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«A xente que proba un chourizo caseiro xa non quere comer outro»

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS VILALBA / LA VOZ

GANADERÍA

CEDIDA

Cristina Prieto, de Friol, lleva a ferias de Lugo y de A Coruña una producción lograda de modo tradicional

18 abr 2020 . Actualizado a las 11:00 h.

Chorizos caseros que hasta se pueden comprar en la casa de quien los elabora. Cristina Prieto, que vive en la parroquia friolense de Xiá, tiene estas semanas menos salida para su producción de chorizos, que suele vender en ferias de las provincias de Lugo y de A Coruña: Friol, Parga, Curtis, Betanzos y Perlío (Fene) son algunos de sus destinos habituales.

Lo que hace es una adaptación de lo que puso en marcha su padre hace ya años. Él empezó a vender fuera de casa algunos chorizos fabricados en la matanza casera; la hija creó una empresa y amplió el radio de acción, pero sin renunciar a un modo de crianza y de trabajo con la carne que expone como ejemplo de producción de total confianza.

Los cerdos son comprados y pasan dos o tres meses en casa antes de ser llevados al matadero. En ese tiempo reciben una alimentación natural, compuesta por patatas, harina de maíz, algo de trigo, berzas y nabos. Cristina Prieto no solo enumera esos productos, generalmente cultivados en casa, sino que agrega otro detalle que estima básico: «Nada de penso», dice.

Tras el matadero, a casa llega la carne, a la que se le da sal antes de incorporarle pimentón, ajo y pimiento picante. Una vez revuelto todo, se lleva a cabo la elaboración. «Isto é todo natural, que é o que lle dá sabor e valor», recalca Prieto, que también destaca la importancia de elaborar los chorizos en su justo momento, no con prisas pero tampoco dejando pasar siete u ocho días. En su caso, afirma, suelen elaborarse al día siguiente de la incorporación de los citados ingredientes.

A esa elaboración, en la que se pueden apreciar un proceso tradicional, se le une el ahumado, para el que Cristina Prieto tiene reservada una sorpresa. El local destinado se convierte casi en una lareira, porque en el suelo se depositan brasas de un horno de leña, procedentes de la panadería familiar, que ahora no gestiona su familia sino que está alquilada. La cercanía a su casa permite ese proceso.

Con todo ello, pues, están listos los chorizos que Cristina Prieto lleva una o dos veces al mes a los lugares con feria a los que suele acudir. En todos tiene una clientela bastante fija, que, recalca, «é a que vale». Esos compradores, explica, aprecian bien la calidad del producto: «Os que proban un chourizo caseiro xa non queren comer outro, iso garántocho eu», manifiesta.

La cantidad de chorizos con los que va a las ferias depende tanto de los lugares como de las épocas del año, pero a veces transporta varias cajas, con 15 docenas en cada una. Se venden por docenas y por medias docenas, y de unos meses a otros cambian los gustos de los compradores: en verano tienen mejor salida los chorizos curados, que se comen crudos; en invierno se venden mejor los que están más verdes, que se usan para diferentes platos. En unos y en otros momentos, comenta esta vendedora, aún aparece alguna vez la costumbre del regateo, ante el que ella se muestra inflexible. Lo hace avalada por la calidad de su mercancía: «Se á xente lle dás cousas boas, non cambia», opina.

Lo que tampoco prevé cambiar es el sistema o la cantidad de producción, porque no le interesa comprar máquinas para introducirse en una fabricación a gran escala ni variar sus circuitos de venta y sí, en cambio, conservar unos clientes que agradecen la calidad que ofrece.