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Los turistas «aprenden» a mariscar

Monica Torres
Mónica Torres REDONDELA / LA VOZ

SOMOS MAR

M. Moralejo

Decenas de personas disfrutan de la experiencia de ir al xeito o al pulpo, rastrillar la playa o peinar el fondo de la ensenada de San Simón con profesionales del sector

19 ago 2019 . Actualizado a las 22:04 h.

Decenas de turistas se echan al mar este año en busca de los tesoros de Rande. No el de los galeones que se suponen hundidos desde la famosa batalla de 1702 y que desde entonces codician cazatesoros como el mismísimo capitán Nemo, al que Julio Verne llevó hasta la ría a bordo del Nautilus en Veinte mil leguas de viaje submarino. Los que atraen ahora a turistas de toda España son los de la principal industria del municipio, mundialmente conocidos y muy fácilmente localizables porque son los mariscadores de Cesantes los que les guían directamente hasta sus principales bancos.  

El turismo marinero en Redondela soltó amarres hace unos meses de la mano de Amarturmar, una asociación en la que a día de hoy participan dos mariscadores de a flote y artes mayores y once de a pie, explica uno de sus miembros, su secretaria Rosario Alonso. El objetivo es «poner en valor las actividades profesionales relacionadas con el mar y acercar a los visitantes a las labores que desarrollan los trabajadores del sector pesquero y marisquero en el interior de la ría de Vigo».

El choco protagonizó la primera de las rutas que pusieron en marcha, en Semana Santa, y desde entonces han organizado decenas de salidas, para marisqueo a flote, a pie, o al puerto. Todas con cupo lleno porque el interés que suscitan hace que algunos hasta repitan. Una de las más curiosas fue la del xeito, un arte tradicional y sostenible empleada desde el siglo XIV para pescar especies como sardinas, y que dejó boquiabiertos a cuantos compartieron con ellos la ruta nocturna hasta principios de agosto, cuando acabó la campaña.

La ruta, que hay que reservar con antelación en la página de Amarturmar (en la que se pueden consultar los precios), incluye poder ver cómo se vigilan las cuotas, las medidas o el paso por la cofradía de Redondela antes de su traslado a la lonja de Vigo, donde se vende

Han tenido hasta grupos de Mallorca que viajaron a Cesantes para poder convertirse en mariscadores por un día. Pero también son muchos los gallegos que compaginan el verano de sol, toalla y playa con este turismo activo y cultural. Fátima Ricón es del municipio limítrofe de Pazos de Borbén, donde sus padres regentaron un restaurante con solera, así que siempre disfrutó de los productos frescos del mar. De regreso estival al pueblo desde Madrid, donde reside hace doce años, se embarcó esta semana con su pareja, Vicente Fernández, para vivir la experiencia de mariscar en la ensenada de San Simón. «Era algo que tenía pendiente porque siendo de aquí no sé exactamente cómo se pesca», explicó antes de aventurarse. Hora y media después y tras haber vareado con maña para remover el fondo y recoger ella misma algunas almejas, la expresión de su rostro apoya su discurso. «Todavía admiro más a los trabajadores del mar. Yo conocía la otra parte, la de la lonja a la mesa, pero es aquí donde se ve que es un trabajo duro, no para una aficionada como yo. Hay que tener fuerza pero también maña para saber cómo peinar el suelo», declaraba al tocar tierra firme de nuevo. Fueron cinco los turistas que esa mañana salieron a mariscar hasta el barco de Severino Casal, de 48 años y en la mar desde los 16 (salvo un período de siete años en tierra). Solo las tres mujeres se metieron en faena mientras los varones se centraron más en el arte de la imagen para inmortalizar la experiencia con sus móviles.

Desde hace tres años la familia de Laura Campillo pasa unos día de verano en Sanxenxo. «Nos enteramos por Internet y no lo dudamos. Quiero empaparme de mar que trabajo todo el año con ordenadores», advirtió Laura al subirse a bordo. Lo consiguió, y con nota según los maestros. «Me ha encantado. Es increíble poder recoger la almeja tú misma», aseguró tras su logro.

El trabajo activo y en directo aporta un atractivo plus de adrenalina cual reality. «Lo que más les llama la atención es vivir la experiencia en primera persona. Cuando el otro día le abrí a un grupo una hueva de choco y vieron salir a la cría y que ya echaba tinta y se comía un pescadito, quedaron impresionados», recuerda Severino Casal. Loli Míguez, mariscadora como su madre, Ramona Casqueiro, fue la guía perfecta. Sin guión. Sus explicaciones fueron todo un océano de cultura marítima.