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Los campos de la feria, un valor que va más allá de compras y ventas

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS LUGO / LA VOZ

GANADERÍA

Sus construcciones tradicionales y su riqueza natural suponen uno de los mayores atractivos de algunos pueblos

02 sep 2019 . Actualizado a las 10:56 h.

El interés de las ferias es tal que hasta pueden merecer un poema: uno de los incluidos en «Terra Chá», uno de los libros más conocidos de Manuel María, se titula precisamente «Feiras». Pero aunque no hayan sido homenajeadas explícitamente por un escritor, hay ferias que sin duda merecen reconocimiento, más allá de las transacciones económicas que hayan acogido o aún acojan, por su entorno.

Construcciones tradicionales que aún se conservan y abundancia de carballos son elementos que se pueden observar, juntos o por separado, en distintas zonas de Lugo. La actividad económica en algunos casos ha decaído o se ha modificado, con citas que pueden ser anuales y centrarse en un sector más bien concreto.

El campo de la feria de A Pobra de San Xiao cuenta con cobertizos tradicionales y con carballeira, y es escenario de una feria anual de ganado vacuno que se completa con un conocido reclamo gastronómico, la fiesta de la ternera gallega. A pocas decenas de kilómetros de distancia, en O Páramo, el campo de la feria hasta aparece en la portada de la página web del Concello. En este lugar, antes de que llegue el verano, se celebran las ferias de primavera, surgidas en los setenta por impulso de la administración local y de la asociación de amigos del campo de la feria.

Un nombre similar, Asociación de Amigos da Feira, tiene un colectivo de Castro de Rei, encargado de organizar cada año actividades como la siega, la meda y la malla. Las dos últimas se celebran en el campo de la feria. A unos diez kilómetros, en el mismo municipio, la carballeira de Castro de Ribeiras de Lea sobrevivió a la construcción del mercado ganadero, levantado hace unos 40 años, acogiendo los miércoles puestos de todo tipo, entre los que no faltan los productos agropecuarios ni el pulpo. A las puertas de Lugo, en Nadela se conserva un campo de la feria que por el entroido alberga una feria de productos típicos de esas fechas.

Parga, un ejemplo de conservación en manos privadas

El campo de la feria de Parga está en el centro de la villa y alberga dos ferias mensuales. En la localidad surgió un certamen dedicado a la cantería, a los callos y a la artesanía como forma de adaptarse a los nuevos tiempos, pero uno de los rasgos singulares del entorno es que se trata de un espacio privado. El campo de la feria pertenece a un conjunto de unas 90 familias, agrupadas en una asociación de propietarios que se encarga de velar por la conservación de ese lugar.

La celebración de las dos ferias mensuales, cuya animación crece en verano, supone para la citada asociación la obtención de ingresos, ya que cobra a los vendedores una tasa por la ocupación de espacio.

Una importancia que incluso se recoge en la Lei de Patrimonio

La importancia de los campos de la feria está incluso avalada por ley. Un documento como la Lei do Patrimonio Cultural de Galicia establece (artículo 91 que los campos de la feria, los santuarios tradicionales, los quioscos de música y las robledas «de uso público o consuetudinario relacionado con el tiempo de ocio y la celebración festiva de carácter tradicional» son bienes que integran el patrimonio etnológico gallego.

En ese mismo artículo ?en el que también se recoge el valor de hórreos, de cruceiros, de colmenares o de batanes y molinos? se explica que pueden llegar a tener la declaración de interés cultural y a ser catalogados por ser, igual que otros elementos, «expresión testimonial significativa de la identidad, la cultura y las formas de vida» de Galicia a lo largo de su historia.