Víctor Piñeiro, de Cospeito, está libre de ataques a su ganado desde que cuenta con mastines que lo protegen

XOSÉ MARÍA PALACIOS
Redactor

Hace varios años, Víctor Piñeiro sufrió un ataque del lobo a su ganadería. En Cospeito -en el centro de la Terra Chá, no en las zonas montañosas de sus bordes- murieron diez ovejas. Otros vecinos suyos se vieron, más o menos por esas fechas, en una situación similar, y acabaron por renunciar a tener animales. Él sigue con sus ovejas y está seguro de contar con una barrera contra el lobo de eficacia contrastada.

Comentarios que había escuchado e indagaciones realizadas por su cuenta lo pusieron en contacto con un criador de mastines de León. Ya había tenido un perro de esa raza, aunque los resultados no fueron buenos: «Marchaba, abandonaba o gando», recuerda Piñeiro. Conocer al criador leonés le permitió descubrir otro mundo, con mastines de libro genealógico cuidando de rebaños ovinos en los que las reses superan ampliamente las mil cabezas.

Trajo para su casa una perra, Senda, que aún vive. El aprendizaje, recuerda, no le resultó difícil, aunque también reconoce que no hay muchos secretos. Lo importante, afirma Piñeiro, es procurar desde el primer momento que el perro pase el mayor tiempo posible con el ganado: «Se o can ten instinto, non lle fai falta moito máis. O seu instinto ha facer que estea sempre co rabaño», explica.

En este caso, desde luego, no parece haber duda de que sus perros guardianes sí disponen de ese instinto. Además de Senda tiene un perro de seis meses, Golfo, y la realidad es que la presencia de los mastines supone, desde hace unos años, la ausencia de ataques de lobo. No solo está seguro de que su medida ha sido eficaz, sino que no cree en la posibilidad de aplicar otras: «Outro remedio non hai», dice.

 Un mastín no destaca por la necesidad de una alimentación abundante porque, manifiesta Piñeiro, la vigilancia de las reses no le exige un gran desgaste. Él les da sobre todo pienso -de calidad, matiza-. De todos modos, agrega, la situación es diferente cuando esos animales están encargados del cuidado de ganado trashumante. Tampoco están expuestos a enfermedades particulares, si bien debe procurarse que no sufran lesiones en la cadera.

Los mastines, opina Piñeiro, valen también para proteger casas. También admite que algunos los compren solo por su aspecto físico. No obstante, por encima de todo está su capacidad de proteger un rebaño: «Ningún animal é mellor ca o mastín contra o lobo», sostiene Piñeiro, que destaca que estos perros tienen apego al ganado y son equilibrados.

Cachorros vendidos a Extremadura y a Andalucía con buenos resultados

Un mastín, explica Piñeiro, tiene un precio variado: los suyos costaron 1.000 euros, aunque se pueden conseguir algunos ejemplares por menos de 100. Su perra fue cruzada con otros animales, y animales nacidos de esos partos acabaron en los lugares más variados. Vendió cada cachorro por 400, aunque esa no es una dedicación intensa en su caso. «Se a xente sabe que tes bos cans, pídechos», afirma.

Estos perros se adaptan a cualquier terreno. Tal es su capacidad que sendas crías salidas de Cospeito están ahora en Extremadura y en Andalucía, en donde cuidan explotaciones de ganado ovino y caballar. Del resultado no parece haber duda alguna, puesto que los compradores de los perros, tal como comenta Piñeiro, están encantados. Su perro, cuando llegue a ser adulto, también se utilizará como reproductor para que nazcan otros mastines.

 Piñeiro explica que este perro no es un animal particularmente agresivo: «O mastín avisa», dice. Incluso explica cómo debe ser el comportamiento de una o de varias personas estando cerca de un rebaño que esté cuidado por uno de estos animales: lo correcto es evitar la zona por donde se mueven. «Se non o molestas, non tes problema», recalca.