Sonia Cabado: «Vi pasar a muchos por delante que estaban por debajo en el escalafón»

SOMOS MAR

En el 2006 se convirtió en la primera jefa de máquinas de la marina mercante en Galicia, pero no fue hasta cuatro años después cuando pudo ejercer
09 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Lo de Sonia Cabado (Osnabrück, Alemania, 1976) con los barcos y sus máquinas no fue algo vocacional, pero salió a navegar y ya no pudo pensar en otra cosa. Después de 13 años en activo y tras convertirse en la primera jefa de máquinas de la marina mercante en Galicia, la palabra mamá tiró bien fuerte de ella y decidió dejarlo.
—¿Era su meta? Trabajar en el sector de la marina mercante.
—No, fue algo casual. Me surgió la oportunidad porque tenía que esperar unos meses para entrar en la carrera que quería. Miré las materias del primer año, todas de ciencias, me llamó la atención y me metí. Una vez dentro, ya no lo quise dejar. En el tercer año, que es cuando empiezas con las prácticas, fui a navegar y la experiencia fue tan positiva que dije: «Pa' lante».
—¿Qué fue lo que la enganchó?
—El conocer a gente de otros lugares. Digamos que es una profesión que te abre muchos lugares que igual por ti misma no irías a conocer. Y aparte de los viajes, el trabajo en sí. Me gustaba que no fuese nada rutinario. A veces no sabías ni en qué ciudad estabas. Cada día que te levantabas te enfrentabas a una avería que te surgía, si podías te bajabas en un puerto nuevo... Otra de las cosas que te atrapa cuando navegas es la sensación de estar en medio de la nada. Mis mejores recuerdos en la retina son de amaneceres y atardeceres, que desde la costa no ves.
—Renunció a ser capitana y apostó por las máquinas.
—Tenía muchas más salidas. Yo sabía que no me iba a dedicar a esto toda mi vida. Sí que quería que fuese una parte de ella, pero no me veía jubilándome a bordo de un barco. La rama de máquinas tiene más salida en el mundo de tierra: mantenimiento de hospitales, fábricas...
—Y consiguió la máxima titulación.
—Sí, saqué el título de jefa de máquinas en el 2006, pero no ejercí hasta el 2010.
—¿Por qué?
—Necesitas que te den la oportunidad. La naviera en la que trabajaba tenía rutas que iban a países en los que, digamos, nosotras no estamos muy bien acogidas. Entonces no se complica la vida y no te pone de jefa por si tiene problemas. Me acuerdo de mi primer viaje a Nigeria. No paraban de preguntarme por el jefe, y yo les decía: «No, no, si la jefa soy yo». No les cuadra eso.
—Desde fuera parece un mundo lleno de sacrificios. Pasaría largas temporadas fuera de casa...
—Te pierdes muchas cosas. Tres meses fuera de tu casa, la boda de tu mejor amigo, acontecimientos de la familia, las Navidades las pasas con desconocidos... Más que sacrificado es complicado.
—¿Qué es lo más importante que hay que llevar a esos viajes?
—Tolerancia, hay que llevarla siempre puesta. Yo les decía a mis amigos: «¿Veis eso de Gran Hermano? Estoy en lo mismo, pero sin cámaras». También libros y la petaca con series y música.
—Habrá vivido tormentas en medio de la nada.
—Alguna que otra. ¿Cómo eran? No lo sé. Cuando eran muy fuertes me mareaba. En la máquina se hacía lo justo, con tantos balances te puedes dar un tortazo. A comer pan para asentar el estómago y esperar a que pase.
—Dice que sabía que no sería un trabajo para toda la vida. ¿Cuál fue el punto de inflexión?
—¿Quieres se madre y tener familia? Complicado si quieres seguir navegando. No conozco a ninguna madre que navegue tres meses, quizá períodos de embarque más cortos. Yo lo veía incompatible, dejar a tu hijo y salir a navegar. Es como dejar una parte de ti en tierra. Sabía que cuando eso pasara, lo dejaría. Sé de mujeres que lo han intentado por necesidad y no han aguantado ni un mes. Que va, no puedes.
—Con la perspectiva del tiempo, ¿qué ha sido lo más complicado?
—Que te valoren, no como persona, sino como profesional. Digamos que te hacen dudar, que dudan más de ti que de un chico. En ese sentido es lo más complicado, que crean que eres capaz de afrontar ciertos puestos. Y es que yo también puedo. Me he encontrado con gente de la antigua escuela, de los que piensan: «¿Qué hace una mujer aquí?». He tenido que lidiar con ellos. Te da rabia.
—¿Hay techo de cristal?
—Sí, lo hay. Yo misma lo viví. Le dieron la oportunidad de ejercer de jefes a compañeros que tenían menos antigüedad que yo, y no era porque hubiese tenido problemas. Vi pasar a muchos por delante que estaban por debajo en el escalafón.
—¿Se desanimó?
—No tenía informes negativos, así que sabía que tarde o temprano lo conseguiría. Hubo compañeros a los que les dieron la oportunidad y después no se vieron preparados y terminaron dejándolo. Yo tenía la confianza de que podría resolver los problemas que se dieran. Y no hundí ninguno.
—¿Volvería a embarcarse?
—Más de una semana no. Ya lo he probado y en siete días no me entra la mamitis. Pero si tuviera que volver a empezar haría lo mismo desde el principio.
—¿Qué es lo importante en la vida?
—Estar en paz con uno mismo y sentirse realizado.