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La tripulación del Celanova cobra parte de sus salarios y espera la repatriación

e. a. REDACCIÓN / LA VOZ

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ITF

Dos gallegos entre los 15 marineros que permanecían fondeados frente a Manila desde mediados de diciembre del año pasado

21 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

«Luz, por fin vemos la luz». Una exultante Patricia Viqueira, primera oficial del gasero Celanova, trasladaba así a Luz Baz, representante de la Federación Internacional del Transporte (ITF), el principio del fin del calvario de los 15 tripulantes del mercante español -propiedad de Globalgas-, abandonados a su suerte en Filipinas a mediados del pasado mes de diciembre. American Club, el proveedor de la garantía financiera, ha hecho efectivos parte de los salarios que se adeudaban a los trabajadores -lo correspondiente a 4 meses-; y en los próximos días serán repatriados y enviados de vuelta a sus países de origen. El cuándo depende de la disponibilidad de vuelos en estos tiempos de covid-19.

Según Baz, los marineros han conseguido 186.000 euros -lo que cubre el asegurador-, cuando la deuda asciende a 280.000. ITF tratará de buscar el reconocimiento oficial de la deuda por parte del armador, dado que las condiciones que impone Filipinas para embargar el buque hacen inviable una acción de este tipo parte de la tripulación.

La representante de ITF manifestó su satisfacción por que se esté enfilando la salida a un caso de abandono que deja en evidencia la necesidad de que los proveedores de garantía financiera agilicen sus trámites: «El abandono fue notificado en febrero y, desde entonces, han transcurrido más de cuatro meses en los que los tripulantes no han cobrado y han tenido que pedir ayuda para recibir combustible y alimentos», dice Baz. Cierto que la pandemia complicó las cosas, pero no debería haberse llegado al extremo de dilatarlo cuatro meses.

El gasero Celanova, de bandera española y con 15 tripulantes -dos gallegos- permanecía fondeado desde el 17 de diciembre del año pasado frente a la bahía de Manila, lugar al que fue remolcado tras perder la pala del timón. La armadora alegó estar en quiebra y se desentendió del barco y su tripulación, a la que dejó de pagar en octubre.