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Gemma San Pedro, cabrera: «Al final todos tenemos que ser macro; si no, no es rentable»

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

GANADERÍA

CARLOS CASTRO

Lleva once años dirigiendo su granja ecológica y en extensivo y lamenta que el consumidor no valore la carne que ella produce

15 ene 2022 . Actualizado a las 10:19 h.

Hace ya once años que Gemma San Pedro puso en marcha su explotación ganadera en el municipio de Guntín, en Lugo. «Soy cabrera», reconoce hoy en día con orgullo, porque su trabajo le encanta. El problema, es que no es lo suficientemente rentable, «porque todo lo que sacas lo tienes que reinvertir», explica. Ha hecho cálculos y considera que, para llegar bien a fin de mes, precisaría criar 600 animales, más del doble de los que tiene ahora, por eso está pensando en diversificar. Porque el manejo en extensivo y ecológico de una granja con 600 cabras sería imposible para una sola persona, como es su caso. «Al final, todos tenemos que ser macro, porque si no, no es rentable», concluye. Y lamenta que el consumidor no valore adecuadamente sus productos, ni la calidad que estos tienen.

Gemma ha echado cuentas de los años que lleva trabajando y de la evolución que ha seguido su explotación. «Y lo que me sale es que, para llegar bien a fin de mes, tendría que criar 600 animales», asegura. Porque en su granja todo lo hace ella, desde cuidar a las cabras hasta llevarlas al matadero, pasando por el reparto a domicilio. «Me veo con 42 años y que no me dan los números, solo me da para seguir manteniendo la explotación», añade. Así que ha puesto a la venta 150 de sus cabras, porque su idea es, a partir de la primavera, diversificar e intentar compaginar las cabras con la cría de otros animales, para ver si así mejoran los números.

La presencia del lobo

Varios son los problemas con los que se encuentra esta ganadera. El primero, el ataque de animales salvajes. «A finales de noviembre vi dos lobos a diez metros de mí que intentaron llevarse a una cabra, suerte que los perros la salvaron», cuenta. También el zorro es una amenaza, que le ha matado ya cinco cabritos en las últimas semanas. Y eso a pesar de que tiene más de siete kilómetros de cierre y seis mastines que cuidan del ganado. «Me paso todo el día vigilando y me veo desbordada. Veo rastro del lobo todos los días y notas su presencia porque las cabras no quieren moverse», cuenta. Considera que la situación, lejos de mejorar, podría empeorar ahora que se ha prohibido la caza del animal. «Hay un desequilibrio bestial y yo trato de blindarme, pero ni así evito el problema», cuenta. Eso a mayores de que mantener los sistemas para evitar los ataques no es barato. «Tengo seis mastines a los que tengo que dar de comer todos los días y siete kilómetros de cierre que ahora debería renovar», explica.

Trabajo esclavo

Otro problema es que Gemma trabaja todos los días de la semana una media de 16 horas. «No desconecto y eso tampoco se valora», explica. Porque a pesar del mimo con el que trata a sus animales y de los cuidados que estos reciben, el consumidor no siempre está dispuesto a pagar lo que vale este esfuerzo. «Saco un producto buenísimo. Crío a mis animales sin pienso, solo con leche, pasto y lo que comen en el monte», asegura. Y entiende que la situación económica de las familias es cada vez más complicada, «pero yo me siento casi como si regalase mi producto», asegura. El aumento de los costes de producción le obligaría a subir los precios, pero no lo hace «porque sé que habrá muchos que no lo compren, aunque también tengo clientes buenos», sostiene. Lamenta que los consumidores vayan a las grandes superficies y supermercados y paguen lo que estas piden por la carne sin rechistar, «y después, a nosotros, nos exprimen. Y eso que los corderos lechales que anuncian por ahí no vieron la leche en su vida», lamenta.

Gemma insiste en que ella es cabrera, «mis cabras son mi vida», pero reconoce que necesita una estabilidad económica. Por eso ha decidido dar un paso más y poner a la venta 150 de sus animales para sustituirlos por otra especie. Quiere comprobar si son más rentables, «porque en esto las perspectivas son cada vez peores», asegura. Ha valorado todas las opciones, porque reconoce que la parte más difícil es la comercialización de sus productos. «El matadero nos cobra 13 euros por cabrito, pero si te la lleva un tratante tampoco vas a sacar más de 60 euros por animal y eso con suerte», argumenta. Así que ha llegado a la conclusión de que «al final, todos tenemos que ser macro, porque si no, no es rentable», afirma en relación con las polémicas declaraciones del ministro de Consumo, Alberto Garzón, sobre las macrogranjas. «O eres macro o es muy difícil salir adelante», insiste, aunque también tiene claro que es complicado convertirse en una explotación grande haciendo el manejo que ella hace, en extensivo y en ecológico. Es así como le gusta criar a sus animales. Aunque el consumidor no valore cómo debería todo el esfuerzo que realiza a diario.