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La pesca recuerda que es víctima del cambio climático, no la responsable

E. Abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

XAIME RAMALLAL

Critica que se pretenda cerrar el 30 % de los océanos sin sustento científico

27 sep 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

No falla. Es abrir la boca el panel de expertos sobre el cambio climático (el IPCC) y salir en tromba las organizaciones conservacionistas a exigir medidas que incluyen más trabas a la pesca. Porque proponer vedar a la actividad extractiva el 30 % del océano para proteger las masas marinas sin más es poner en el punto de mira al sector pesquero. Y esa, con la coletilla de que el 70 % restante se explote de forma sostenible, es una de las reivindicaciones planteadas en la carta que 50 organizaciones sociales ambientales -varias españolas- han dirigido a los líderes europeos proponiendo fórmulas para proteger los océanos del cambio climático.

Un fin loable, sin duda, porque, como subrayan los medioambientalistas, los océanos «desempeñan un papel fundamental en la salud humana y en la del planeta, nos protegen contra la degradación del clima, generan el oxígeno que respiramos y proporcionan alimento y medios de subsistencia a personas de todo el mundo». Justo por eso último: «El cambio climático es una de las mayores amenazas para la pesca; somos una víctima más, no la responsable», ataja rotundo Javier Garat, secretario general de Cepesca, la patronal pesquera española, y presidente de Europêche, su homóloga europea. Y como tal están actuando: «Gestionando de la mejor manera posible la actividad para ser más resistentes». De hecho, «en el caso de la UE, la mayoría de los stocks se encuentran en rendimiento máximo sostenible (RMS)»; es decir, pescando a un nivel que garantice la supervivencia futura de la población, añadió.

Alimentar al mundo

Y si bien es cierto que las áreas marinas protegidas son una «herramienta más de gestión», no una solución global: «No son la panacea, ni para solucionar todos los problemas de gestión, ni para mantener la biodiversidad», subraya Garat. Sostiene que habrá zonas «que se considere necesario» proteger y otras «que no se tienen por qué cerrar a la pesca».

Porque si algo no acaba de entrar en la cabeza de los conservacionistas, aparte de que la pesca es víctima del cambio climático, que no extrae pescado por deporte, sino para alimentar al mundo. Un mundo en el que, por cierto, cada vez hay más personas, «10.000 millones para el 2050», que necesitarán proteína, «sobre todo de pescado, que es la más saludable». Por tanto, vedar un 30 % de los océanos sin disponer de base científica sería «poner límites injustificados» al abastecimiento de alimentos y un obstáculo para el que tiene que ser el objetivo del sector pesquero: sacar el máximo alimento posible» sin poner en riesgo la supervivencia de las especies ni la de la propia actividad. La pesca también se ha sentido aludida al reclamar los ecologistas «la puesta en marcha un sólido tratado de Alta Mar para finales del 2020». Con ese tratado se refiere a las negociaciones que está habiendo a nivel internacional para gestionar la biodiversidad y gestionar los recursos genéticos marinos. Está bien que se tomen medidas, pero la pesca ya dispone, acuerdo de Nueva York del 95 mediante, de unos organismos que la regulan y que se llaman organizaciones regionales de pesca. Por tanto, cualquier instrumento jurídico que nazca de esa discusión tiene que estar en plano de igualdad con las normas que emanen de las ORP, no por encima ni puentearlas.

El reto del sector es sacar el máximo alimento posible sin amenazar su supervivencia

La huida de los peces hacia zonas más frías supone una amenaza para la sostenibilidad

 

 

De que la pesca es una víctima más del cambio climático dan prueba las alteraciones que han sufrido los caladeros a raíz del calentamiento global, que ha provocado un desplazamiento de las especies hacia zonas más frías causando, incluso, fricciones por su explotación. La caballa es el caso más sintomático. El cambio en la distribución impidió el consenso entre los Estados costeros implicados en su gestión y muchos de ellos se autoasignaron cuota.

Esos desplazamientos suponen también una amenaza para la sostenibilidad, como hace ver Marine Stewardship Council (MSC), la organización que distingue con su sello azul a las pesquerías respetuosas con el medio ambiente. En este sentido, Garat señala que el corrimiento de especies, que en el 2050 podría afectar al 60 % de las especies, según el IPCC, es «algo que habrá que tener en cuenta en la gestión pesquera» y que requiere «de una mayor coordinación y cooperación entre países». Pero, desde luego, «no es por culpa del sector».

Desde MSC apuntan que también «la industria pesquera debe adaptarse a las graves consecuencias del cambio climático». Llama al sector a adoptar un enfoque preventivo y a cambiar los métodos de pesca para incorporar las recomendaciones científicas y los cambios en los patrones migratorios de las especies.

Ya hay ejemplos de casos en los que se ha dado al traste con la sostenibilidad: el de la caballa del Atlántico, que perdió la certificación MSC, el bacalao del mar del Norte, que acaba de malograrse.