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La historia de la Ratiño Galega, la uva que podrá volver a los mercados

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

Martina Miser

El CISC logra incluirla en el registro de variedades comerciales tras 30 años

27 oct 2021 . Actualizado a las 09:19 h.

Había una vez una uva de nombre Ratiño que se cultivaba abundantemente en la comarca de Pontevedra. Pero las plagas y enfermedades hicieron que, poco a poco, los viticultores se fueran olvidando de ella, hasta que solo quedaron algunas cepas aisladas en viñedos antiguos. Hace ahora 35 años, esas vides fueron localizadas por el equipo de la Misión Biológica, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que comenzó a estudiarlas con el fin de recuperarlas. A ellos se sumó, hace siete años, la bodega Viña Moraima, muy interesada en vinificar esa variedad. Entre todos han conseguido incluirla en el registro de variedades comerciales, un trámite complicado y que es el primer paso para que la Ratiño pueda volver a utilizarse para elaborar y comercializar vino.

«Hace 35 años, junto con el doctor Mantilla, iniciamos la localización de ejemplares vivos de esta variedad en distintos puntos de la provincia de Pontevedra», explica Carmen Martínez, jefa del grupo de Viticultora, Olivo y Rosa de la Misión Biológica. En esa zona, esa variedad de uva era ampliamente cultivada durante la antigüedad, aunque en aquel entonces casi había desaparecido. «También encontramos ejemplares de la misma variedad con otros nombres en O Rosal, donde era conocida como Cajarrento, o en la comarca de O Salnés, donde se conoce con el nombre de Blanca de Cabanelas», añade. Posteriormente, responsables de la bodega Viña Moraima contactaron con la Misión Biológica «solicitando apoyo para que dicha variedad fuese reconocida oficialmente como única y autóctona de la zona», añade Martínez. Comenzó entonces un duro trabajo, «recopilamos los datos de los que disponíamos y continuamos profundizando en su estudio. La bodega, por su parte, recuperó y regeneró las viajes cepas centenarias que se encontraban en la zona elaborando incluso un vino experimental», asegura.

Lograr que una uva pase a formar parte del registro de variedades comerciales no es una tarea sencilla, añade esta investigadora. Por una parte, requiere trámites legales y administrativos en los que intervienen tanto las comunidades autónomas, como el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA) y la dirección técnica de Evaluación de Variedades y Laboratorios. Por otra, deben existir estudios e informes científicos que demuestren el carácter único de esta variedad, es decir, que no se trata de una sinonimia de otra que ya está incluida en el catálogo. Todo el trabajo llevado a cabo por el CSIC en las últimas tres décadas permitió que todos estos trámites pudieran superarse sin problemas. Y es que los investigadores elaboraron informes sobre la variedad, comunicaciones en congresos, sacaron adelante la publicación de su descripción ampelográfica y la selección de tres clones, que actualmente están en proceso de certificación. En diciembre del 2015, se iniciaron los trámites para el registro de la variedad, asumiendo además el coste del proceso de examen y aportando los datos científicos de los estudios. Finalmente, el Boletín Oficial del Estado recogió, el pasado día 11, la inscripción de la variedad en el mencionado registro. «Estamos muy satisfechos con esta inscripción, pues varias bodegas con las que llevamos a cabo proyectos nos han reiterado, en repetidas ocasiones, su interés por recuperar el cultivo y la comercialización de la Ratiño Galega», concluye Carmen Martínez.