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Ganadería extensiva, mucho más que producir carne

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GANADERÍA

ALBERTO LÓPEZ

La función de esas granjas va más allá de la mera cría de animales para alimentar a la población porque contribuyen a la conservación de la biodiversidad, frenan incendios, fomentan el relevo generacional y mantienen vivos los pueblos

05 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Allá por el año 1976, durante una intervención en relación a los problemas que atravesaba entonces el Pirineo recogida en la biografía escrita por Benigno Varillas, Félix Rodríguez de la Fuente comentó: «Si algún día desaparecieran los pastores y sus rebaños de las sierras, de los páramos y de las montañas españolas, los conservacionistas, los biólogos, los ingenieros de Montes, yo mismo, deberíamos convertirnos en pastores y volver a mover los rebaños por las cañadas si queremos que sobrevivan los buitres y las especies que encuentran una parte importante de su sustento en las carroñas».

Aquella reflexión no es más que la confirmación de la importancia que la ganadería extensiva _la que en Galicia practican los ganaderos dedicados a la producción de Ternera Gallega Suprema, los criadores de porco celta o los pastores que se dedican a la cría de ovejas o cabras_ a la hora de cumplir con los objetivos que marcan desde Bruselas estrategias como De la Granja a la Mesa o Biodiversidad. Eso explica también la razón por la que este tipo de granjas familiares que conservan los tipos de manejo tradicionales son merecedoras de las ayudas asociadas de la política agraria común (PAC)

De hecho, hace solo unas semanas el Comité Económico y Social Europeo aprobó un informe sobre los beneficios de la ganadería extensiva y de los fertilizantes orgánicos en el contexto del Pacto Verde Europeo, donde se especificaba que este modelo de manejo, basado en praderas y pastizales permanentes, «contribuye favorablemente al mantenimiento de los paisajes y de los llamados servicios medioambientales, como la protección de la biodiversidad y los hábitats, el secuestro de carbono y la prevención de incendios forestales, que limita los efectos derivados de las inundaciones y evita la erosión del suelo». No solo eso porque además alude a como asegura el mantenimiento de la población en el medio rural e impulsa el relevo generacional y la viabilidad de las explotaciones familiares. 

 El problema es que, como explica otro documento de debate sobre este tipo de ganadería elaborado en julio del 2020 por WWF España, Trashumancia y Naturaleza, la Sociedad Española de Pastos y la Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo, «por su vinculación con el territorio, la ganadería extensiva cuenta con una serie de dificultades añadidas» que es preciso compensar. Sobre todo por las funciones que ejerce más allá de la mera producción de alimentos. 

Este último documento describe obstáculos como «la mayor dependencia de las condiciones climáticas, la disponibilidad de pastos de producción irregular, mayor mano de obra, la ubicación de las granjas en territorios de más complicado acceso (un ejemplo son las granjas de vacuno que hay por la alta montaña de Lugo o Ourense), la irregularidad en la producción o el menor tamaño de las explotaciones, algo que complica la comercialización de los productos o merma su capacidad competitiva en una economía de escala. Todos esos factores hacen que los costes de producción sean mayores, pero en la mayor parte de los casos no se ven compensados con los precios que los ganaderos obtienen  por sus productos diferenciados.

No hay más que repasar las últimas protestas protagonizadas por los ganaderos de vacuno en Galicia. Sus animales, criados en libertad junto a sus madres, no alcanzan en el mercado un precio suficiente para poder cubrir unos costes de producción que no dejan de engordar. Su reivindicación: o pagan precios justos por sus animales o no les quedará otro remedio que cerrar. No solo peligra su supervivencia, peligra también la del medio rural y la del medio ambiente.