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Esta pequeña bodega de Teo que lleva el nombre de dos hermanas y fue un regalo que les dejó su padre hace el mejor albariño de la comarca

Patricia Calveiro Iglesias
Patricia Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

AGRICULTURA

Adega y Josefina, en la finca familiar donde producen su premiado albariño, Castro de Balar.
Adega y Josefina, en la finca familiar donde producen su premiado albariño, Castro de Balar. SANDRA ALONSO

Adega Alba, con viñedos en Rarís, ganó el primer premio en la Festa do Viño da Ulla con la cosecha de su décimo aniversario

25 abr 2024 . Actualizado a las 10:03 h.

Todo comenzó cuando su padre, José Ignacio Gonzalo, se jubiló con cincuenta y pocos años por una enfermedad —que acabaría siendo terminal— y tuvo entonces la idea de plantar unas cepas de albariño. Él llegó a ver cómo daban sus primeros frutos en Teo y pudo probar en el 2013 la primera cosecha de una bodega a la que le puso el nombre de sus dos hijas, Adega y Alba. «Nos dejó este legado. Yo tengo un posdoctorado en Biología y mi hermana es topógrafa, pero quería que tuviéramos algo nuestro por si el día de mañana pasa cualquier cosa...», cuenta la mayor de ellas, Adega, de 46 años. Hoy pueden presumir de que su vino, Castro de Balar, producido en el terreno en el que se encuentra la casa familiar, es el mejor albariño de la subzona vitivinícola de Ribeira do Ulla, enmarcada dentro de la denominación de origen Rías Baixas. Así se acreditó este mismo mes en la Festa do Viño da Ulla, en la que Adega Alba ganó el primer premio con su albariño monovarietal producido íntegramente con uva propia.

Explica la bióloga de campo teense que José Ignacio «era un enamorado de las plantas, tenía bonsáis y le encantaba todo este mundo». Ella estaba trabajando en Madrid y, con la crisis del ladrillo, allá por el 2008, «me volví para casa y empecé a trabajar en el viñedo, mano a mano con mi padre esos primeros años», relata esta nueva bodeguera que forma equipo con Alba, quien compagina su trabajo con distintas dedicaciones de la marca familiar (desde el etiquetado hasta la gestión de las redes sociales), y con su madre, Josefina Martínez. «Ella está ya jubilada y nos da apoyo moral, que no es poco», comenta entre risas su primogénita.

En cuanto a Adega, como si su nombre la hubiera predestinado a esta actividad, se encarga encantada del cuidado de los viñedos y de todo el proceso de producción, que sigue con mimo y paciencia. «Somos una empresa pequeña. Tenemos media hectárea plantada y sacamos entre 5.000 y 6.000 botellas cada año. Es una cantidad que no nos permite distribuir en grandes superficies, pero tenemos nuestros clientes en los alrededores y en un par de bares de Santiago, como O Xa Chegou (en la Algalia de Abaixo), así como en alguno de A Pobra do Caramiñal. Además, también vendemos por internet y parte de la cosecha se va todos los años a Estados Unidos», cuenta.

Su salto internacional fue «por casualidad», relata Adega: «Contactó con nosotras por Instagram un hombre que nos pedía una botella. Pensamos que era el típico influencer pidiendo vino gratis, pero resultó ser un señor muy amable con una pequeña empresa de distribución que buscaba bodegas poco conocidas. Quedaron encantados con Castro de Balar y llevamos 6 años vendiéndoles dos palés de vino cada campaña».

Sobre la añada premiada, cuentan desde Adega Alba que «la cosecha del 2022 fue buena, pero muy cortita. Y, la del año siguiente, fue súper buena e inmensa. Todo lo que no nos había dado el 2022 vino el año pasado. Las uvas aguantaron totalmente sanas, sin ninguna peste y fuimos librando bien hasta la vendimia», explica una productora que reconoce que su medio de vida hace que estén gran parte del año mirando al cierro y también a la tierra, poniendo mucha atención a lo que pasa a los viñedos. «Es un trabajo que tiene que gustarte. Yo agradezco mucho el trabajo al aire libre y me puedo pasar horas paseando entre los viñedos, en busca de manchas o algo raro, arrancando las ramas que sobran, comprobando que no hay ninguna enfermedad y desbrozando», continúa.

¿Y por qué su vino se llama Castro de Balar? «Somos una familia a la que nos gusta mucho la mitología, la arqueología y estas cosas... Decidimos poner este nombre porque estamos rodeadas de castros y petroglifos. De hecho, la etiqueta de atrás la cambiamos cada año y ponemos un petroglifo distinto de nuestro concello. La imagen de nuestra marca es un guerrero celta. Y Balar viene del rey de los demonios en la mitología celta», explican en Adega Alba.