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La vida con 60 vacas y un bebé: «Aquí haces 'agrofit' todos los días»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

GANADERÍA

Oscar Vázquez

La única ganadera del sur de la provincia compagina la lactancia materna con las labores de la explotación: «Mi niña no irá a la guardería, se criará en la naturaleza»

19 nov 2022 . Actualizado a las 19:44 h.

Ninguna mujer olvida el momento en el que descubrió que estaba embarazada. Diana Pino (Gondomar, 1978), tampoco: «Recuerdo un día que me costó un montón tirar de una ternera que estaba metida en la lama, la saqué con una carretilla y le dije a mi madre: ‘Mamá estoy mayor, me ha costado muchísimo tirar de la vaca’. Y resulta que estaba embarazada». Sumaba ya cuatro meses de gestación en los que no hubo ni reposo ni cautela, el principio del embarazo fue para Diana un entrenamiento para la vida que le esperaba con Elena (ahora de seis meses) ya en brazos. Pino lleva 23 años al frente de una ganadería en Baíña, Baiona, y ostenta con orgullo el título de ser la única ganadera del sur de la provincia de Pontevedra.

Entre vacas, cabras y ovejas suma más de 300 cabezas de ganado, unas 60 son vacas vianesas de carne. «Es una raza autóctona, tienen flequillo y son muy inteligentes. Están para la cría de terneros y tienen una vida placentera y feliz, sin préstamos ni hipotecas». Tras el parón de la baja por maternidad, Diana se ha vuelto a poner al frente de la explotación después de que su marido se hiciese cargo los cuatro meses que necesitó para recuperarse de un posparto complicado, tras una cesárea y un embarazo de riesgo. «Volver a empezar me está costando una barbaridad», confiesa.

Desde que nació su bebé, a las tareas de la ganadería y el campo hay que sumar las tomas de la lactancia, los cambios de pañal y las malas noches propias de una niña de seis meses. Ni horarios ni días libres ni vacaciones, ni para la Diana madre ni para la Diana ganadera. Cuando está a punto de arrancar la entrevista, da de mamar a su niña y atiende llamadas de teléfono porque una de sus cabras está dando a luz en el monte y necesita ayuda. «Tuve la oportunidad de trabajar de otra cosa, estuve varios años regentando un taller mecánico, pero yo prefiero tener menos dinero y estar feliz. Estar con las vacas me da paz y tranquilidad, es fluir con la naturaleza. Esto te mantiene en forma, haces agrofit todos los días». Aunque reconoce que ahora mismo necesita la ayuda de su marido para poder atender a la niña y la granja. «De momento las vacas se ponen nerviosas si me ven con ella en el colo, ahora mismo, necesito que Tino atienda a Elena cuando estoy con los animales».

La vocación le llegó siendo una niña, de pequeña ya ayudaba a su padre en las tareas del campo, lo hacía de forma voluntaria, feliz de estar entre las reses. «Siento atracción por las vacas, me dan paz. No las acaricio, salvo a las que críe a biberón, pero paso mucho tiempo con ellas. Les tengo nombre a todas y las distingo perfectamente, cada una tiene un carácter».

Quiere que esta vida en el campo sea el escenario de los primeros recuerdos de su hija. La mayoría de bebés de la edad de Elena se matriculan en un centro infantil al empezar sus madres a trabajar, Diana ni se lo plantea. «Mi niña no irá a la guardería, se criará en la naturaleza, aprendiendo a contar con las cabras, entre las vacas. Si se cae en el barro, hay lavadoras, pero yo quiero que venga a coger la hierba con mamá. Ahora tenemos a los niños en una burbuja, que no se manchen, que no coman nada del campo... Pues yo creo que el McDonald’s es más problemático. A mí me gusta el silencio de la montaña y quiero que la niña aprenda a apreciarlo». Aunque Diana y su pareja viven en la parroquia baionesa de Baíña, se desplazan a diario a la granja, en la Serra da Groba. Allí las siestas de Elena duran dos horas en vez de quince minutos, «y mira que hay ruidos, ladra el perro, a veces hay maquinaria... Pero es otra energía, no sabría explicarte».

«Mis vacas están esbeltas»

La subida de los precios de los cereales está ahogando a los ganaderos gallegos y Diana no es una excepción. Se suman las dificultades de tener reses en un territorio con poco pasto, como las Rías Baixas, o la falta de veterinarios especializados, que tienen que desplazarse desde Lugo. «En primavera hay pasto pero el resto del año capeamos como podemos. No están flacas ni gordas, están esbeltas. Les ponemos forraje y pectina de limón, que es fuente de proteína que nos traen de una fábrica de O Porriño. No sé si vamos a poder mantener el volumen de ganado pero lo que sí sé es que no me va a faltar un filete en la mesa para mi niña».

Esta ganadera litiga desde hace años con los comuneros de Baíña para conseguir derecho para que sus reses puedan pastar en el monte comunal. Cree que tras este conflicto hay machismo: «En todos los sectores hay pero en la ganadería más. El primero que me dejaba fuera del corral era mi padre. Yo tengo bastante fuerza pero los hombres siguen viéndote diferente si eres mujer. Me gustaría jubilarme de ganadera, pero no sé si lo voy a conseguir».

Su canción

«Thunderstruck» de AC/DC. «Con esta canción las vacas mueven el rabo de forma diferente, a las cabras les encanta. Este tema me sube el ánimo, aunque desde que ha venido Elena pongo menos música y escucho más los sonidos de los pájaros, los grillos... En la naturaleza tienes mejores melodías que las de AC/DC».