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Los ataques del jabalí abocan a algunos ganaderos a dejar de cultivar fincas

Xosé María Palacios Muruais
XOSÉ MARÍA PALACIOS VILALBA / LA VOZ

AGRICULTURA

Esther Rodríguez, empleada de la SAT Arealba, en una de las fincas en las que se abandonó la cosecha de maíz por los sucesivos ataques de jabalí
Esther Rodríguez, empleada de la SAT Arealba, en una de las fincas en las que se abandonó la cosecha de maíz por los sucesivos ataques de jabalí PALACIOS

SAT Arealba, en Vilalba, ha dejado fuera de la campaña de maíz unas tres hectáreas de terreno

16 jul 2021 . Actualizado a las 17:05 h.

Sembrar maíz y ver destrozos causados por el jabalí; volver a sembrar maíz y volver a ver destrozos del jabalí; sembrar de nuevo maíz y ver de nuevo destrozos del jabalí. Esa lucha entre la actividad de la agricultura y las incursiones de la fauna salvaje se observa en muchas zonas de Galicia en general y en Vilalba en particular, aunque este año, además, con resultados contundentes: en la parroquia de Santaballa, donde los jabalíes atacan las fincas, algunos ganaderos se han dado por vencidos y han decidido dejar tierras sin cultivar.

En una explotación como la SAT Arealba —que tiene en total 260 vacas, de las que 140 están en producción lechera—, unas tres hectáreas han quedado fuera de la campaña de maíz de este año por los sucesivos ataques de fauna salvaje. La ganadería tiene en total unas 33 hectáreas dedicadas a este cereal, cuya cosecha acabó convirtiéndose en una prueba de paciencia.

Una vez realizada la siembra, hubo que repetir la operación porque habían entrado los jabalíes en los terrenos. Pero volvió a meterse en algunas fincas, por lo que se sembró por tercera vez. De nuevo hubo ataques de jabalíes, que dejaron por los suelos el ánimo de los ganaderos. Ya había empezado la segunda quincena de junio, y el tiempo, con algo de lluvia, no era el más indicado para iniciar la cosecha. «Xa era tarde, era impensable sementar», comentaba ayer Lupe Prado, una de las responsables de la explotación.

«Xa se afixo»

El maíz utilizado en esta explotación es de una variedad teóricamente resistente. «Agora, todas as variedades veñen tratadas; pero o xabaril xa se afixo», explicaba. Las tres hectáreas sin cultivar suponen una reducción de unas cien toneladas en la cosecha de cereal, pues de cada hectárea suelen conseguirse unas 35 por campaña. En un año normal, en esta explotación se consiguen unas 1.355 toneladas; este año, sin embargo, la cosecha será menor, no solo porque alrededor de la décima parte del terreno se ha quedado fuera sino porque, detalló Lupe Prado las tres siembras harán que el rendimiento se resienta.

A esa menor producción se le añade el aumento del gasto, porque hubo que sembrar tres veces y porque el precio del gasoil subió en las últimas semanas. Solo el coste de la semilla de maíz supone para esta explotación un desembolso de unos 100 euros por hectárea. Además, por la menor cosecha de cereal será necesario comprar forraje, algo que en los últimos años se había evitado.

La necesidad de resembrar ha aparecido este año en otras explotaciones ganaderas de la zona. Lupe Prado cuestiona que medidas como la colocación de pastores eléctricos, aplicadas en otras explotaciones sean eficaces, ya que está convencida de que si unas crías de jabalí entran en una finca, favorecidas por su pequeño tamaño, la madre también termina por meterse.

Los daños de la fauna salvaje dan derecho a solicitar compensaciones. Lupe Prado sostiene que la cuantía, con un tope de 1.200 euros, es escasa; pero va más allá: «Non quero axudas, quero solucións», dice, convencida de que un problema como este contradice discursos oficiales de apoyo a la población que vive en el campo. Y el problema, además, este año ha llegado con antelación, dado que los ataques de jabalí no solían ser frecuentes hasta finales del verano.