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Aceite de Quiroga, otra oportunidad para emprender en el medio rural

Maruxa Alfonso Laya
Maruxa Alfonso REDACCIÓN

AGRICULTURA

Urbano Núñez  en la parcela donde tiene olivos
Urbano Núñez en la parcela donde tiene olivos cedida

La asociación Amiaquigal ofrece asesoramiento a los nuevos productores

13 may 2022 . Actualizado a las 09:24 h.

Urbano Núñez y otros tres amigos compraron una finca a finales de los noventa en Quiroga. Fueron sus hijos los que los animaron a hacer en ella una plantación de olivos, con 450 árboles de tres variedades diferentes. Ahora, todos los años recogen la aceituna y hacen su propio aceite, que es «para regalar y para autoconsumo», cuenta el propio Núñez. Pero no descarta que en unos años, cuando la producción sea suficiente, comience a comercializarlo. Porque de lo que está convencido es del tremendo potencial que tiene esta región gallega para producir aceite. Una visión que comparte la Asociación de Amigos del Aceite de Quiroga y Gallaecia (Amiquigal). La entidad ofrece asesoramiento a todo el que quiera acercarse al aceite gallego.

Quiroga está trabajando para lograr una denominación de origen que ampare al aceite que allí se elabora. «Elementos hay más que de sobra», asegura José Espinosa, responsable de la asociación. Sostiene que esta región cuenta con unas condiciones de suelo y clima que confieren unas características especiales a los olivos, sean estos de variedades autóctonas o de otras traídas de fuera, como la arbequina o la picual. «La arbequina de Lérida, por ejemplo, se comporta aquí de forma diferente. La geografía, el suelo y el clima le dan sus propias notas al aceite», añade.

Amiaquigal no está vinculada a la producción del aceite de Quiroga, aunque cuenta entre sus socios con varios productores. Ellos nacieron con el objetivo de dar a conocer el producto y de ayudar a definir los parámetros de calidad que debe cumplir. Recientemente organizaron en el municipio, en colaboración con una conocida publicación hostelera, una cata de los aceites, «que fue como la puesta de largo del aceite de Quiroga. Se hizo aquí, precisamente, porque somos una comarca emergente», añade.

La asociación también se ha dado cuenta que, en los últimos años, cada vez son más los interesados por el cultivo del olivo en esta región gallega, lo que ha llevado a que las plantaciones se incrementen de forma notable. Ellos ofrecen asesoramiento a todos los interesados y explican que, como sucede con cualquier cultivo, no todo vale a la hora de plantar. «Debe hacerse con sentidiño, viendo las aptitudes del terreno, de la parcela y el perfil de las variedades», asegura Espinosa.

¿En qué se debe fijar el futuro productor a la hora de plantar sus olivos? «Pues hay que seleccionar muy bien las parcelas y, sobre todo, la orientación, porque debe tener un mínimo de horas de sol». Por eso debemos escapar de las fincas orientadas al norte y de las que se dedicaron a prado y tienen un suelo de arcilla, «porque ocasionan dificultades en las primeras fases de la plantación», argumenta. Hay que tener en cuenta, también, la altitud y el tipo de variedades que se pueden plantar.

Amiaquigal explica que existen en Quiroga un sinfín de variedades propias que están sin identificar, además de que las foráneas, como la picual y la arbequina, se dan especialmente bien esta comarca gallega. Por eso apuesta por buscar las plantas «en los plantales que hay aquí, en la comarca. Hay que aprovechar la información de las variedades que se han aclimatado, como la arbequina, que se portan bien y sacas un producto de calidad», asegura. Pero también considera que las plantaciones deben completarse con las relistas, que se suponen que son las oriundas de la zona. Porque, en su opinión, «hay que escapar del monocultivo de la variedad única».

También explica que una de las características de estas plantaciones se su longevidad. «Alcanzará el clímax alrededor del año 20 y te van a durar hasta 800 años, por eso es importante buscar la variedad más adecuada». De hecho, en Amiaquigal apuestan por hacer una plantación piloto en el terreno, para comprobar qué especies se dan mejor. A la hora de lograr rendimientos hay que tener paciencia. «Algunas, a partir de cinco años empiezan a ser comerciales, pero otras tardan entre siete u ocho años y otras están listas a partir del tercero», argumenta. Lo que tiene claro es que el rendimiento está garantizado, asegura. Porque en la asociación han hecho sus cálculos y si una explotación de vid de 2 hectáreas requiere 20 horas de trabajo a la semana y renta 30.000 euros al año, una de olivo solo hay que trabajarla entre 5 y 12 horas a la semana y producirá de 50 a 60.000 euros.

El grupo de amigos que ahora cultiva y elabora su propio aceite en esta comarca lucense

Cada vez es más la gente a la que le gusta cultivar sus propias verduras o elaborar sus propios vinos. En el caso de Urbano Núñez y otros tres amigos han apostado por el aceite. Su plantación tiene ya once años de historia y, aunque su producción sigue siendo irregular porque todavía no está consolidada, estos cuatro amigos han dejado de comprar el aceite en el supermercado, «ahora solo compramos algo de girasol para los fritos y así», cuenta.

«Tuvimos un año muy bueno en el que hicimos hasta 320 litros de aceite, pero el año pasado bajamos hasta los 180 litros», asegura Urbano. Relata que su plantación está preparada para dar más, «pero hay especies como la picual que son más lentas y empiezan a producir ahora». Además, en los años de poda también baja la cosecha. Aún así, considera que cuando la finca esté a pleno rendimiento podrán recolectar cantidad suficiente como para elaborar mil litros de aceite al año. En su día, invirtieron unos 6.000 euros para ponerla en marcha y apostaron por tres tipos de variedades: arbequina, picual y arbosana. La primera «da un aceite más ligero, la picual es más quisquillosa porque si el tiempo viene mal se va media cosecha y la arbosana es muy buena, da un aceite con cantidad de grasas monoinsaturadas», explica. La mezcla de las tres da un aceite muy bueno,

Urbano también cuenta que parte del secreto de este producto está en apostar por la calidad. «Recolectamos en verde, para hacer una aceite de calidad, y en la almazara hacemos un prensado pensando en un aceite gourmet. Usamos entre 7 y 10 kilos de aceituna para hacer un litro», asegura. El resultado es «una maravilla». Por eso no descarta salir al mercado. Pero eso lo pensarán cuando su producción alcance los 500 litros de aceite al año.