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Una secundaria de lujo que crece en la huerta de O Salnés

Rosa Estévez
rosa estévez CAMBADOS / LA VOZ

AGRICULTURA

Martina Miser

La cooperativa Horsal cultiva varios tipos de lechuga, la eterna acompañante, y produce más de tres millones de unidades al año

17 nov 2022 . Actualizado a las 09:20 h.

Hay grandes actores y actrices a quienes los papeles protagonistas se le resisten, vaya usted a saber el porqué. Sin embargo, si su calidad rezuma en todas sus escenas, si bordan sus personajes, sus rostros acaban siendo conocidos, reconocidos y queridos por el público. Un gran secundario puede ayudar a salvar una mala película, pero un mal secundario no hará más que hacer ese trago más amargo. Algo así ocurre con la lechuga. Esta hortaliza verde suele ser una actriz secundaria en la alimentación nuestra de cada día, e incluso en las ensaladas debe rivalizar con todos esos ingredientes que la acompañan en la fuente. Ese eterno acompañamiento verde ofrece numerosos matices: hay lechugas con texturas distintas, con colores diferentes, con sabores más o menos intensos. De todo ello saben mucho en Horsal, una cooperativa agrícola con sede en Cambados cuyos asociados plantan al año alrededor de cuatro millones de lechugas. Al mercado, sin embargo, llegará alrededor de un 15 % menos: la naturaleza es así, apunta el gerente de la cooperativa, Fernando Veiga.

«Por facturación, a leituga é o noso cultivo máis importante no conxunto do ano», señala el gerente. Porque en Horsal se cultiva lechuga durante los doce meses: de marzo a septiembre se planta al aire libre; el resto de los meses, bajo la protección de los invernaderos. De la gran variedad de especies de lechuga que existen, los agricultores de O Salnés optan por los que más gustan en el noroeste peninsular —Galicia, Asturias y Castilla y León son sus mercados prioritarios—: la rizada, la trocadero y «no verán traballamos tamén a folla de roble». Las tres son apuestas seguras, porque los gustos a la hora de comer tienen latitud y longitud: «Noutras zonas gustan máis outras leitugas con texturas e consistencias diferentes», explica Veiga.

Pero aquí gusta lo que gusta, y los productores de Horsal lo tienen claro. Conocen bien el mercado en el que se mueven y en el que, puestos a hablar de lechuga, se encuentran con que la competencia llega del otro lado de la frontera con Portugal, desde donde cada día entran productos cargados con productos de la huerta lusa. No parece que a los agricultores de Horsal les preocupe tener competencia: saben hacer bien su trabajo y eso es de lo que se ocupan. La cooperativa se fundó en los años ochenta y ha sido testigo de los cambios que se han producido en el agro arousano. «Cando naceu Horsal, aquí había unha produción moi importante de xudía. Todos os días saían camións cargados de xudías para Mercamadrid», explica Veiga. «Era un produto básico, non diferenciado e que se atopou cun problema cando apareceron competidores a prezos moito máis baixos». Eso provocó en su momento un cierto desbarajuste que acabó dando impulso al giro que ya habían emprendido muchos agricultores de O Salnés: destinar sus tierras al cultivo de vino. Pero no de un vino cualquiera, sino de un vino con denominación de origen, el albariño Rías Baixas.

De aquella experiencia se ha aprendido. La cooperativa Horsal, sin renunciar a esa parte casi artesanal que tiene el cultivo de la tierra, la producción de alimentos, hace grandes esfuerzos para adaptarse a los tiempos, para modernizarse y para no quedarse atrás en los mercados. Precisamente por eso, además de comercializar sus lechugas por pieza, ha comenzado a destinar una parte de la producción a la cuarta gama: la lechuga se vende lavada, cortada y embolsada, lista para abrir y comer. «Quixemos empezar a facer cuarta gama por facer todo o ciclo aquí, tanto o cultivo como o procesado», explica Veiga. «Estamos moi orgullosos dese fito», apunta, si bien reconoce que la el crecimiento del mercado para este tipo de productos se ha desacelerado. «Danos a impresión de que, dende a pandemia, a xente dedícalle máis tempo á cociña. E a situación económica tamén inflúe na contención do gasto», señala.

Pero lo hecho, bien hecho está, porque se trata de cubrir todas aquellas demandas del mercado que estén al alcance de una cooperativa integrada por unos 130 socios y que espera cerrar el año con una facturación de cinco millones de euros. «Hai outras cousas ás que non nos é doado chegar. Por exemplo, nós temos producións pequenas de tomate, en non podemos dedicarnos a estar sacando todas as referencias que se van poñendo de moda; nos seguimos co negro de Santiago, que aínda ten moito recorrido». Y con las judías, el pimiento blanco, los calabacines, los pimientos de la variedad de Padrón, los grelos, las espinacas... Todo producto local. Todo, do noso.