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«Parece que en vez de alimentos traemos cuernos de rinoceronte»

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

M. B.

Espaderos estallan contra las continuas trabas de Transición Ecológica

31 jul 2021 . Actualizado a las 09:32 h.

Joaquín Cadilla, presidente de Orpagu, acaba de llegar del mar. Y le habría gustado traer de la marea un mensaje «cómodo, veraniego y de camisa hawaiana» para sus armadores, los adscritos a la Organización de Palangreros Guardeses (Orpagu). Pero no. Ayer, en la inauguración de las Jornadas Internacionales de Pesca sobre Grandes Migradores, habló con el acento que deja la frustración por la sucesión de problemas que esta flota tiene desde que ha entrado en escena el Ministerio para la Transición Ecológica. Un departamento que, dijo, no acaba de comprender qué es la pesca y qué hacen los pescadores. «Parece que en vez de alimentos traemos cuernos de rinoceronte», dijo en alusión a los obstáculos que pone a la comercialización del marrajo que pescan legalmente. La última, abocarles a destruir pescado al negarse a expedir el certificado CITES -necesario para comercializar la especie desde que se incluyó en el apéndice II de especies sensibles- a las capturas que se realizan en el marco de los acuerdos pesqueros con terceros países.

Cadilla recordó que llevan tiempo intentando hablar con Teresa Ribeira y su equipo, pero ni les contesta, ni los recibe... Como si no existieran. Como si quisieran «que nos avergonzásemos de nuestra actividad», cuando es todo lo contrario: «Estamos orgullosos de lo que hacemos y cada vez somos más respetuosos; hemos aprendido mucho de los científicos y lo único que hacemos es trabajar duro».

Precisamente, esa colaboración con los científicos es una de las pocas tablas de salvación a las que pueden agarrarse los pescadores y, de paso, la comercialización, para seguir vivos. Porque ahora es el marrajo, pero pronto vendrá la quenlla.

Jaime Mejuto, investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en A Coruña y de los mayores expertos mundiales en grandes migradores, fue uno de los que en el foro apeló a lo que ahora se llama ciencia colaborativa y que no es otra cosa que lo que viene haciendo la flota de palangre de superficie gallega desde tiempos inmemoriales. Esa que ha permitido que solo España disponga de datos de captura desde hace más de tres decenios.

Información que es más eficaz si se emplea de forma anticipada, «con carácter preventivo, no paliativo». Porque disponer de datos robustos implica una mejor evaluación científica que puede evitar muchos disgustos, como el del marrajo, por ejemplo, en el que la flota gallega pagó por las lagunas que dejaron otros países, aparte de un cambio en los parámetros biológicos que se introdujeron en el modelo.

Defensa frente a noticias falsas

Esa colaboración es básica para contrarrestar la cada vez más mayor presencia de la opinión pública en la fase política de la toma de decisiones de gestión pesquera. Y el sector no sale precisamente ganando. «La pesca ha pasado de ser una actividad de gran prestigio a ser menospreciada y tenida casi por delictiva», apuntó el científico del IEO, que aludió a que en los debates para implantar la política de aletas adheridas en Europa tuvo más peso «un vídeo de 30 segundos de una oenegé que un riguroso trabajo científico de diez años».

Es decir, que está ganando ese enfoque ético que a veces se envuelve en fake news y posverdad y contra eso solo queda actuar con series históricas largas y robustas que, en el caso de los túnidos y afines, grandes migradores, solo pueden llegar de las flotas comerciales.

A esa colaboración también apeló Emilio Martínez, director general de Espaderos del Atlántico, y presidente de Anecteam, porque es preciso mejorar el conocimiento científico para callar bocas y porque «sin ciencia, no hay futuro». Para el sector pesquero tampoco.

Acciones para demostrar al mercado que sus productos son sostenibles 

La palabra de moda es sostenibilidad. Es el objetivo que todos persiguen. Pero la sostenibilidad es como la felicidad, «cada uno lo interpreta de forma muy diferente», dijo Jaime Mejuto. Desde luego, el sector se sabe sostenible. No le queda otra si quiere seguir existiendo. Pero está viendo con que no es suficiente con serlo. Hay que hacerlo saber. Y demostrárselo a las oenegés.

A eso responde el FIP Blues, el programa de mejora de pesquería en el que hace unos años se embarcaron los productores de pez espada y quenlla (tintorera) y las empresas comercializadoras con las oenegés, y que ha sido pionero a nivel mundial. Y es que es el primero en incluir una especie de tiburón entre las medidas por los estándares de sostenibilidad que fija, en este caso, la certificadora MSC. En ese programa se ha dado formación a los tripulantes para reducir la captura de especies sensibles -tortugas o aves- y su manejo, en un proyecto que incrementa la presencia de observadores a bordo, que propone medidas de gestión como las vedas espacio-temporales, se está en contacto con los investigadores... El FIP es, en palabras de Martínez Cadilla, su «trinchera, el último reducto que nos queda para seguir estando en el mercado». Porque «lo que menos quiere un supermercado es que se le descuelgue un activista o les coloquen una pancarta acusándolos de no ser sostenibles». Por lo pronto, está dando resultado: el FIP ha abierto las puertas de EE. UU. a su pez espada. Algo antes impensable.