Ellas recuperaron la tierra de sus bisabuelas: una para hacer vino tostado, la otra para cultivar kiwis mini

Tiene 30 años. Es arquitecta, creció en Pontedeume y se fue a Madrid. Pero Andrea Arias nunca perdió de vista los viñedos que sus bisabuelos cultivaban en el concello de A Rúa, en la comarca de Valdeorras. Durante la pandemia su mirada se fijó todavía más en esas viejas vides de garnacha tintureira que crecían en esa parte del este de Galicia y decidió emprender una aventura que le permitiría regresar al territorio y dar valor a los terrenos que en otro tiempo trabajaron sus ancestros. Para perfeccionar el conocimiento heredado de su familia se matriculó en la Escuela de la Vid, en la Casa de Campo de Madrid, y ahí comenzó a estudiar un ciclo superior que le permita afianzar las bases de su bodega. Esa es la historia que hay detrás de A Santa Viña, el proyecto de una joven decidida a poner en el mercado un vino diferente, un tostado de garnacha del que ya ha sacado un primer prototipo en el 2021 y que, como dice, «ha tenido muy buena acogida en hostelería».

Cada parte de todo el proceso de elaboración de ese vino, como mandan los principios de la estrategia De la Granja a la Mesa, está perfectamente cuidada y, como  promueve la nueva política agraria común (PAC), este es un producto que permite recuperar y poner en valor terrenos de la mano del relevo generacional y también de una mujer que cree en el campo y cree en el sector primario. Todos ellos son factores que han hecho que la mujer que está detrás de un producto como ese sea una de las finalistas del programa TalentA, organizado por Corteva y Fademur. Entre sus manos tiene un gran producto del campo al igual que otras mujeres como Cristina Secades, que fue la ganadora de este año de enTalentA, y que celebran el Día Internacional de la Mujer. De hecho, la PAC promueve la incorporación de las mujeres al campo con más ayudas para las granjas femeninas. 

Los terrenos que cultivaba su bisabuela son los que también ha recuperado esta asturiana que, desde que acudía durante los veranos a la casa de Los Bayos ( en medio de Oviedo, Gijón y Avilés) supo que quería quedarse en el campo. Después de estudiar ingeniería y pasar por varios trabajos volvió al pueblo para poco a poco recuperar la hectárea de terreno donde hoy tiene su granja porque, además de estar preocupada por el medio ambiente, también lo está por saber de dónde viene lo que comemos. La tierra la ha recuperado para desarrollar su idea Kiwin Bio, una plantación que usa el sol y el viento como fuente de energía y donde combina la tradición de cultivar manzanos que comenzó su padre con la innovación que supone el cultivo de una variedad de kiwi mini. «Después de estudiar las propiedades que tenía el suelo de la zona vimos que era un lugar en el que se daba bien el kiwi. Vi que había esta variedad, que estaban muy buenos... entonces por qué no cultivarlo. Es un poco más exigente que el convencional, pero arriesgué», recuerda. De ese modo ha ido plantando en su finca manzanos  (algunos de ellos todavía son recuperados de los que tenía su padre), kiwi ecológico mini (una fruta que pese a su pequeño tamaño concentra mucha más vitamina C que una naranja) y distintas variedades de productos de huerta ... porque lo que busca, como dice, «es tener múltiples productos que ofrecer». Ahora, como la temporada comienza en septiembre, está dedicada a la confección de mermeladas y fruta deshidratada. Y también prepara su tienda online. Todo para que el consumidor tenga acceso a un producto pegado a la tierra y cultivado con técnicas sostenibles. Lo que marca la Estragegia De la Granja a la Mesa. 

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