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Galicia corre el riesgo de perder los caballos salvajes que cuidan el monte

María Cedrón REDACCIÓN

FORESTAL

Laura Lagos

El proyecto Life GrazeLIFE urge acciones urgentes para frenar su declive

13 dic 2021 . Actualizado a las 22:49 h.

«Os cabalos no inverno, cando hai mato grande, métense no medio e van comendo o toxo (...) Se non houbese cabalos, ardería todos os anos». «A besta come toxo más ben. O que é braña, límpana moito e favorece despois o pasto das vacas». Esos son algunos de los testimonios de besteiros (propietarios de los caballos salvajes que campan por los montes de Galicia) recogidos en el estudio Os cabalos salvaxes en Galicia, un trabajo realizado por un grupo de investigadores de la Universidade de A Coruña, liderado por el doctor Jaime Fagúndez, dentro del proyecto europeo Life GrazeLIFE, dirigido a promover la gestión sostenible del territorio. Y justo es en ese informe, presentado ayer a la Comisión Europea, donde se advierte del «alto riesgo de desaparición» de una especie, los caballos salvajes, fundamental para la conservación del ecosistema tradicional, la biodiversidad, el almacenamiento de altas tasas de carbono y la prevención de incendios de Galicia. Porque, como apunta el estudio, «ao consumir especies arbustivas, principalmente toxo, aumentan a calidade dos pastos reducindo custos de roza mecánica». De ahí que urgen a que las Administraciones tomen «medidas urgentes» para frenar su declive.

Entre las recomendaciones que ofrece para frenar el declive está, por ejemplo, la articulación de un modelo de indemnizaciones por daños del lobo que vaya en función de la presencia de este animal en lugar de ayudas por los daños que provoca en cada ataque. Como explica Jaime Fagúndez, «podría ser un modelo en función de la presencia de yeguas en el monte porque podría hacer una estimación fiable del grado de predación del lobo sobre la población de caballos».

Pero no cabe duda de que la receta para ayudar a los caballos salvajes, frenando el abandono de la actividad por parte de los besteiros debido a la falta de incentivos, tiene ingredientes variados: Desde impulsar el turismo de naturaleza asociado a los caballos a que los animales puedan estar en el monte sin necesidad de microchip (una excepción reconocida, según dicen los investigadores, en el reglamento europeo 2015/262 para las poblaciones de équidos que viven en libertad o semilibertad) y solo con la marca del hierro candente que les ponen en los curros. Pero también ayudaría el levantamiento de cierres perimetrales que eviten accidentes de tráfico, la puesta en marcha de un seguro público que cubra daños a terceros en el caso de accidentes provocados por caballos en libertad o un cambio en los criterios de acceso a las ayudas de la política agraria común (PAC).

Cambios en la PAC

Porque aunque los caballos salvajes, como demuestra el estudio, contribuyen a la conservación de la biodiversidad y al cuidado del medio ambiente como promueve el Green Deal orquestado desde Europa, hasta ahora, como apunta el profesor Fagúndez, «para acceder a ayudas de la PAC como las que priman la conservación de razas autóctonas, los animales han de inscribirse dentro de la raza Cabalo de Pura Raza Galega». Los propietarios de estos caballos también podrían optar a las ayudas por superficie de pastos. El problema que hasta ahora había era que los caballos suelen pastar en brezales o superficies mixtas, lo que reducía las hectáreas subvencionables. Eso podría cambiar con la entrada en vigor de los ecoesquemas que recoge la nueva política agraria común, al incluir como práctica dirigida a proteger el medio ambiente la conservación de esos matorrales o franjas mixtas donde pastan los caballos.

Aunque no hay un censo actualizado de animales, lo que estiman los científicos tras las entrevistas realizadas para llevar a cabo el estudio, es que la población ha ido decreciendo desde el último dato fiable registrado en una tesis realizada en la década de 1970, un documento que hablaba de unos 22.000 caballos distribuidos en toda la comunidad. «Podríamos decir que ahora hay la mitad, pero el dato no tiene la evidencia científica suficiente para darlo por correcto», dice el coordinador del trabajo.

La labor de campo de la que habla se ha realizado en dos de las áreas donde hay mayor presencia de équidos. La Serra do Xistral, una zona húmeda y ganadera ubicada al norte de la provincia de Lugo con actividad ganadera y que forma parte de Rede Natura 2000, y la Serra da Grova, ubicada en el entorno del concello de Oia y donde el clima es más seco, además de contar con una gran actividad forestal, que tiene como hándicap el ser más proclive a incendios. En la primera han identificado la presencia de unos 600 caballos, mientras que sus propietarios representan en torno al 30 % de los comuneros de esos montes. En la segunda hay mayor presencia de animales, unos 1.100, repartidos entre un 10 % de comuneros. Pero los caballos también trotan en los montes de O Faladoira, el Alto Eume, Forgoselo, A Capelada, a Serra da Loba, a Serra de Candal, Sabucedo, Suído, Montes del Cando.... hasta en la Costa da Morte.

Cabalgando y pastando por esos territorios, los caballos generan una serie de beneficios que los hacen mucho más eficientes a la hora de conservar el medio ambiente. Pero no solo eso porque también forman parte de la cultura de las zonas rurales. Basta con recordar los curros tradicionales o remitirse a algunos de los testimonios recogidos en el trabajo: «Teño cabalos porque limpan e porque sempre os houbo na familia. E porque están alá e non dan moito traballo... E máis para seguir o que sempre houbo».