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Explorar el uso de nuevos materiales y minimizar las pérdidas de utensilios en el mar, el reto verde de Mexillón de Galicia

Rosa Estévez
rosa estévez VILAGARCÍA / LA VOZ

SOMOS MAR

MONICA IRAGO

El consello regulador elabora un manual de buenas prácticas ambientales «personalizado» para el sector bateeiro

05 jun 2021 . Actualizado a las 10:06 h.

«Cualquier actividad genera basuras, también el sector productor. Reducir ese problema depende de todos, también del sector productor». Ángeles Longa Portabales, responsable del departamento de I+D de Mexillón de Galicia, condensa en esa frase el espíritu que alentó la puesta en marcha del proyecto de Acuicultura Sustentable e Economía Circular (Acueco). Liderada por el Consello, contó la iniciativa con la participación del la Fundación Biodiversidad del Ministerio de Transición Ecológica a través de su programa Pleamar. Y con la colaboración como socio investigador del Instituto Español de Oceanografía (IEO), primero, y el Centro de Investigacións Mariñas del CSIC, después.

Esa unidad de estudio puso sus ojos sobre el mar. «Sabemos que hay contaminación que no se ve, y que en ocasiones es la más peligrosa. Pero sabemos también que las basuras marinas suponen un gran problema y son percibidas como tal por la sociedad», explica Longa. Y por eso, a un sector «que necesita de un medio ambiente sano para poder seguir desarrollando su actividad», le corresponde «ser un ejemplo» y encabezar la lucha para intentar reducir la cantidad de residuos que acaban en el mar. El Consello do Mexillón de Galicia tomó conciencia de esa realidad hace ya unos años, cuando editó en 2018 una guía de buenas prácticas que ahora se pretende «personalizar», trazando una serie de consejos y recomendaciones que apelen a quienes trabajan las bateas en su día a día.

Para conseguir ese objetivo, lo primero es conocer la realidad sobre la que se pretende actuar. «Es necesario hacer un ejercicio colectivo de cómo se está trabajando. Analizar los materiales y, también, cuándo, cómo y por qué se producen pérdidas de elementos como los palillos», explica Longa Portabales. Para trazar ese mapa de la situación actual, se han mantenido reuniones de trabajo con las directivas de las asociaciones en las que se articula el sector productor; se han realizado encuestas a medio millar de bateas, la mayoría de la ría de Arousa; se ha participado en jornadas de trabajo en los barcos para detectar los puntos débiles del proceso y también «se ha ido a los puertos para hacer una revisión de la flota y analizar, por ejemplo, cómo hacen la recogida de residuos». Con todos esos datos se elaborará la nueva guía de buenas prácticas, centrada en el sector del mejillón, a la que se le acabará de dar forma la próxima semana, en el transcurso de una mesa de trabajo en la que el protagonismo recaerá, obviamente, en quienes trabajan las bateas.

Tras esa prospección, redondeada por los datos recogidos por otros proyectos como Clean Atlantic, Coador, la Red de Ecosistemas Illas Atlánticas, o Plancton, se ha observado la necesidad de trabajar en un doble frente, de «avanzar pasito a pasito» en dos caminos distintos. Está, por un lado, la exploración de nuevos materiales que puedan sustituir al plástico en el laboreo de las bateas. El Consello do Mexillón, por ejemplo, está realizando una prueba para comprobar si podrían ser funcionales palillos elaborados con madera. Cuando se inició el cultivo de mejillón en Galicia, ese era el material que se empleaba, «pero cubierto de pichi, algo que ahora resulta a todas luces imposible», explica Longa. ¿Durarán lo suficiente los palillos que se están probando? A esa pregunta solo puede contestar el tiempo.

«Hay muchas posibilidades que hay que explorar, por ejemplo el uso de plásticos biodegradables», explica Ángeles Longa, quien señala que en este camino «probablemente no haya una solución única». Lo que está claro es que, tarde o temprano -y probablemente más temprano que tarde- las normativas cambien y sean mucho más exigentes. Y para entonces el sector del mejillón quiere estar preparado.

Buscar materiales que sean menos lesivos con el entorno es fundamental. Pero también resulta imprescindible detectar aquellos momentos del proceso del cultivo de mejillón en los que se producen las pérdidas de herramientas que acaban en el mar. Según explica Ángeles Longa, hay dos puntos especialmente delicados. Uno es el del cepillado de las cuerdas -cuando se levantan de la batea y se sacuden para retirar el mejillón-. El otro son los tramos de las cuerdas en los que la torsión de las mismas se reduce. Ese fenómeno ya ha provocado una evolución de la forma del palillo para darle mayor sujeción; y parece que esta tendrá que continuar.