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Gran Feira de Santos en Monterroso: «A castaña é bastante mellor ca o ano pasado»

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS MONTERROSO / LA VOZ

AGRICULTURA

El buen tiempo propició un lleno total en el secular mercado de A Ulloa

01 nov 2024 . Actualizado a las 19:09 h.

La Feira de Santos de Monterroso es una de las grandes citas del otoño gallego. Este viernes parecía más una feria de septiembre, con ambiente despejado y temperaturas más bien altas. Sí sirvió, de todos modos, para tomarle el pulso al campo y ver cómo está la agricultura. Primera impresión: «A castaña é bastante mellor ca o ano pasado», decía Suso Mazaira, vendedor de Celanova. Un saco de cinco kilos podía comprarse por diez euros. Al lado, nueces, con un precio que variaba (cuatro o cinco euros el kilo).

La razón por la que la castaña presenta mejor calidad que la de la pasada campaña está en un tiempo más beneficioso. Como recordaba ese vendedor este mediodía en su puesto, «en agosto arder, en setembro beber» es un refrán que refleja las sucesivas necesidades de calor y de lluvia del fruto para no malograrse. ¿Las ventas? «Poquiño a pouco», decía.

A dos euros vendía el kilo de castañas, José Manuel Polo, de Baralla. Su impresión era similar a la del otro vendedor: «Este ano vén boa», afirmaba. Con las castañas tenía nueces, que despachaba a tres euros el kilo con buena aceptación entre el público: «Non hai queixa», comentaba sobre la aceptación de la mercancía presentada.

Con las castañas y con las nueces, también la miel es un elemento destacado de las ferias de otoño. En la cúpula de la villa, un multiusos repleto de gente a primeras horas de la tarde, el xermadés Rubén Amarelo mostraba sus tarros de miel multifloral, que se vendían a diez euros el kilo, con el reclamo de haber sido premiada los dos últimos años en la Casa do Mel de Goente (As Pontes). De origen variado, de montaña y de prado, era la que presentaba la lalinense Tania Fafián. En este caso se trata de miel sin pasteurizar, con lo que no presenta un aspecto tan uniforme y fluido como las otras. La aceptación de los consumidores parece lograda: «A xente demanda saúde, non só comer e comer», explica.

 Pero a una feria como esta de Monterroso no solo se viene a comprar productos del campo cuando están iniciando la temporada, sino también a preparar las cosechas. Ese es la razón por la que acude a A Ulloa un vendedor como Sergio Valiño. Procedente de Viñós, parroquia de Arzúa cercana al embalse de Portodemouros, este viernes ofrecía cebollas, repollos o coliflores, entre otras plantas. Las primeras se vendían a dos euros la docena; las otras, a cuatro euros.

La época de más ventas en un negocio como ese se concentra entre marzo y junio. Aun así, acudir a una feria de otoño como esta vale para vender mercancía a quienes preparan sus huertos familiares bajo invernadero. Aunque, decía, «a feira de Santos non é a mellor», la villa de A Ulloa forma parte de su circuito de ferias, que incluye municipios cercanos a Santiago, el Deza y parte del sur de Lugo.

Más amplio es el radio de acción de José Manuel Rodil, llegado desde Taramundi (Asturias) con navajas, cuchillos y hoces. En su puesto tenía una gran variedad de utensilios, aunque la mirada de los clientes parecía tener un destino fijo: «Hoxe deulles polas navallas», aseguraba.

Pocas ventas de ganado

Mientras el centro de la villa estaba abarrotado con una amplia oferta de puestos y una numerosa presencia de vecinos y de forasteros, en el mercado ganadero los dueños de animales se quejaban de pocas ventas. La ganadería bovina y equina estaba presente un año más, pero la animación era más fruto de la presencia de visitantes que del interés por comprar.

Manuel Robles, de Lugo, llevó varios ejemplares de ganado caballar sin que al mediodía hubiese aparecido alguien dispuesto firmemente a comprar: «A xente vén preguntar, pero de comprar, pouco», decía. Alguien le había ofrecido por una yegua 2.500 euros, pero esa cantidad le parecía escasa.

Adrián Outeda, de Meis, es también asiduo de la feria monterrosina. Sus caballos no pasaban inadvertidos entre el público, aunque esa admiración no se traducía en ofertas que le pareciesen interesantes: «Preguntan moito», decía sobre los que se acercaban a los animales. Por un caballo le ofrecieron 2.500 euros, pero él no estaba dispuesto a venderlo por menos de 3.000.

Colas de coches y retenciones

Quienes se acercaban esta mañana a Monterroso por la N-640 ya tenían una idea del gran ambiente de la villa unos kilómetros antes de llegar. Antes del polígono industrial aparecían las primeras retenciones, y el parque empresarial fue un año más un buen lugar para aparcar y despreocuparse así de un sitio para estacionar. Eso sí, el espacio era más escaso que otros años.

La presencia de autocares de variadas localidades también indicaba que la Feira de Santos sigue atrayendo multitudes, especialmente cuando el buen tiempo acompaña. La Guardia Civil y la Policía Local regularon el tráfico en las afueras de la villa y en algunos cruces del centro. Tras haber superado la prueba de lograr un hueco para aparcar, los visitantes se entregaron con ganas al placer de callejear y de degustar, cómo no, el pulpo y el churrasco.