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«Si me mandaran de sacerdote a una zona rural y pudiera, seguiría con las abejas»

Fina Ulloa
fina Ulloa OURENSE / LA VOZ

AGRICULTURA

Carlos Barreira, que se prepara para ser sacerdote, tiene colmenas en Vilardevós
Carlos Barreira, que se prepara para ser sacerdote, tiene colmenas en Vilardevós Santi M. Amil

Un seminarista ourensano cuida de una veintena de colmenas en Vilardevós mientras se prepara para ser cura

01 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Carlos Barreira Blanco es un joven ourensano aficionado a la apicultura. A sus 21 años cuida de veinte colmenas en el pequeño núcleo de Terroso, en la montaña de Vilardevós. Y no es tarea sencilla, porque para atender a su colmenar tiene únicamente las tardes de los domingos. «Por la mañana vamos de pastoral», aclara este alumno del Seminario Mayor Divino Maestro de Ourense, que desde hace tres años se prepara para ser sacerdote.

Su afición comenzó en el 2020, con la pandemia del covid. «La verdad es que hice muchísimas cosas en casa, aproveché bastante el tiempo», comenta recordando aquella etapa que en el rural se vivió de forma algo más laxa que en las ciudades. «Allí siempre había más libertad porque ya es difícil cruzarte con gente en una situación normal», argumenta aludiendo a la despoblación.

Un vecino mayor que tenía abejas y llevaba tiempo animándolo a acercarse al mundo de la apicultura le regaló por entonces su primera colmena. «Se llamaba Vicente, desgraciadamente falleció, pero era un hombre al que le gustaba transmitir todo lo que a él le entusiasmaba. De hecho dirigía una banda y también animó a muchos jóvenes a estudiar música en el conservatorio. Conmigo y las abejas insistía mucho y la verdad es que le estoy muy agradecido», narra. No se equivocó con Carlos. Enseguida le cogió gusto al mundo de estos insectos himenópteros y decidió ampliar el proyecto. «Fui atrayendo a algunos enjambres con cera, pero no conseguí más de cuatro o cinco. El segundo año, otro vecino mayor del pueblo me vendió unas quince colmenas que ya no podía atender, de hecho prácticamente me las regaló porque ya estaban en mal estado», recuerda.

Carlos se da, de momento, por satisfecho con su cabaña apícola. «Voy semanal o quincenalmente, miro como están y les pongo alimento si lo necesitan. Al estar aquí no les puedo dedicar más tiempo ni aplicar las técnicas de otra gente que se dedica a esto», afirma. Aún así ha llegado a sacar 70 kilos de miel en su mejor cosecha. Tampoco aspira a más. «El mundo de las abejas es muy bonito. El apicultor disfruta solo viéndolas trabajar y moverse porque son unos animales que se organizan muy bien y es como si fuesen inteligentes; pero mi tarea principal es formarme para ser sacerdote», explica.

Carlos no niega que le gustaría seguir con esa afición en el futuro. «Es bueno tener entretenimientos, me gusta el mundo de la apicultura y si me mandaran de sacerdote a una zona rural y pudiera, seguiría trabajando con las abejas; pero lo primero será mi labor pastoral y las cosas de Dios», dice cuando se le pregunta si mantendrá las colmenas cuando se ordene y tenga otras responsabilidades. Porque este joven, que cuenta que su inclinación religiosa no ha sido algo repentino, tiene claro que ha encontrado su verdadera vocación en el sacerdocio.