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Una marea roja lenta deja solo seis polígonos de bateas abiertos en Galicia

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

ADRIÁN BAÚLDE

El episodio de toxina lipofílica también afecta a varios bancos marisqueros

30 sep 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Las hay que entran como un elefante en una cacharrería y las hay sibilinas, de esas que lo hacen sin llamar demasiado la atención y acaban causando tantas bajas como las que se hacen notar desde el primer día. Y así es la última marea roja que ha entrado en las rías gallegas. En todas sin excepción.

El episodio tóxico empezó a manifestarse allá por mediados del mes de agosto y es ahora, a finales de septiembre, cuando la purga está mostrando su virulencia real. Tanto es así que solo ha dejado seis polígonos de bateas abiertos a la extracción, el 11 % de los existentes. Y el último cierre es relativamente reciente: del lunes por la tarde.

Porque esa es otra. Esta marea roja, de toxina lipofílica -por otra parte normal y habitual en esta época del año- ha sido de progresión lenta y, además, se ha revelado especialmente pertinaz, pues no parece que esté ya en período descendente. O al menos eso sostiene Covadonga Salgado, directora del Centro Tecnolóxico para o Control do Medio Mariño (Intecmar), al observar los resultados del recuento de células tóxicas que hay en el agua: «Ha ido aumentado los últimos 15 días y los recuentos que se han hecho siguen revelando incrementos, señala. Y aun sabiendo que en cuestiones como los episodios tóxicos puede ser demasiado aventurado hacer pronósticos, augura que la marea roja podría «estar en la meseta».

De las toxinas lipofílicas se han librado los polígonos de cultivo de ostra, pero no ha sido así en el caso de los bancos marisqueros, pues las células tóxicas ya han llegado a los moluscos infaunales. «La semana pasada se cerraron tres zonas de marisqueo del fondo de la ría de Pontevedra y de forma cautelar también se han clausurado los bancos de la ría de Muros-Noia», dice Salgado.

Más preventivo que cautelar

En el caso de las concesiones de Noia, el cierre es casi más preventivo que cautelar, aunque esta última es la forma administrativa que se le ha dado a la actual prohibición de faenar en los arenales que administra la Cofradía de Noia.

Ocurre que los análisis que encargó el pósito a una empresa privada arrojaron unos niveles de toxina por encima de los permitidos para su comercialización, por lo que la cofradía decidió suspender la campaña. Sin embargo, los resultados obtenidos tras analizar las muestras tomadas por el Intecmar indican que se está por debajo de los 160 microgramos por kilo de vianda, el límite legal, con lo que los bancos podrían estar abiertos. No obstante, «como la tendencia que se observa es que esta va a más» y atendiendo a que la repercusión de la decisión que se tome tiene consecuencias sobre un número importante de trabajadores -unos 1.500- es preferible «mantener el cierre cautelar hasta que se verifique que esos niveles siguen por debajo del límite legal» antes de permitir el regreso al trabajo.

Porque ya no se trata solo del volumen de mariscadores afectados, sino también de que buena parte de ese marisco se destina a las conserveras y, por tanto, una vez reciben el tratamiento térmico, ya no es posible devolver el producto al mar, como se hace en caso de moluscos vivos, y el trastorno sería mucho mayor.

De todos modos, la zona se muestreará todos los días -la semana pasada se hizo hasta tres veces- para comprobar la evolución.

Mejillón en el mercado

Que estén cerrados la inmensa mayoría de los polígonos de bateas no quiere decir que no haya producto en el mercado. «Lo hay y con todas las garantías», apostilla Salgado. No en vano se hacen «20.000 ensayos al año». Así que, ya sea de los seis parques abiertos o de las bateas cerradas a finales de la semana pasada, pues el mejillón «tiene una vida útil muy larga», hay bivalvo gallego en los establecimientos.