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La ribera de Amandi se abona al gafe: dos granizadas en cuatro años

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

AGRICULTURA

Granizo en un viñedo de Amandi, fotografiado tras la tormenta del domingo
Granizo en un viñedo de Amandi, fotografiado tras la tormenta del domingo CEDIDA

Las viñas de esa ladera del Sil verán recortada de nuevo la cosecha esta vendimia

31 may 2022 . Actualizado a las 09:25 h.

El cambio climático va camino de pulverizar la experiencia de siglos que alimenta la tradición oral vinculada al cultivo del viñedo. Un viejo dicho que circula entre los viticultores de más edad sentencia que cada veinticinco años hay alguna zona de ribera que se queda sin vendimia por culpa de una granizada. En el municipio de Sober, hay laderas en las que se perdieron tres en los últimos seis años. La tormenta que descargó el pasado domingo en el sur de Lugo, de forma especialmente intensa en Monforte, dejó de nuevo un rastro amargo en la ribera de Amandi. «¿Qué quieres que te diga? Volvemos a estar muy fastidiados», apunta al otro lado del teléfono el cosechero acogido a la denominación de origen Ribeira Sacra Jorge Carnero, con pocas o ninguna gana de hablar. Desde el 2018, es el segundo pedrisco que le cae en desgracia.

Amandi es una ladera de la ribera del Sil que da nombre a una subzona más amplia de la denominación de origen, a la que pertenecen los viñedos de Doade, Lobios, Pinol, Santiorxo, Barantes, Bolmente y Marcelle. Siempre caprichosa, la tormenta aún lo es más si cabe al atravesar la sinuosa orografía de ese tramo del Sil. Puede suceder que en Bolmente caigan unas gotas bien recibidas por las vides mientras en Doade arrecia la piedra. Esa última ribera se vio dañada por una intensa granizada en agosto del 2016, sin que el resto de la subzona se viese afectada por ese motivo. Las tornas cambiaron en el verano del 2018, cuando el granizó golpeó exclusivamente a la ladera de Amandi.

Afectó a la misma zona

Aunque las fechas fueron otras, la granizada de este domingo castigó casi exactamente la misma tira de terreno que sufrió sus estragos hace cuatro años, la franja situada entre Amandi y Soutochao, además de Cristosende y Sacardebois, del otro lado del Sil. «Vuelvo a estar igual que entonces, con la viña en plan siniestro total», se lamenta Jorge Carnero, propietario de la bodega Viña Cazoga. Carnero elabora su propia marca y tiene alquilada una parte de su viñedo al importador danés Martín Damm para uno de sus vinos de parcela. Damm aterrizó en la Ribeira Sacra justo el año del anterior pedrisco y vuelve a quedarse ahora sin cosecha en esa viña de Amandi.

Todo el viñedo de Jorge Carnero se concentra en esa ladera. Más afortunados, dentro de lo que cabe, en Adega Tear salvaron la producción de las viñas que cultivan fuera de la zona en la que cayó la granizada. «La viña de Amandi es irrecuperable esta vendimia. Ahora habrá que dar tratamientos cicatrizantes y empezar a recuperarla con vistas al próximo año», dice Germán Vila, uno de los propietarios de esa bodega.

Solo un día antes de la granizada, la productora neoyorquina eContent Digital grababa imágenes de los espectaculares viñedos de Adega Régoa en Amandi —próximos a los de Jorge Carnero— para una documental sobre vinos. El responsable de esta bodega, José María Prieto, explica que en su caso los daños por el pedrisco fueron «mucho menores que hace cuatro años».

La tormenta del domingo descargó en una etapa sumamente delicada del ciclo vegetativo de la vid, que en estos momentos está en fase de floración. De que discurra de forma adecuada depende que los racimos lleguen a cuajar finalmente. Las lluvias intensas, y mucho menos el pedrisco, no contribuyen a la floración del viñedo, que precisa de sol y de un tiempo estable.