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Pasó la noche de la Santa Cruz, viñas y frutales a salvo de heladas en la Ribeira Sacra

Luis Díaz
LUIS DÍAZ MONFORTE / LA VOZ

AGRICULTURA

Experiencia con pequeñas estufas para proteger las vides de la helada en una viña de Ourense.
Experiencia con pequeñas estufas para proteger las vides de la helada en una viña de Ourense. Santi M. Amil

Los mayores daños en cultivos por el descenso de las temperaturas nocturnas coinciden históricamente con esa fecha

04 may 2022 . Actualizado a las 09:46 h.

A simple vista puede parecer una superstición, pero es una creencia con base estadística. Según una tradición muy arraigada en la Ribeira Sacra, la madrugada del 3 de mayo es la última en la que pueden aparecer las temidas heladas primaverales. Este martes fue la festividad de la Santa Cruz, y la sabiduría popular dice que viñedos, frutales y huertos están a salvo de los daños que provoca el drástico descenso de las temperaturas nocturnas. Debido al adelanto de la brotación a estas alturas de la primavera, las heladas de consecuencias más desastrosas coinciden históricamente con esa efemérides.

«Pola Santa Cruz, vai ver se a túa viña reluz», sentencia un refrán. Los cielos resplandecientes traen malos augurios cuando las temperaturas diurnas están por debajo de las máximas propias de esa época del año. En mayo del 2017, la helada se llevó por delante la cosecha de uva en Quiroga, Pantón y zonas de la ribera del Cabe en Sober. Al año siguiente, coincidiendo con la madrugada del 2 de mayo, las zonas de ribera esquivaron un episodio similar. Las temperaturas rozaron esa noche los cero grados, pero por suerte no bajaron de ahí.

«O da noite da Santa Cruz está moi estendido, tamén fóra de Galicia. É unha data de moi mal recordo no campo. Entre os maiores aínda se escoita falar do ‘ano da fame'. Foi en 1945, cando os montes comunais estaban plantados con cereal. A xeada levouno todo. Na ribeira cambiábase un canado de viño [sobre 36 litros] por un pouco de pan», señala José Manuel Rodríguez, presidente del consejo regulador de la denominación de origen Ribeira Sacra. Los molinos que tenían sus abuelos materno y paterno, en Vilachá de Doade y Mourentán, no trabajaron aquel año.

Brotación más avanzada

Según MeteoGalicia, se consideran noches de helada aquellas en las que los termómetros marcan menos de cero grados. No es un problema en invierno, cuando cepas y frutales están en parada vegetativa. Pero el descenso térmico puede arruinar una cosecha si los brotes de los que saldrán luego los frutos están avanzados. Las heladas castigaron este año las viñas de Ribeira Sacra a comienzos de abril, por lo que muchas vides o se libraron por el retraso en la brotación o tuvieron margen para regenerar las yemas calcinadas por el frío.

«Non penso que a xeada afecte moito ao volume da colleita, porque tivo unha incidencia moi irregular. O peor foi a pedra que caeu no Bibei», apunta José Manuel Rodríguez. Las heladas de comienzos de abril coincidieron con unas jornadas en las que el viento del norte acentuaba la sensación de frío. Esa corriente de aire procedente del Ártico propició que se registrasen daños por heladas en viñedos del Sil que por su proximidad al río rara vez las sufren.

Las crónicas sobre la helada del «año del hambre» aluden a la presencia de un aire glacial en vísperas de la madrugada en la que se produjo aquel desastre. «Me acuerdo de aquella espantosa noche de 1945. La tragedia sobrevino, lo mismo que ahora, la noche de la Santa Cruz. Bajaba de las cumbres aire gélido, que cortaba como un cuchillo. El cielo aparecía despejado, y sobre el paisaje aterido —altos ya los centenos, en flor los frutales— se presentía la guadaña de la helada que iba a segar la cosecha», escribía Luis Moure Mariño en un artículo publicado en La Voz el 7 de mayo de 1967.

Ese año, otra helada primaveral había causado cuatro días antes daños en los viñedos gallegos cuya envergadura motivó una reunión de urgencia en Santiago del Sindicato Nacional de la Vid con el fin de valorar las pérdidas. En la hemeroteca queda constancia de un desastre similar en el campo gallego, también en torno al 3 de mayo, registrado en el año 1919. Los cronistas de la época relatan que las heladas fueron tan nefastas que obligaron a muchos campesinos «a emigrar a América con objeto de proveer a sus hogares de lo más indispensable para subsistir».

Informes desde el 2007

Los informes disponibles de MeteoGalicia recogen con cierta frecuencia mínimas por debajo de cero en el sur lucense en los últimos trece años —la serie se inicia en el 2007— en torno a la fecha del 3 de mayo. En el 2013, el observatorio de Sarria registró una temperatura nocturna de 1,5 grados bajo cero. Las estaciones meteorológicas de la montaña lucense alcanzaron mínimas de en torno a los 2 grados bajo cero los años 2010 y 2013. «A partir do 2 de maio as altas presións achegaban estabilidade e deixaban unha xeira de tres xornadas consecutivas de ceo aberto. O máis salientable neste período foron as baixas temperaturas mínimas, con xeadas no interior, particularmente o día 2», recoge el informe de ese mes correspondiente al pasado año.

Brotes de vid calcinados como consecuencia de una helada primaveral
Brotes de vid calcinados como consecuencia de una helada primaveral Santi M. Amil

La hemeroteca solo da cuenta de una excepción a la creencia que dar por acabadas las heladas más allá de la noche de la Santa Cruz. En mayo de 1982, La Voz se hacía eco de la debacle que había causado en los viñedos de los municipios de Quiroga y Ribas de Sil una helada registrada el día 6 de mayo. En la crónica, firmada por Xoán Rolo, un cosechero de San Clodio mostraba su estupor por lo sucedido. Pasada la Santa Cruz, decía, «meigas fóra». Desde el 2007, las estaciones de MeteoGalicia llegaron a constatar temperaturas por debajo de cero un 26 de mayo en el observatorio de Pedrafita do Cebreiro.

La resignación es la principal baza de buena parte de los viticultores de la Ribeira Sacra ante el riesgo de heladas. La orografía y el minifundio condicionan la instalación de sistemas preventivos, como los grandes ventiladores de aire que se emplean en algunas zonas. Son pocas, por otro lado, las parcelas que disponen de sistemas de riego por aspersión que se activen al bajar las temperaturas bajo cero. El abrigo que proporcionan los cañones del Sil y el Miño son la defensa natural frente a esos episodios meteorológicos.