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Sellos que blindan los alimentos contra el fraude

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AGRICULTURA

Imagen de manzanas de la  Indicación Geográfica Protegida Poma de Girona
Imagen de manzanas de la Indicación Geográfica Protegida Poma de Girona David Borrat | EFE

Tanto las Indicaciones Geográficas Protegidas como las Denominaciones de Origen garantizan el origen y calidad de los alimentos, como marca la estrategia De la granja a la Mesa, y ayudan a la sostenibilidad económica de los productores acorde a las directrices de la nueva política agraria común (PAC)

26 ene 2023 . Actualizado a las 17:26 h.

Lograr un modelo alimentario sostenible es uno de los objetivos de la estrategia De la Granja a la Mesa, enmarcada dentro del Green Deal europeo que mueve también los ejes de la nueva política agraria común (PAC). Para alcanzar esa meta es fundamental garantizar el acceso a alimentos suficientes, nutritivos y sostenibles que respeten los estándares de seguridad y calidad, sanidad vegetal y animal y de bienestar animal. En ese contexto, el papel que juegan las indicaciones geográficas protegidas (IGPS)  _ sellos que amparan productos que tienen alguna característica que puede atribuirse al lugar en el que son producidos y transformadoso las denominaciones de origen (DOP) _ marcas que protegen productos que deben su calidad a factores naturales y humanos que se dan en la zona que les da nombre, un lugar en el que también han de ser producidos y transformados_  resulta importante. ¿Por qué?  Porque comprando productos con esos sellos, los consumidores tienen la certeza de conocer su origen, saber que cumplen unos estándares de calidad, que no son imitaciones y que han superado todos los controles de seguridad alimentaria que marca la UE.

Además el contar con el aval de una IGP ofrece a los productores una serie de garantías que permiten que sean mucho más competitivos en el mercado global. Y la protección resulta ilimitada en el tiempo. 

Entre las ventajas que ofrecen las indicaciones geográficas protegidas o denominaciones de origen para los ganaderos y agricultores está la de proteger sus producciónes frente a imitaciones. Un ejemplo palpable es lo que ocurre con la miel. Denominaciones de origen como Miel de Granada, Miel de La Alcarria, Miel de Liébana, Miel de Tenerife y Miel de Villuercas-Ibores o la IGP Mel de Galicia son armas que blindan la producción de los apicultores amparados bajo esos sellos frente al producto importado de países como China.

El que compra una de estas mieles con IGP o DOP tiene la garantía de saber de dónde viene el producto, además de apoyar a las explotaciones que la producen y, de ese modo, pone su grano de arena a la hora de evitar el despoblamiento rural porque está fomentando la sostenibilidad económica de los que viven en zonas rurales

Pero eso no solo ocurre con la miel. En España, por ejemplo, están protegidos desde el Queso Castellano al Pan Galego, la Morcilla de Burgos, la Alubia de Anguiano, la Mojama de Isla Cristina, los Polvorones de Estepa, el Capón de Vilalba o la Ternera Gallega. La lista es mucho más amplia. Y todos los nombres que aparecen en ella cumplen con ese papel. Lo mismo ocurre en el resto de Europa. Hay que tener en cuenta que en el 2022 en toda la UE había registradas unas 3.500 IGP (1601, de alimentos; 1.627 de vinos, además de otras 259 de licores).

En definitiva, el estar dentro de una IGP o DOP, lo que hace es que esos productos están identificados por unas características que tienen que ver con su lugar de origen y con la forma de producirlos o de elaborarlos propia de ese lugar. De hecho, han de cumplir unos estándares marcados en los pliegos de los consellos reguladores que gestionan esas DOP o IGPs. Pero es que además garantizan puestos de trabajo en esos territorios, promoviendo la relación de consumidor-productor, promoviendo los modos de producción o cultivo tradicionales, además de proteger la gastronomía propia de cada zona.