
La Fundación Franz Weber sostiene que esta práctica es un tipo de maltrato penado por la ley y asegura que, a pesar de sus denuncias, se sigue dando en la comunidad gallega
01 feb 2022 . Actualizado a las 10:00 h.Un decreto de la Xunta del año 2013 prohíbe que se pueda colocar cualquier tipo de artefacto en las patas de los caballos, una normativa que se redactó con el objetivo de acabar con una práctica asentada en toda la cornisa cantábrica que limitaba la movilidad de estos animales, impidiéndoles alejarse demasiado de donde tenía las propiedades su dueño. Para ello se les colocaban unos cepos o incluso una simple cuerda que ataba las dos patas delanteras, impidiendo así que el animal se pudiera mover libremente. Pese a estar prohibida, esta práctica sigue llevándose a cabo, aseguran los responsables de la Fundación Franz Weber. Este mismo fin de semana encontraron en Domaio dos caballos con las patas atadas. Desde esta entidad insisten en que este tipo de medidas puede causar un grave daño al animal.
«O animal non se pode mover correctamente e iso pode provocar accidentes de tráfico ou que se faga moito dano cando cae ou cando mete a pata nas rochas, podendo incluso chegar a mutilarse», asegura Rubén Pérez, portavoz de la fundación. Atar las patas de los caballos salvajes con cuerdas o cadenas «é unha práctica gandeira que se repite en Euskadi, Cantabria, Asturias e Galicia e que non ten base científica algunha», insiste. Porque no se ha demostrado que, tal y como defienden los que la practican, «evite que os cabalos vaian para os cultivos ou para as carreteiras». En su opinión, lo único que se consigue con ella «é que as eguas cando están preñadas non marchen de onde quere o gandeiro para que cando naza o poldro poder collelo e vendelo», argumenta.

La Fundación Franz Weber lleva desde el año 2011 denunciando lo que considera un claro caso de maltrato a los caballos en el monte. Pero la tarea no es sencilla. Sobre todo porque, cuando aparece un animal con las patas atadas, casi nunca está identificado quién es su dueño. «Nunca sabemos de quen é o cabalo e os veciños da zona teñen un pacto de silencio que dificulta moito o noso traballo», argumenta Pérez. Aún así, han conseguido ya algunos avances, como que la fiscalía provincial de Medio Ambiente abriera diligencias porque casos como este pueden suponer un maltrato al animal. «Creemos que faltan sancións e certa concienciación para rachar con esta práctica porque hai xente que considera que, como se fixo toda a vida así, jnon se lle causa dano ao animal», asegura.
El sistema que utilizan los ganaderos ha ido evolucionando. Primero se ponían cepos, unas piezas de madera que eran todavía más peligrosas. Ahora se apuesta por atar con una cuerda las dos patas delanteras o en diagonal. Esta cuerda se cubre, en la parte de las pezuñas, con un trozo de plástico, normalmente un pedazo de la goma de las mangueras, «é de cor verde e así camuflan mellor o que están facendo», explica Pérez. Pero el daño que se la hace al animal sigue siendo el mismo, impidiéndole moverse correctamente. Además, también provoca que el caballo ocasione más daños allá por donde pasa. «Hai comunidades de montes que están a denunciar estas prácticas porque o cabalo, cando vai así, é coma un arado e levanta todos os cultivos e estropea todo», añade.
El problema es que, a pesar de todas las denuncias y campañas de la Fundación, este tipo de prácticas se siguen realizando. Prueba de ello fueron los dos animales que encontró una turistas que estaba paseando por Domaio. «Domaio é un punto negro, porque sempre hai gando equino ao que lle colocan cepos e cordas», argumenta Pérez. En este caso eran dos caballos los que tenían las patas atadas. «O normal é que llos coloquen a eguas preñadas ou ao lider da manada, porque así mantén o grupo o máis xunto posible», sostiene. A pesar de todos los obstáculos, la Fundación seguirá adelante denunciando todos los casos que encuentre y anima a los vecinos a colaborar con ellos para poner fin a este tipo de prácticas.