Diseña un coeficiente que permite al viticultor saber si debe aportar agua y en qué condiciones debe hacerlo

m. alfonso

Existen toda una serie de mitos que rodean al riego del viñedo, entre ellos, que es perjudicial para la calidad de la uva. Pero la realidad es que, debido al cambio climático, esta es una práctica cada vez más frecuente en las plantaciones gallegas. En el grupo de Proxectos e Planificación de la Escola Politécnica Superior de Enxeñaría del Campus Terra de la USC en Lugo llevan ya un tiempo investigando sobre cuál es la mejor forma de aplicar el agua y qué efectos tiene esta sobre la cosecha de vino. Ahora, acaban de presentar una tesis que ha diseñado un coeficiente que permite al agricultor saber si tiene que aportar agua y en qué cantidad. Es obra de la investigadora María Fandiño y también sostiene que después del envero es el mejor momento para aplicar agua a la planta si queremos lograr una cosecha uniforme y de calidad.

«El objetivo del riego es que permita obtener una producción homogénea a lo largo de los años. Por lo tanto, es el viticultor el que debe modular el riego de acuerdo con la producción que quiere conseguir», explica Javier J. Cancela, profesor de esta escuela y director de la tesis, que obtuvo el sobresaliente cum laude. La primera de las conclusiones que se puede extraer de este documento es que los viñedos solo aprovechan entre el 30 y el 40 % del agua que reciben, bien sea de la lluvia o del riego. «Eso quiere decir que solo una parte la consume el viñedo, porque hay otra que la consume la vegetación del suelo y otra que se evapora, que genera humedad», añade. Esta información permite concluir «que lo ideal será instalar un sistema de riego enterrado, que aporte agua a 30 o 40 centímetros de profundidad porque no habría tanta evaporación», añade Cancela. De esta forma, se rentabilizaría mejor el aporte de agua.

Otro de los aspectos que analiza esta tesis es cuál es el mejor momento en el que aplicar el agua. Para ello se hicieron varios ensayos, uno en el que se regaba desde el mes de abril y otro desde principios de agosto. «El problema es que estos datos dependen del año, porque si es muy lluvioso, el agua que aportamos no tiene mucho efecto sobre el viñedo», explica Cancela. Aún así, el estudio concluye que si se aporta agua a partir del envero, una fase de la maduración que en Galicia se produce, normalmente, a partir de agosto, «era cuando se obtenían los resultados más lógicos, una producción adecuada y de calidad», relata. Todos los tratamientos de riego se hicieron aplicando la misma cantidad de agua, que fue del 30 % de un parámetro climático ligado a la temperatura, la humedad relativa, el viento y las horas de sol.

Con este trabajo, añade Cancela, se ha avanzado mucho «porque ahora ya tenemos una base de información para saber cuánto y cuándo debemos regar». Porque la tesis ha servido también para diseñar lo que se llama un coeficiente cultural. Esta es una cifra que, multiplicada por el mismo parámetro climático antes mencionado, le dice al viticultor cuánta agua debe aplicar y cuándo. «Estos datos se deben combinar con los de la parcela, con los que observan en la planta los viticultores o con los que nos dan los sensores que tenemos en la plantación», añade Cancela. También explica que la cantidad de agua que se debe aplicar al viñedo dependerá mucho del sistema de riego que tenga instalado el viticultor. «La cantidad depende mucho del sistema de riego. Lo ideal sería poder decirle al viticultor tienes que regar durante tantas horas, pero eso se calcula en función del sistema», añade

Aplicación informática

El siguiente paso que quiere dar ahora este equipo es poder diseñar una aplicación o una página web en la que poder poner a disposición de los viticultores toda esta información. «Hemos hecho un gran avance, porque ahora tenemos información que no existía, pero ahora hay que darle toda esa información al viticultor», añade. En este sentido, considera importante que Galicia cuente con un servicio de asesoramiento al regante, como ya tienen otras comunidades. «Ninguna comunidad de la cornisa cantábrica lo tiene, pero sería ideal poder contar con un sistema para los principales cultivos que hay en la comunidad», concluye.

La vid es incapaz de aprovechar el 60 % de la lluvia que cae entre marzo y abril

En una comunidad como Galicia, donde suele llover a lo largo de todo el año, puede parecer una contradicción que ahora haya que recurrir al riego para cultivos como el viñedo, que nunca lo precisaron. El problema es que la planta no es siempre capaz de aprovechar toda el agua que cae. «Hay una cantidad importante que se pierde porque va a las capas más profundas y otra se pierde por las escorrentías, porque el suelo no tiene capacidad de absorberla», añade Cancela. De hecho, sostiene que «desde marzo a abril el 60 % del agua que cae no se aprovecha».

«Aquí pueden caer unos 1.500 mililitros al año, pero una buena parte cae en invierno, cuando a la planta no le hace nada. Otros 700 mililitros caen de marzo a abril, pero la planta solo aprovecha entre 300 y 400 mililitros», añade. La suerte es que en la comunidad llueve a lo largo de todo el año, «y casi no tenemos grandes períodos de sequía, pero los va a haber», asegura. De hecho, en las últimas campañas se está observando que el viñedo llega, en ocasiones, al límite al período final. En los veranos más secos, incluso se han dado algunos casos de estrés hídrico, señal de que la planta no tiene todo el agua que necesita. «Es cierto que actualmente el estrés hídrico no supone demasiado problema, pero creemos que lo ideal es mantener la planta de forma adecuada, y para eso necesitamos regar».

Sucede lo mismo con otros cultivos, como el maíz. «El maíz en Galicia se riega de forma complementaria, para que la planta en un determinado momento pueda tirar para arriba», cuenta. Otro problema que trae parejo el cambio climático es que las lluvias son cada vez más intensas y concentradas. «La lluvia excesiva tampoco es buena porque incluso puede provocar la rotura de la planta», concluye.