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Lo que Garzón no sabe de las granjas intensivas gallegas

X.R. Alvite REDACCIÓN

GANADERÍA

Terneras de recría para dar el relevo generacional en la granja en la que nacieron en Mazaricos
Terneras de recría para dar el relevo generacional en la granja en la que nacieron en Mazaricos Alvite

El bienestar animal es una prioridad en unas explotaciones que no superan las 850 vacas adultas, el máximo permitido en el proyecto de real decreto para regular las granjas bovinas

07 ene 2022 . Actualizado a las 18:32 h.

Más del 80% de la producción gallega de leche y carne procede de granjas intensivas. Es decir, de establos en los que los animales permanecen estabulados la mayor parte del tiempo. Esto no significa, sin embargo, que se trate de macrogranjas —ninguna supera las 850 vacas adultas que se recoge como número máximo permitido en la propuesta inicial planteada por el Ministerio de Agricultura en su real decreto de ordenación de las granjas bovinas—, ni mucho menos que se realice un trato vejatorio o inhumano de los animales.

Al contrario, el bienestar animal se ha convertido durante los últimos años en una de las prioridades de los profesionales gallegos que no han dudado en invertir, según los datos recogidos en los planes de mejora de explotaciones gestionados por la Consellería do Medio Rural, más de 350 millones de euros desde el 2016 en la ampliación y modernización de sus instalaciones con el fin de optimizar las condiciones en las que se alberga el ganado.

«Nunca antes as vacas estiveron tan coidadas como o están agora. Absolutamente todo o que facemos vai encamiñado a que os animais estean máis cómodos, máis sans e sexan máis lonxevos que nunca. Os que nos critican deberían de visitar algunhas granxas antes de falar porque ían levar unha sorpresa importante. Ogallá moitas persoas, atrévome a dicir, tivesen os coidados dos que desfrutan actualmente as vacas leiteiras», apunta José Manuel Fernández Villar, uno de los tres socios de SAT Busto Corzón que, con más de 500 vacas en ordeño y una cabaña total que supera las mil cabezas, es una de las mayores explotaciones lácteas de Galicia.

Esa misma opinión la comparten desde el departamento técnico de Africor, la entidad encargada del programa oficial de control lechero en la comunidad. «O cambio foi espectacular nas dúas últimas décadas. Os gandeiros levan moitos anos concienciados de que, canto máis feliz estea unha vaca, máis rendible será. De aí que todos os seus esforzos se centren no coidado do seu rabaño», apunta uno de los controladores de esta entidad en la provincia de A Coruña cuyo trabajo consiste en visitar granjas diariamente para medir la cantidad y calidad de la leche que producen.

Otro tanto sucede con las explotaciones cárnicas que, si bien en el caso gallego, acostumbran a tener un carácter más familiar —apenas se registran una treintena de cebaderos vacunos industriales de mediano tamaño en la comunidad— también destacan por la excelente calidad de la materia prima que producen. «Ninguén está máis interesado que nós en que os animais estean ben, máis sans e coidados que nunca. O que non trata ben aos seus animais, vai na súa contra. Os que nos comparan coas grandes explotacións de 10.000 ou 20.000 cabezas que hai noutros lugares, non viven na realidade, nin moito menos coñecen o que facemos», apunta Jonathan Cives, propietario de un cebadero de terneros en Mazaricos que señala las continuas inspecciones a las que son sometidos para garantizar el cumplimiento de las diferentes normativas relativas a la cría y engorde animales. «Non so se controla as condicións nas que están os animais durante toda a súa vida, todo o que comen, a calidade da auga que beben ou os medicamentos que reciben, senón incluso as condicións nas que se transportan a outras granxas ou feiras», apunta. Y por eso critica el daño que hacen declaraciones como las del ministro de Consumo, Alberto Garzón, al conjunto del sector agroalimentario gallego: «Nin nos poden meter a todos no mesmo saco, nin se pode criticar sen coñecer a verdadeira realidade dun sector que investiu centos de millóns en cumprir as diferentes normativas que se foron poñendo en marcha. Se sabe de cousas que alguén fai mal que as denuncie e senón que cale a boca».

El trabajador de una granja de Lugo prepara la cama de las vacas en una imagen de archivo
El trabajador de una granja de Lugo prepara la cama de las vacas en una imagen de archivo

Más allá de eso hay datos que hablan solos. Cerca de la mitad de la leche que se produce diariamente en España, alrededor de 19 millones de litros, sale de granjas gallegas y, a su vez el 90 % de esta cantidad, procede de explotaciones que cuentan con algún tipo de certificación de calidad y bienestar animal.

En este sentido, el estándar mayoritario es el denominado Welfare Quality, promovido por más de una veintena de instituciones de 13 países diferentes. Un sistema de auditoría que vigila más de un centenar de parámetros diferentes que se agrupan en cuatro principios básicos: buena alimentación, buen alojamiento, buena salud y comportamiento apropiado. En este sentido, las granjas gallegas distinguidas con el sello de bienestar animal no solo destacan por el buen estado físico y sanitario de su rebaño _se analiza la morfología de cada una de las reses y la ausencia de heridas, enfermedades o dolor_, sino también por unas instalaciones cómodas y funcionales que permitan una buena movilidad de la vaca tanto para acceder a la comida y bebida como hacia sus zonas de descanso. Tanto es así que no deben pasar más de cinco segundos entre que el animal inicia la maniobra y acaba acostándose en su cubículo. Igualmente se presta especial atención a la temperatura y humedad del establo así como a otros aspectos que puedan provocar lo que se denomina estrés térmico, una circunstancia que genera gran sufrimiento entre las reses.

El protocolo Welfare Quality también incide de forma significativa en el comportamiento de los miembros del rebaño, tanto entre sí como con el ser humano o el entorno. Las interactuaciones entre los animales se miden en función del número de cabezadas, peleas o persecuciones por el establo que se produzcan, mientras que para evaluar su relación con el ganadero se analiza la denominada «distancia evitacional» o, lo que es lo mismo, los metros a los que la vaca empieza a recular al encontrarse con una persona.