Patrocinado porPatrocinado por

El agua convierte los prados del norte en los más valorados de España

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

JOSE PARDO

Su precio puede llegar a triplicar el de las dehesas del centro de la Península

13 feb 2023 . Actualizado a las 12:39 h.

Allá por el 2008, a medida que la liquidez se secaba en los mercados de crédito, el agua comenzó a convertirse en un activo tan atractivo para los inversores como el petróleo o el oro. Doce años más tarde, en el 2020, el agua entró en Wall Street por la puerta grande. Su desembarco en el mercado de futuros fue producto de una reacción en cadena provocada por la escasez de suministro vaticinada por los gurús que llevaban tiempo analizando datos relacionados con el aumento de la población en el mundo —el pasado julio alcanzó los 8.000 millones de habitantes—, y con el cambio climático. Ahora, los movimientos de esa cadena se han acelerado, convirtiendo las tierras de cultivo con acceso al agua en un suculento pastel para los inversores.

Como explica el responsable de Agribusiness en la consultora CBRE España, Héctor Rodríguez, «los activos más atractivos y demandados actualmente son empresas agroalimentarias y tierras de cultivo. En el caso de estas últimas, las fincas más buscadas son aquellas con una superficie superior a las 200 hectáreas, llanas, con alta disponibilidad de agua y donde, por climatología, se pueda cultivar olivo, árboles de frutos secos, cítricos, frutas tropicales, viñedo o frutos rojos. Estas fincas pueden ser de tierra calma (sin plantar o greenfield) o ya plantadas (brownfield)». De este modo España se ha convertido en un país estratégico por su variedad de climas o cultivos.

El minifundio

Aunque en Galicia el minifundio -el tamaño máximo de las parcelas puede rondar las diez hectáreas- y los modelos de propiedad han contenido, de momento, el desembarco de los grandes fondos, el acceso al agua ha puesto a la comunidad en el ojo de empresas o emprendedores más modestos que quieren poner en marcha plantaciones de frutas que hasta no hace mucho eran más propias del centro o sur de la Península que de las comunidades del norte.

Como ejemplo está el desembarco en la comunidad en el 2013 de la empresa andaluza Surexport, dedicada a la producción de arándano en Galicia. No hace mucho trascendió que estaba buscando nuevos terrenos para aumentar la superficie de cultivo.

Con todo, las tierras agrarias que tienen más valor en la comunidad son los pastizales, según el informe de Tinsa sobre Suelo Agrario en España 2022. Además del acceso al agua, otra de las razones que contribuyen a esa revalorización es la fuerza del sector lácteo, que precisa cada vez más tierra de este tipo para ahorrar en compra de alimentación animal y, de ese modo, reducir costes de producción.

Diferencia norte y sur

Andrea de la Hoz, consultora del servicio de estudios de Tinsa, indica que «Cantabria, Asturias y Galicia son las comunidades con los valores unitarios de prados y pastos más elevados de todo el territorio nacional, con cifras de entre los 19.000 y los 27.000 euros por hectárea. En la cornisa norte superan los valores medios de La Rioja y Navarra». Eso contrasta con el valor de fincas parecidas del centro peninsular: «Las dehesas y pastizales —dice también— presentan valores medios muy inferiores, entre los 6.000 y los 9.000 euros por hectárea». 

La razón de esas diferencias está en el régimen de precipitaciones, que desemboca en una mayor productividad de la tierra.

De ahí que, una vez más, la clave esté en el agua y, como añade esta experta, Galicia cuenta «con este valioso recurso que garantiza la productividad de la tierra no solo en los pastos, sino también en el resto de suelos destinados a cultivos agrícolas».

Ahora bien, advierte que este contexto «no está exento de cambios en los patrones climáticos, que apuntan a episodios de precipitaciones cada vez más concentradas e intensas, pero manteniendo unos niveles elevados de aporte de agua que son vitales para el territorio y el desarrollo de cualquier actividad agrícola, ganadera o forestal».

Inversores inmobiliarios tradicionales empiezan a mirar al campo

Hace años que revistas especializadas en el mercado de la tierra agrícola como The Land Report colocan al fundador de Microsoft, Bill Gates, como uno de los grandes terratenientes de Estados Unidos. La afirmación es correcta, ya que, según la publicación, en el 2021 tenía 242.000 acres (un acre son 0,4 hectáreas) de terreno agrícola, una cifra que lo ubica como el dueño del 0,027% de las tierras agrícolas de Estados Unidos, después de revisar los datos del departamento de Agricultura del país (USDA), que indican que en todo su territorio hay 895.300.000 acres dedicados a tierra agrícola.

Al igual que en su día un gurú de las tecnológicas como Bill Gates puso sus ojos en el campo, han empezado a aparecer en España un grupo de inversores procedentes del sector inmobiliario tradicional que también miran a la tierra. Desde CBRE explican que «son los fondos de pensiones y aseguradoras. Son los clientes típicos de CBRE en otros activos, los inversores inmobiliarios tradicionales». Su objetivo, como añade Héctor Rodríguez, «es tener una rentabilidad fija, sin exposición a los riesgos y la estacionalidad típica de la agricultura en la mayor parte de los casos. Las operaciones más comunes son de Sale&Leaseback»; es decir, comprar las tierras a un titular que seguirá explotándolas como arrendatario.

Otros tipos

Más allá de esa nueva tipología de inversor en el campo español también se fijan los family offices españoles que son, añade Rodríguez, «fondos patrimonialistas, que ya estaban invirtiendo en agricultura o que están actualmente estudiando aumentar su exposición en el sector con mayor intensidad». En este sentido añade que «cada vez son más los family offices, nacionales e internacionales, que están buscando más proactivamente oportunidades para aumentar su patrimonio con fincas agrícolas». Otro tipo de inversor son los fondos de capital riesgo que comenzaron a realizar grandes operaciones en torno al 2015: «Buscan fincas y empresas agroalimentarias para hacer crecer el negocio, expandirlo geográficamente, ayudar a mejorar los procesos internos e incorporar talento para luego desinvertir a los 10-15 años», dice.

Tierra productiva, una inversión estable que apunta un alza en los precios

En líneas generales, el precio de la tierra presenta valores bastante estables en el tiempo. La razón, como explica Andrea de la Hoz, son los «prolongados períodos de tenencia y uso, que no se prestan a compraventas frecuentes ni a incrementos intensos de precio». Y pone como ejemplo lo que ocurre en Galicia con los pastizales: «El precio medio de los prados se mantiene prácticamente estable desde el 2013». Para saber qué pasará hay que estar atentos: «La comunidad inversora —dice el responsable de Agribusiness en CBRE España, Héctor Rodríguez— continúa mostrando un gran apetito y se suceden las operaciones en el ámbito agroalimentario. No obstante, debemos estar atentos a la evolución económica, social y política durante el próximo año».

Lo que parece tener claro es que, en el contexto de alta demanda de tierra y de una oferta limitada por la disponibilidad de tierra productiva con agua, «deberíamos seguir experimentando una tendencia al alza de los precios. Principalmente en zonas con mayores márgenes de crecimiento».

De momento, según Tinsa, en España la hectárea cultivada de mayor valor corresponde a los invernaderos, al alcanzar 157.000 euros por hectárea.