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El temporal provoca el caos en una regata de vela extrema a su paso por Galicia

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira CARBALLO / LA VOZ

SOMOS MAR

Basilio Bello

Los 90 regatistas están a salvo, pero varios tuvieron que ser remolcados a puerto

03 oct 2021 . Actualizado a las 21:41 h.

Un caos y un riesgo para el resto del tráfico marítimo. Eso fue lo que causó el temporal entre los participantes de una regata de vela extrema a su paso por Galicia. Con fuertes rachas de viento de entre 35 y 50 nudos (entre 65 y 100 kilómetros por hora), los participantes de la Mini Transat 2021 se vieron obligados a buscar refugio en distintos puertos gallegos debido a las cada vez más adversas inclemencias climáticas. Buscaron cobijo en dársenas como A Coruña, Muxía, Camariñas, Muros, Portosín... En Muxía, los voluntarios de Protección Civil tuvieron incluso que remolcar a dos regatistas que se iban directamente contra las rocas. No fueron los únicos que precisaron de ayuda para arribar a puerto, aunque no hubo que lamentar daños personales, según confirmaron en Salvamento Marítimo. A primera hora de la mañana de ayer estaban todas las embarcaciones amarradas y sus tripulantes a salvo, a la espera de poder continuar con la travesía.

Hablar de la Mini Transat 2021 es hacerlo de una prueba extrema y única. Una regata en la que el espíritu de supervivencia prevalece sobre todo lo demás. Los participantes, 90 en total, tienen que cumplir una serie de requisitos, de lo contrario son expulsados. Se trata de una competición individual, en la que cada deportista navega en un velero de apenas 6,5 metros de eslora. No pueden llevar teléfonos móviles ni otros dispositivos tecnológicos y el único medio de comunicación es el AIS -siglas en inglés del Sistema de Identificación Automática-. No disponen de cocina a bordo y cada barco puede llevar un máximo de cinco velas, entre las cuales debe haber un tormentín (pensada para ser izada en caso de temporal) y las otras cuatro quedan a elección del navegante.

La salida a esta peligrosa travesía de más de 4.050 millas -que alcanza su edición número 23- se produjo el lunes 27 de septiembre, después de que la organización se viera obligada a retrasar la salida 24 horas. El bocinazo se produjo en el puerto francés de Les Sables-d'Olonne, municipio perteneciente al departamento de La Vendée. La meta quedó fijada en Martinica, en pleno Caribe. La única parada técnica antes de continuar rumbo hacia las Antillas Menores se iba en La Palma -no en Tenerife como estaba inicialmente previsto-, para ver in situ la erupción del Cumbre Vieja.

Problemas al quinto día

Las primeras cuatro jornadas de travesía fueron una balsa de aceite, con vientos favorables y sin apenas incidencias. Tras bordear el golfo de Vizcaya, los regatistas enfilaron hacia Galicia. Al cumplirse el quinto día surgieron los problemas, según apuntaron desde Emergencias. Los participantes que transitaban entre Cabo Ortegal y la Costa da Morte, empezaron a sufrir serios problemas de navegación. Sin teléfonos móviles y con las velas como único medio de propulsión, muchos se vieron desplazados hacia el dispositivo de separación de tráfico de Fisterra, por donde transitan decenas de mercantes y buques de gran tonelaje. Incapaces de continuar, tuvieron que refugiarse en puertos próximos.

Clubes náuticos, como los de Muxía o Camariñas, habilitaron plazas de amarre ante la previsible llegada de los veleros de esta competición. En Camariñas se resguardaron una decena, y en Muxía, ocho. Otros pararon en A Coruña y los que iban más adelantados amarraron en Portosín y Muros. Muchas millas antes de La Palma.