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La pesca exige freno a la fiebre por la minería marina hasta saber sus riesgos

e. abuín REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS MAR

La flota de altura sostiene que tiene gran impacto sobre las pesquerías y las especies

24 may 2019 . Actualizado a las 11:01 h.

La flota de larga distancia comunitaria trata de hacer entrar en razón a los organismos internaciones y convencerlos de que vedar a la pesca hasta el 30 % de los mares antes del 2030, como aprobó en su congreso de hace dos años la UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza), es exagerado. El arrastre ya está perfectamente regulado, con normas que dejan fuera de su alcance amplias zonas marinas de hábitats vulnerables. Pero aún así, el afán conservacionista que trata de expulsar al arrastre de alta mar no ha expirado y la pesca debe dar cada vez más pruebas de su respeto a la sostenibilidad y biodiversidad marina.

Y mientras el sector lucha contra los elementos para poder seguir explotando y obteniendo un beneficio económico de -y en esto hace énfasis- la extracción de alimento saludable para llenar la despensa humana, asiste atónito a la permisividad con que se le abren las puertas de las profundidades marinas a quienes les ha dado la fiebre del mineral y buscan en lo más fondo del océano coltán, casiterita y wolframita para fabricar móviles, por cuya sed ya ha habido estragos en tierra y podría haberlos en el mar.

En esta pelea la pesca tiene al lado, y no en frente, a las oenegés medioambientalistas, esas que quieren vedarle los mares en los que tienen su negocio. Y como los verdes, reclaman una moratoria sobre la minería de aguas profundas en aguas internacionales, sin excepciones, hasta que se hayan evaluado y comprendido por completo sus riesgos. Es uno de los puntos de la posición sobre el asunto que el miércoles aprobó el Consejo Consultivo de la Flota Comunitaria de Larga Distancia (LDAC), entidad en la que están sector, oenegés y Administraciones (stakeholders) para asesorar a la Comisión Europea.

«Va a resultar ahora que una red de arrastre es una maldición para los fondos marinos y una macroaspiradora que extrae todo lo que hay no afecta porque lo vuelve a escupir», ironiza Iván López, reelegido presidente por otros tres años en la misma sesión en la que se acordó solicitar el freno a la fiebre por la minería marina. López, como también ha hecho el Parlamento Europeo, pone en duda su inocuidad. Al revés, da casi por seguros impactos negativos y graves sobre las pesquerías, las especies marinas y el medio ambiente. Y si está errado, cree que la minería, como hace la pesca, debería demostrar que remexer el abyss en busca de minerales es compatible con la sostenibilidad y biodiversidad marina. 

Opacidad en las licencias

Otro aspecto sobre el que llama la atención el LDAC es que la concesión de licencias para extraer minerales no debería quedar bajo la jurisdicción de un organismo tan opaco como es la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, al menos mientras no demuestre «que la sociedad debe explotar la minería de aguas profundas en beneficio de toda la humanidad y no simplemente porque pueda ser económicamente viable y rentable para una empresa o país en particular».

Y si a la pesca, estrechamente vigilada por las ORP (Organizaciones Regionales de Pesca), se le exige el uso sostenible de los océanos, cumplir los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU, evitar los descartes, atender la economía circular... no debería ser de otra forma para la minería, e imponérsele el reciclaje: «Ocurre que es más fácil ir a buscar más coltán al fondo del mar que investigar para reutilizar el material empleado en móviles y en electrónica», dice López.

Por último, la pesca pide a Bruselas y a los Estados miembros que dejen de financiar o facilitar el desarrollo de la minería submarina y su tecnología. Países como Portugal, Polonia, Alemania y Bélgica son algunos de los que valoran buscar bajo el mar lo que no encuentran en tierra. Y ya hay en marcha acciones para dar con minerales en el Atlántico, el Índico y el Pacífico.