La certificación llega a incrementar el precio de la tonelada en cinco euros
17 mar 2021 . Actualizado a las 14:04 h.En la sección de droguería de una cadena de supermercados compiten diferentes marcas de papel higiénico. El consumidor duda, pero más allá del precio acaba decantándose por una que indica que su producto procede de bosques certificados. Su gesto marca una tendencia que toca directamente en la puerta de los propietarios forestales. Lo hace invitándoles a reflexionar sobre qué plantar y cómo gestionar sus propiedades para revalorizar su madera. Y ahí juega un papel fundamental la certificación, porque, como advierte el director de la Asociación Forestal de Galicia, Francisco Dans, «en unos diez años aquellos que no tengan certificados sus montes no tendrán quién les compre».
Tener un monte avalado por los sellos PEFC —257.796 hectáreas en Galicia de un total de 2.423.362 en España— o FSC — 103.560 hectáreas en la comunidad, de las 361.000 registradas en todo el Estado—, los dos modelos que permiten comercializar madera certificada en todo el mundo, ya se nota en los bolsillos de los propietarios. «En el caso del eucalipto están pagando entre 3 y 5 euros más por tonelada; y unos 2 euros más si se trata del pino», constata Dans. Otras fuentes apuntan que en el 2013 Ence ya pagaba 3,5 euros más por tonelada de eucalipto certificado con alguno de estos sellos.
Lo que está claro es que, desde un punto de vista práctico, lo primero que ha de analizar el dueño de una parcela de monte tras una corta o a la hora de ponerla en producción por primera vez es, como explica Francisco Dans, «qué especie quiero plantar, para qué destino va a ir dirigida la madera, qué tipo de suelo tengo, la climatología, la pendiente que tiene mi finca y qué modelo de silvicultura quiero realizar. De ahí la importancia de buscar asesoramiento para realizar una gestión desde un punto de vista empresarial». De hecho, escoger la especie más adecuada a la parcela que se tiene no es una cuestión baladí: «Hay que elegir la plantación según la zona y comprobar también que se dispone de la superficie adecuada para que la plantación sea rentable», apunta el presidente de la Federación Empresarial de Aserraderos y Rematantes de Maderas de Galicia (Fearmaga), Elier Ojea.
Costes dispares
Porque la inversión en repoblación, rozas, poda o tratamiento de restos no es, ni de lejos, la misma para el propietario de una parcela ubicada en lugar de fácil acceso para las máquinas que para el de otro terreno donde esas labores solo puedan realizarse a mano. Y no hay más que pararse a observar cómo es la orografía gallega para entender que no son pocas las fincas forestales con pendientes que superan el 50 %, sobre todo en zonas de montaña. Y ahí no entra una máquina.
Los datos derivados de un estudio realizado por la Asociación Forestal de Galicia muestran cómo, por ejemplo, en el caso de optar por plantar Pinus pinaster destinado a madera para sierra y chapa con un ciclo de corta de 35 años, el coste de un primer rareo, que se realizaría a los quince años, alcanzaría en torno a los 1.200 euros por hectárea en el caso de tener que hacerlo a mano, mientras que aquellas parcelas donde pudieran emplearse máquinas, la inversión bajaría hasta los 700 euros.
Teniendo en cuenta esos costes, habría que analizar el beneficio que reportaría la madera de esas parcelas para comprobar la rentabilidad que podría aportar nuestro terreno con ese cultivo. Aunque el precio depende de los vaivenes del mercado, «una madera bien tratada va a tener salida en el mercado», como explica Elier Ojea.
Como referencia, el estudio realizado por la Asociación Forestal de Galicia recoge precios del año pasado, cuando el metro cúbico en pie y con cáscara de chapa plana de más de 55 centímetros de diámetro en corta final estaba pagándose en el entorno de los 95 euros, mientras que por una rolla de entre 26 y 40 centímetros de diámetro en pie y con corteza se abonaban 29 euros por metro cúbico.
Más allá de eso hay que tener en cuenta que la diversificación de producciones para surtir las demandas del mercado también es un factor a tener en cuenta a la hora de valorar qué plantar. Desde Fearmaga ya han dicho más de una vez que han de buscar fuera madera de cerezo o roble que no encuentran en Galicia. Y como apuntan desde el sector, hay que comenzar a cambiar la mentalidad, porque el mercado cada vez mira más la sostenibilidad y no vale plantar y luego olvidarse del monte hasta cortar.
No hay que fiar el futuro a una única especie
El nuevo Plan Forestal de Galicia, cara a neutralidade carbónica tiene como objetivo reducir en un 5 % la superficie de eucalipto para apostar por la variedad de especies, no fiando el futuro del sector únicamente a una baza. Un primer paso en esa línea fue la aprobación de un parón temporal de las nuevas plantaciones de eucalipto hasta que no esté elaborado el Inventario Forestal Continuo, ya en marcha.
El objetivo es dar servicio a los diferentes actores de la cadena y, al mismo tiempo, no caer en la devaluación del precio de un producto por exceso de oferta. Datos publicados hace unos días por la Asociación Forestal de Galicia mostraban cómo los propietarios forestales de Galicia ingresaron el año pasado 20 millones menos al caer el precio del eucalipto.
La cuestión es, como explica Francisco Dans, que para que el propietario se anime a plantar otras especies tienen que darle las cuentas. Para ello, añade, ha de tener un incentivo fiscal o una ayuda de otro tipo que haga que le compense.
Las recomendaciones recogidas en el plan también enfocan el futuro del monte hacia la mejora de la biodiversidad y el medio ambiente, objetivos fundamentales para lograr la certificación. Porque, como explican desde Medio Rural, «a certificación forestal non atende á calidade da madeira; o seu enfoque é diferente: avala que o terreo forestal está a ser xestionado de forma sustentable e, por tanto, todos os produtos que se obteñan dese monte (madeira, castaña, cogomelos, resina...), independentemente da súa calidade, van dispoñer dun selo que informe a clientes consumidores que o monte é xestionado dunha forma economicamente sustentable, medioambientalmente respectuosa e socialmente beneficiosa para as poboacións do rural próximas a estes montes».