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El trágico naufragio del vapor Luis Vives

Ramón García Filgueira

SOMOS MAR

Archivo Ramón García Filgueira

Uno de los tripulantes, Manuel Bello Facal, de 17 años y vecino de Corme, pereció al llegar al puerto de Ribadesella

11 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El Luis Vives salió el domingo 1 de marzo del año 1936 del puerto de San Sebastián con una carga de cemento con destino a la dársena de A Coruña. Navegaba con marejada del cuarto cuadrante, pero sobre las once de la noche del día 2, lunes, cuando transitaba a la altura del puerto asturiano de Llanes, ya con fuerte marejada de proa, sufrió una grave vía de agua.

Los tripulantes pusieron las bombas de achique en funcionamiento, pero resultaron insuficientes debido a la gran cantidad de agua que entraba a bordo. Vista la gravedad de la situación la tripulación decidió abandonar la embarcación y subirse a los dos botes salvavidas existentes a bordo.

En uno de ellos embarcó el patrón, Manuel Bello Mosqueira, de 53 años, el marinero Manuel Bello Facal, de 17 años e hijo del patrón, y el maquinista Antonio Lema Souto, de 28 años. En la otra embarcación salvavidas iban el segundo maquinista, Francisco García Saleta, de 27 años, y los marineros Ángel Pasandín Varela, de 23, y Federico Cruz de 46 años, todos ellos vecinos de Corme.

Fuerte estruendo

Empezaron a remar para alejarse del buque, pero el patrón, Manuel Bello, escuchó los ladridos del perro, que se había quedado a bordo del Luis Vives. Quiso regresar para salvarlo, pero el resto de la tripulación le aconsejo que no lo hiciera porque el hundimiento del vapor era inminente. Transcurridos diez minutos, sintieron un fuerte estruendo y vieron que el buque desaparecía ante sus ojos en medio del Cantábrico. En la madrugada de aquel lunes 2 de marzo de 1936, y después de seis horas remando, los náufragos divisaron las luces del pueblo de Llanes. Lanzaron las tres bengalas que tenían a ver si les veían, pero desde tierra nadie se percató de la presencia de los marineros, quienes siguieron remando hacia poniente en medio de fuertes chubascos y rociones continuos de mar, empapados de salitre hasta los huesos. Al mismo tiempo que bogaban tenían que achicar el agua que entraba en las lanchas debido al fuerte viento y a la marejada. Los náufragos, exhaustos, llevaban varias horas sin probar bocado.

Para mantener el ánimo entre los suyos, el patrón les transmitía constantes consignas de apoyo. Les decía a sus compañeros que estaban más cerca de encontrar una zona de refugio. Sobre las dos y media del mediodía, es decir 15 horas después del hundimiento, avistaron la barra de Ribadesella y se fueron acercando hasta que fueron vistos por los pescadores Victoriano Cuevas y Avelino Cuervo, que se hallaban en la boca del puerto. Mediante un cañón lanzacabos pudieron traerlos al puerto.

Según las declaraciones del patrón, Manuel Bello, en torno al mediodía su hijo, Manuel, cayó desvanecido, sacó su abrigo y lo tapó aunque también estaba empapado. Una vez desembarcados fueron atendidos por personal del puerto. El joven Manuel Bello, de 17 años fue trasladado de urgencia a la Casa de Socorro, pero todos los esfuerzos realizados por los sanitarios por reanimarlo resultaron inútiles. Pereció a consecuencia del agotamiento sufrido durante más de quince horas luchando contra las adversas condiciones climatológicas. Por la solidaridad de todo el pueblo asturiano se abrió una suscripción entre los vecinos para sufragar los gastos del entierro, descansando los restos mortales del joven tripulante cormelán en el cementerio de Ribadesella.

El Luis Vives tenía el casco de hierro y fue construido en los astilleros de Anderson & Laverick St Lawrence, en Newcastle (Inglaterra) en 1892, con el nombre de Pacific, como buque pesquero. En el año 1917 es transformado en embarcación de cabotaje y después de pasar por varios propietarios finalmente acabó siendo titularidad de Francisco Díaz Amil, vecino de A Coruña como socio mayoritario, y Manuel Bello Mosqueira. En el momento del hundimiento el Luis Vives tenía la matrícula de Málaga.

Con una eslora de 30,29 metros, manga 6,22 metros, puntal 2,58 metros y de porte 160 toneladas contaba con una máquina alternativa Hedley & Boyd, N. Shields de 47 caballos de potencia nominales, utilizaba como combustible carbón y desarrollaba una velocidad de 8,4 nudos.