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Greenpeace retira el aparejo de 2 barcos gallegos, que la denunciarán por hurto

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

Greenpeace

Los espaderos defienden que estaban pescando legalmente en zona autorizada

29 jul 2022 . Actualizado a las 04:45 h.

El mes que viene se retomarán en el seno de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) los debates para pactar un tratado que regule las aguas internacionales: el conocido por BBNJ, por sus siglas en inglés. Greenpeace, entre otras organizaciones ecologistas, quiere que esta cumbre sea la definitiva y salga de la misma una regulación pesquera para aguas internacionales porque, a su criterio, las organizaciones regionales de pesca (ORP) no lo están haciendo bien. Para llamar la atención sobre esa necesidad, la oenegé ha decidido «confiscar» —término empleado por los conservacionistas— parte del aparejo de dos palangreros de superficie, ambos gallegos, y demostrar así los desmanes «de la pesca industrial y su impacto en el ecosistema». «Horrores» que consistirían en capturar con un aparejo legal —admiten— tiburón azul (quenlla o tintorera) y pez espada —especies permitidas las dos—, en aguas internacionales, en las que ambos barcos estaban autorizados a faenar.

Pedro Armestre

Los activistas de Greenpeace se jactan de haber liberado de los 286 anzuelos confiscados —los que había en varias líneas que sumaban 30,2 kilómetros— una quenlla, siete peces espada, una dorada y otras especies accesorias. Aseguran, además, que una parte del aparejo fue retirado de un área marina protegida como es el complejo de montes submarinos de Milne (al noroeste de las Azores), lo que da pie a los conservacionistas a decir que es «un ejemplo perfecto del statu quo roto, protegiendo teóricamente sobre el papel a las especies, pero no en alta mar», expuso en un comunicado María José Caballero, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace España, a bordo del Arctic Sunrise.

Indignación por el nuevo acoso

La reacción de las organizaciones a las que pertenecen el Segundo Ribel y Siempre Perla, los dos espaderos afectados, no se ha hecho esperar. La Organización de Palangreros Guardeses (Orpagu), a la que está adscrito el Segundo Ribel, ha solicitado el amparo de la UE ante el nuevo hostigamiento de Greenpeace y anuncia que va a presentar una querella criminal o el procedimiento jurídico más adecuado por la sustracción de sus aparejos.

Más contundente ha sido la Organización de Productores Pesqueros de Burela (OPP 7), a la que pertenece el Siempre Perla, que critica, por un lado, la desprotección en la que deja la UE a la flota comunitaria que actúa dentro de toda legalidad y, por otro, las prácticas de la oenegé, que se pone a la altura «de los grupos piratas organizados que atentan en alta mar contra buques». Así, pide como Orpagu el amparo de la UE ante «actuaciones unilaterales desproporcionadas y carente de legalidad» como la de Greenpeace.

Tanto Orpagu como la OPP 7 ponen la mano en el fuego por su flota. Llevan a bordo observadores electrónicos y están permanentemente monitorizados con la caja azul, que indica dónde faenan en cada momento, por lo que si estuvieran en áreas protegidas lo sabrían las autoridades pesqueras. Subrayan, asimismo, que llevan años trabajando en favor de la sostenibilidad y se señalan como sus primeros defensores. Por eso no entienden el pago de Greenpeace, que, sugieren, no se atreve con otras embarcaciones que realmente practican la pesca ilegal, de nacionalidad sobradamente conocida, y que sí dañan el medio ambiente.

«É como se che rouban o coche e che din que é porque contamina o medio ambiente»

Miguel Ribel es armador del Segundo Ribel. Suele ir a bordo de patrón, pero en esta marea ha ido su padre. Hace unos días, hablando con él, le comentó que había perdido dos tramos de aparejo. Suele pasar. «Ás veces pérdese». Pero no en esta ocasión. Esta vez, simple y llanamente «roubárannolo». Lo admitió la propia oenegé Greenpeace, al difundir que había «confiscado» aparejo por pescar pez espada y tiburones. Asegura que parte de esos palangres estaban calados en zona prohibida, pero Miguel Ribel, aparte de las 100 millas de Azores en la que no pueden pescar, no conoce ninguna otra área restringida a la actividad.

El armador no puede estar más perplejo: «É como se che rouban o coche e che din que é porque contamina o medio ambiente»

«Estamos facendo as cousas ben», afirma Ribel. Su palangrero lleva, por supuesto, caja azul. Y cámaras a bordo. Un observador electrónico que graba en el parque de pesca, la zona por la que se vira el aparejo, y en popa para comprobar la largada y que no se tiran más de los 1.100 anzuelos que tienen permitido. «Só nos falta levar ao ministro no barco mirando».

Pero aunque la legalidad lo ampare, Ribel no es optimista en cuanto a la posibilidad de recuperar un arte de pesca que valora en unos 4.000 euros. Y mucho menos espera consecuencias para Greenpeace por este ataque. Ya solo aguarda el desguace.