Dos jóvenes ingenieros recuperan cuatro hectáreas de terreno para un proyecto de cría de porco celta que busca un resultado final inédito en Galicia

Rubén Nóvoa
En La Voz de Galicia desde 2006, redactor especializado en temas económicos y subdelegado en la edición de Ourense.

La pasión por el campo de Lucas Cabanelas y Cristian Seoane, dos jóvenes ourensanos graduados en Ingeniería Agraria, mueve tierras. Y no es una frase hecha. Su apuesta por el rural ha propiciado un pequeño rayo de esperanza en el municipio de San Amaro, donde la explotación agraria ha brillado tradicionalmente por su ausencia. De hecho, la gran mayoría de fincas se encuentran abandonadas y sin ningún tipo de explotación, más allá de la tradicional de los viñedos. La apuesta de los dos jóvenes ourensanos es muy distinta y pasa por lanzar una explotación de porco celta. Para ello han logrado, mayoritariamente gracias a la cesión de fincas por parte de particulares, una extensión de casi 4 hectáreas repartidas en distintas fincas de este concello ourensano.

AGOSTIÑO IGLESIAS

La joya de la corona es una parcela de dos hectáreas que en estos momentos han terminado de limpiar de maleza y están finalizando de vallar y de tender pastores para evitar la desagradable visita del jabalí. En un terreno de unos 2.000 metros cuadrados crían y miman a cinco porcos celtas, que compraron a un particular de la comarca de Deza. Al final del verano está previsto que lleguen refuerzos, con otros veinte ejemplares que llegarán gracias a un acuerdo que cerraron con el Instituto Ourensano de Desenvolvemento Económico (Inorde), llegando así al tope para una explotación reducida.

Sus planes pasan por un proyecto agrícola novedoso y cocinado a fuego lento. Su intención, según explica Lucas Cabanelas, es prolongar durante dos años un período experimental para comprobar los beneficios que produce en el porco celta una alimentación basada en productos que ellos mismos cosechan en fincas próximas _maíz, remolacha, patatas..._. El control de la alimentación de los porcos celtas será tan exhaustivo que han establecido contactos con un laboratorio de calidad de agua (Akunatura de Ourense) para realizar un control continuo de la calidad del agua.

AGOSTIÑO IGLESIAS

Actualmente, los cinco ejemplares que ya corretean por las parcelas de San Amaro, bajo la atenta y constante supervisión de Luis Cabanelas, abuelo de uno de los socios, pesan 60 kilos brutos (unos 40 en canal) y la intención es que lleguen hasta los 110 en canal. Son animales de crecimiento lento y el peso óptimo de sacrificio tardan un año en alcanzarlo. «Lo idóneo, como sucede en esta parcela que tenemos de dos hectáreas es que campen a sus anchas y no en cuatro paredes. El terreno, al no ser llano de todo, el cerdo va quemando la grasa y se va infiltrando en el músculo».

Tras los dos años primeros años de prueba, en el que no comercializarán ningún animal, busca un objetivo ambicioso: «Nuestro reto es conseguir un porco celta que todavía no haya en el mercado, dándole una alimentación que nadie le da. No ceñirnos a la patata y a la remolacha, sino que buscar variedades autóctonas como es el ejemplo del maíz que con esa variedad que desarrollamos va sin ningún tipo de herbicida».

En todo caso, ambos jóvenes coinciden en señalar que no tienen prisa y que quieren construir un proyecto sólido y que sirva para recuperar el rural: «Queremos ir con calma, porque mucha gente se precipita y quiere vender los 25 cerdos que tiene de golpe, porque a lo mejor se ve apurado después de la inversión. Si lo haces así, tienes que venderlo al precio que te marca la industria. Ellos a lo mejor te fijan un precio a 3,20 euros el kilo y por los estudios que tenemos, lo que empieza a ser rentable para sacar beneficio es colocarlo a partir de cinco euros el kilo».

Un paso más contra el abandono

En este período de tiempo ya han establecido una red de contactos entre el vecindario de la localidad de San Amaro. Una de ellas está relacionada con otro vecino de San Amaro. Se trata de José Antonio Álvarez que se dedica en una explotación de su propiedad a criar hembras y sacar lechones, por lo que no descartan fusionarse en un futuro, unos dedicados a la cría y los otros a cebarlos. Mientras tanto, muchos vecinos respiran aliviados al ver que sus fincas ya no son pasto del abandono. En este arranque también han vivido algunos sinsabores. El más reciente fue el de la visita del jabalí a una extensión de maíz que prevén usar para alimentar a los cerdos en cuanto llegue el desleche.

Los jóvenes ingenieros quieren agradecer el apoyo del tecor de San Trocado, que le prestó la maquinaria para desbrozar, y también a Iván Rodríguez, veterinario de Asporcel, y del que aseguran que ha sido clave para dar los primeros pasos sólidos del proyecto Porco Celta San Amaro L&C, que ambos compaginan con sus empleos y al que dedican tiempo libre y fines de semana.