZ

SOMOS MAR

BASILIO BELLO

Lobos de mar | Este muxián, patrón jubilado, pasó tres días a la capa y después de eso quiso un barco de acero, más seguro

03 sep 2022 . Actualizado a las 04:42 h.

Cuando llegó al santuario de A Barca ya estaba allí su madre. Cree que ella, de alguna manera, intuyó lo que iba a hacer cuando desembarcara y eso que él ni le dijo nada ni era entonces, y tampoco ahora, muy creyente. «Nunca fun de misa, pero despois dese temporal puxen dúas velas á Barca». Francisco José Castro Fernández (Muxía, 1964) nunca se vio en una parecida y eso que lleva en el mar desde los 15 años. No solo se encomendó a la Virgen milagrosa de Muxía, sino que decidió que ya no quería navegar en O Farelo, de madera, y que prefería hacerlo sobre acero, más resistente. Por eso construyeron Os Castro, que entró en servicio en el 2003.

Francisco José pertenece a una familia amplia y ligada al mar, «desde que o mundo é mundo». Su bisabuelo ya iba en barcos de cabotaje y en la generación que le sigue hay capitanes, jefes de máquinas y patrones.

Acostumbrado al Atlántico desde adolescente, ese temporal es algo que nunca podrá olvidar. «Descubrín que é certo que cando tes medo tremen as pernas». Iba en O Farelo y estaba en el conocido como banco de Galicia, a unas 100 millas al oeste de Fisterra. El palangrero iba solo, sin más barcos cerca, cuando se le vino encima ese infierno. «Non había tanto adianto nos partes meteorolóxicos», recuerda. Cuando logró desembarcar no solo encendió cirios y cambió de barco, también se dio de alta en el sistema de pronóstico del tiempo inglés, que era mejor.

«Pasamos tres días á capa e o piloto automático non aguantaba do barco», explica. Cuando el oleaje y el viento es demasiado fuerte la única opción es poner proa al temporal y aguantar, pero implica una exhibición de resistencia, tanto para la tripulación como para el propio buque. «Para estar máis cómodos esperei una calada para poñer a popa, pero o mar enchíame o barco», por lo que viró en cuanto pudo.

Francisco José (izquierda), en el puente de mando del barco que llevó a la Virxe da Barca en la procesión marítima del pasado 15 de agosto
Francisco José (izquierda), en el puente de mando del barco que llevó a la Virxe da Barca en la procesión marítima del pasado 15 de agosto BASILIO BELLO

Así se pasaron 72 horas, aunque la noche les daba cierto alivio. «O mar afrouxa ao caer a noite. Colle forza co sol, ao vir o día. A partir das dez ou ás doce, aperta. É así», señaló.

Durante esas tres jornadas Francisco José estuvo en contacto directo con sus padres a través del teléfono. Si algo pudo tranquilizarlo quizá fuera la voz de sus progenitores. «Meu pai dicía: Tranquilo, o norte pasa, hai que ter paciencia», explica. Reconoce que eso fue de gran ayuda. «Vai moi ben falar con xente que sabe máis ca ti, que ten moita experiencia e que pasou por isto moito antes», dice. Reconoce que si no hubieran estado solos en el banco de Galicia quizá no hubiera pasado tanto miedo, pero no había ni un solo barco cerca. «Se hai alguén ao mellor non te poden coller, pero sabes que tes unha posibilidade», explica.

Apenas llevaban uno o dos días de pesca, al palangre, cuando se encontraron con el temporal, pero fue tan duro que ni se plantearon seguir faenando. «Botei a carnada ao mar e tirei para o porto», explica. La siguiente parada, ya en tierra, había de ser el santuario de la Barca.

Al O Farelo, en cambio, lo que le esperaba era el astillero. El temporal dejó destrozos importantes en el barco y ponerlo a punto de nuevo iba a ser cuestión de semanas, aunque aquel incidente ya lo había dejado sin futuro. Su patrón quería algo más cómodo, más resistente y enseguida lo cambió.

Francisco José nunca se planteó otro oficio que no fuera el del mar, pero se jubiló con 55 años, aunque solo estuvo en el dique seco unos meses. Al poco se reincorporó por gusto, pero, fundamentalmente, porque no encontraba a nadie que pudiera hacer su trabajo. Reconoce que hay muchos problemas para encontrar tripulantes, pero, sobre todo, mandos.

«Desguazar O Farelo partiume o corazón, non fun capaz de velo»

Francisco José tenía ganas de un barco más seguro tras un temporal de tres días, pero el cambio no fue nada fácil. «Desguazar O Farelo partiume o corazón, non fun capaz de velo», explica. Recuerda que fueron más de 40 años los que finalmente se deshicieron, pero, como ocurre a menudo, guardaron partes que tiene valor sentimental. Él se ha encargado de recuperar algunas piezas de ese barco y del Puerto de Cedeira, que lo precedió. Le dedica bastante tiempo a restaurarlas, tanto para él como para sus hermanos. Son parte de la historia de la familia. Tiene los timones y otros elementos. Ahora anda con el compás del ya desaparecido O Farelo. Un carpintero le ha hecho una base y ya casi lo tiene listo para exponer. Además aún ayuda de vez en cuando en el puerto, porque Os Castro sigue navegando, aunque ahora bajo las órdenes de un patrón contratado.

Se trata de un profesional de Muxía que conocen de toda la vida. Por eso reconoce que ha sido capaz de volver a jubilarse. Sabe que el barco de la familia está en buenas manos. «Non llo podes deixar a calquera. Sempre coidamos moi ben as cousas, tivémolo coma unha patena, coma un iate e hai que mirar ben a quen llo deixas», explica.

Recreo

Sigue enamorado del mar casi como el primer día, pero es uno de los pocos patrones jubilados de la Costa da Morte que no se ha planteado comprarse una embarcación de recreo para pasar los fines de semana aplacando su nostalgia de la pesca. «Non perdín a ilusión, pero non me viñeron as ganas. Cando sexa, calquera día, se cadra collo unha lanchiña, pero, de momento, aínda teño moito que facer antes que iso», explica.