Patrocinado porPatrocinado por

Julio Iglesias, alcalde de Ares: «Las gallinas me dan paz y sosiego»

ANA F. CUBA ARES / LA VOZ

GANADERÍA

Iglesias con una de sus gallinas, a las que cuida y mima con esmero para lograr la recuperación definitiva de la raza
Iglesias con una de sus gallinas, a las que cuida y mima con esmero para lograr la recuperación definitiva de la raza JOSE PARDO

El regidor y profesor universitario forma parte del medio centenar de criadores gallegos que luchan por la recuperación y el reconocimiento de la raza Galiña Piñeira

25 nov 2022 . Actualizado a las 22:47 h.

A la Galiña Piñeira le gusta dormir en los árboles. Cuando llueve con intensidad o hace mucho frío se acurrucan en grupos en torno al gallo, y las noches templadas prefieren dispersarse por las ramas. «Solo usan los gallineros para poner los huevos», explica Julio Iglesias, criador y socio de la Asociación Galega para a Recuperación, Defensa, Produción e Promoción da Galiña Piñeira (Agalpi). Alcalde de Ares y profesor de Derecho Civil de la Universidade de Santiago, el año pasado se introdujo en la avicultura.

«Soy muy animalista, en mi casa siempre ha habido perro, de muchas razas, y pensé en el Can de Palleiro, por darle un sentido ya que está en peligro de extinción y hay una asociación en Galicia que lo está recuperando», relata. De ahí surgió su interés por las gallinas. «Leyendo descubrí que en Galicia hay una raza que estuvo al borde de la extinción y hay 50 espartanos empeñando tiempo, dinero y esfuerzo para que no se pierda», señala.

Para convertirse en uno de ellos contactó con Agalpi. «Fue dificilísimo conseguir gallinas porque quien las tiene las necesita para seguir criando y está muy volcado... Conseguí tres ancestrales y un gallo, y dos silvestres y un gallo. Empecé con eso, tampoco se necesita más, mi voluntad es ayudar, no producir huevos. Criamos, y cuando hay un ejemplar que responde muy bien a los criterios morfológicos y de color, lo reservamos para criar con él», indica.

Cuando anochece, gallinas y gallos se suben a las ramas de los árboles para dormir
Cuando anochece, gallinas y gallos se suben a las ramas de los árboles para dormir JOSE PARDO

Dentro de la raza Galiña Piñeira, reconocida como tal por la Federación Española de Avicultura, Colombicultura y Cunicultura de Raza (Fesacocur), hay dos variedades, también consideradas como tal por esta organización: la ancestral, o asalmonada (por su color), conocida tradicionalmente como pita da casa; y la blanca, o pita das neves. Existe una tercera, no reconocida por el momento, la silvestre, o aperdizada, por el predominio de los tonos amarillos y dorados que recuerdan a los de una perdiz.

Agalpi trabaja para que esta variedad sea considerada de igual modo que las otras dos. De hecho, Iglesias y otros criadores gallegos participaron en la reciente feria de Fesacocur en Jerez de la Frontera. «Llevamos seis ejemplares para que inicien el expediente de reconocimiento de la variedad», comenta. Una de sus hembras fue de las más valoradas, con 94 puntos (sobre 97), los mismos que obtuvo otra.

Sin reconocimiento de la Xunta

«Dimos el primer paso —subraya—; la silvestre era la que se criaba en el monte, por eso le llamaban los paisanos pita do monte; la blanca, en zonas de montaña; y la ancestral, en casa». Curiosamente, la Galiña Piñeira está reconocida como raza a nivel estatal pero no en el ámbito autonómico, donde solo figura la Galiña de Mos. «Estuvo desaparecida de los gallineros y sigue en peligro de extinción. Desde Agalpi intentamos recuperarla, pero no está reconocida por la Xunta como raza autóctona», constata. ¿Por qué se perdió? «Se empezaron a meter gallinas foráneas, desde el punto de vista industrial y productivo, porque ponían más huevos y eran más accesibles, las comprabas en cualquier sitio, y la Piñeira fue desapareciendo», dice.

Iglesias con una de sus gallinas
Iglesias con una de sus gallinas JOSE PARDO

«Ahora está en fase de lucha por la supervivencia», apunta. Y enumera sus cualidades: «Es preciosa, todoterreno, da buena carne y huevos muy ricos, está acostumbrada a nuestra tierra, muy bien aclimatada, no enferma, y es la única raza de España que tiene una variedad aperdizada, no hay ninguna otra con esos colores». Este aresano nacido en Compostela (su familia se asentó en Ares cuando él tenía cuatro años) selecciona los ejemplares que cumplen los requisitos morfológicos y de color. Remarca que la ancestral «es tan antigua que aún tiene dimorfismo sexual [hembra y macho son de diferente color], algo que no ocurre en otras razas».

Rambo y Schwarzenegger

Los gallos de las variedades ancestral y silvestre se parecen tanto que hay que marcarlos al nacer para poder distinguirlos. Iglesias resalta «el sentido de protección que tienen de las gallinas, las defienden a morir». «Tengo un gallo ancestral y otro silvestre que me atacan cuando voy al gallinero, y tienen cara de mala leche, les llamo Rambo y Schwarzenegger», cuenta. Todos tienen nombre. El más pacífico es Ramiro.

La gallina que cautivó a los jueces de Jerez de la Frontera es Amarela y una de las cinco primeras que ha tenido, Lorenza: «Conecté con ella desde el primer momento, dejaba que me acercara, no me tenía miedo, estuvo casi tres semanas en una jaula por el ataque de un águila, para darle el tratamiento». Algún disgusto ya le han deparado: «Tuve un gallo muy bonito, grande y potente, muy pacífico, que enfermó, lo vio diez días seguidos al veterinario, me lo llevé a casa y una noche dejó de respirar».

Los criadores intercambian y se prestan ejemplares para evitar riesgos de consanguinidad. Iglesias agradece «muchísimo» el apoyo, el asesoramiento y el trabajo de Agalpi: «Está luchando por la supervivencia de una raza propia nuestra, que encima es muy bonita». Y sugiere la posibilidad de que surja otra variedad, neogami, «porque hay gallinas de color rojizo, que no es tradicional pero podría ser considerada... Este es un mundo por crear, con mucha proyección».

Atención y cariño

Reconoce su entrega al gallinero (en una finca con frutales, donde duermen, cerrada para evitar ataques de zorros, azores o martas, los principales depredadores): «Les dedico atención y cariño. Las disfruto y desconecto del mundo, me dan paz y un sosiego increíble, me paso horas intentando encontrar rasgos diferenciadores». El perro, un Can de Palleiro, es su aliado: «Las pastorea, las defiende por la noche, está muy pendiente, se acuesta y se ponen a su alrededor. Y cuando hay un altercado intenta pacificar, se crio con ellas».

Ahora tiene unos quince ejemplares de estas gallinas semipesadas (hay razas ligeras y pesadas), «muy bien proporcionadas». Con los huevos que ponen entre abril y septiembre cría, y los del resto del año se los lleva a casa: «Son muy ricos... las gallinas comen manzanas, peras, berzas, insectos, lo que sacan del suelo y maíz, lo único que les doy». No le falta faena, para mantener limpias las camas donde ponen y abastecerlas de agua y comida. Allí desconecta del concello, las aulas, las reuniones y las diversas comisiones de las que forma parte.