Patrocinado porPatrocinado por

Millennials de la Costa da Morte que rompen estereotipos desde el agro

Marta López CARBALLO / LA VOZ

GANADERÍA

ANA GARCÍA

Andrea, Manuel y Jorge han apostado por el sector primario y por quedarse en el rural. Estas son sus historias

06 abr 2021 . Actualizado a las 12:07 h.

«Oes comentarios negativos moitas veces, claro, pero eu sempre lles contesto que ter unha explotación gandeira é un traballo coma outro. A xente pensa que estamos como hai vinte ou trinta anos, pero as cousas cambiaron». Es la reflexión de un joven de 19 años, de Borneiro, que está acabando de formarse para incorporarse a la explotación láctea familiar. Porque ser joven y querer trabajar en alguna actividad agraria son dos cosas totalmente compatibles, no la última opción de quien se ha quedado ya sin cartuchos. Manuel, Andrea y Jorge representan a un sector de la juventud que ha apostado por fijar base en el rural y aportar su grano de arena a la profesionalización del sector agrario. Estas son sus historias:

ANA GARCÍA

En casa de Andrea Canosa siempre hubo vacas, y aunque ella en un principio probó suerte en otro sector estudiando técnico de farmacia, al final se dio cuenta de que lo suyo era el campo y se propuso preservar el legado familiar poniéndose al frente de la ganadería Dego. «Non cambio isto por nada», dice a día de hoy, algo más de un año después de dar el gran cambio. Fue justo una semana antes de la pandemia y lo cierto es que la granja fue para ella un oasis en el que abstraerse de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. «Vía nas redes como todo o mundo estaba estresado por non poder saír, pero eu aquí non notei nada, máis que non poder quedar cos amigos e a familia», sostiene esta joven de 22 años de Ponte Olveira (Dumbría).

Aunque su formación poco tiene que ver con la actividad ganadera, lo cierto es que ha podido aplicar sus conocimientos sobre farmacia a su rutina diaria: «Controlo case todos os medicamentos [dos animais]», sostiene Andrea, que ha fijado en la robotización su gran objetivo. Actualmente tienen alrededor de 300 cabezas de ganado y espera obtener una ayuda para renovar el sistema de ordeño. «O máis difícil foi convencer ao meu pai para traer estas innovacións, porque el estaba afeito a facer as cousas como toda a vida, pero eu creo que hai que cambiar o método de traballo, ter novas instalacións e robotizar o que se poida. É unha comodidade ter todo baixo control dende o móbil», señala la joven.

Cree la dumbriesa que hay que desterrar la vieja idea del labrador sacrificado. A quien esté valorando emprender este camino, le diría la joven «que isto para nada é un atraso e que non se traballa como hai vinte anos. Esta é unha empresa na que estás ao teu aire e organizas ti mesmo o teu traballo», sostiene.

Ana Garcia

Que el futuro pasa por innovar es algo que también tiene claro el cabanés Manuel Romero, de 19 años, que está acabando su formación en Fonteboa antes de coger las riendas de la explotación familiar. Hace prácticas en la SAT Torres de Salto (Vimianzo) mientras en casa tienen sobre 70 animales, que serán algunos más en cuanto concluya la ampliación que le están haciendo a la nave. A él le gustaría seguir creciendo o incluso hacer un espacio nuevo, para acoger por ejemplo a las novillas, que tienen ahora en una nave alquilada. «Hai que automatizar moitas cousas», reflexiona Manuel, que aunque al principio no contó con la comprensión total de sus padres, ahora sí les ilusiona la idea de que alguien dé continuidad a su trabajo. «Hai que innovar, usar novas tecnoloxías, coller o máximo de datos e aplicalos», añade el joven, que valora positivamente las visitas a explotaciones que hacen en el ciclo de ganadería que cursa en Fonteboa: «É onde máis aprendes».

Por desgracia han sido muchos los comentarios negativos que ha tenido que escuchar desde que emprendió este camino, «sobre todo de xente maior, que ten aínda moitos prexuízos e pensa que isto é coma antes. A quen lle guste isto diríalle que adiante, que o faga sen ter en conta o que vaia pensar a xente. Para adiante sempre», sostiene el de Borneiro.

Ana Garcia

Desde Zas y con algo más de trayectoria a sus espaldas está Jorge Rey, de 29 años. Cuando acabó el bachillerato se formó en Fonteboa y se unió a su madre en un negocio de horticultura que ya ella había iniciado, un negocio en el que Jorge vio rentabilidad y que hoy día se ha convertido en su profesión.

Cultiva entre seis y siete hectáreas, y si al principio empezó con tan solo 3 cultivos -judía, repollo y algo de lechuga- ahora tiene alrededor de 16, que vende mayoritariamente a Gadisa. Contar con el apoyo de una gran superficie es una «tranquilidade», sobre todo en momentos tan complicados para la hostelería por la llegada de la pandemia.

En Zas tienen 1.500 metros de invernadero y el resto lo cultivan al aire libre, siendo el repollo el producto más cotizado, a pesar de que el puerro va ganando terreno. Al plantar a la intemperie dependen del tiempo, pero es algo a lo que en Galicia, dice, «temos que estar afeitos».

Desde que empezó con el negocio, hace unos ocho años, la progresión ha sido siempre positiva y la facturación ha ido aumentando, pero a una persona que se plantee unirse al sector le aconseja: «Ten que gustar. Isto non é un traballo de luns a venres».