Teresa Rey convierte las redes sociales en escaparate de las plazas de abastos

rosa estévez
Licenciada en Ciencias da Información pola Universidade de Santiago de Compostela

A Teresa la encontrarán hoy, como cada sábado, en la plaza de la verdura de Vilagarcía. Hace ya unos cuantos años que acude puntualmente a la capital arousana los días de mercado. Llega bien temprano y, con esmero, convierte su bancada en una obra de arte llena de vitaminas y colores. Judías, tomates, pimientos, patatas... La mayoría de esos productos proceden de su huerta: ella los ha sembrado, los ha cuidado, los vende y, desde hace ya algunos meses, nos enseña a través de las redes sociales cómo sacarles partido gastronómico. Solo tienen que buscar en Facebook o en Instagram A Horta de Tere y encontrarán algunas de sus propuestas culinarias: solo con ver las fotos, se les hará la boca agua.

Lo de abrir ese espacio en las redes sociales no fue idea de esta cambadesa llena de energía, capaz de desafiar hasta la toponimia oficial y reivindicarse como «de Corbillón, con b». «Foi cousa da miña filla, Nuria». A la joven universitaria, el confinamiento se le hizo eterno. Y para aligerar las horas, propuso a su madre tomar al asalto las redes sociales y mostrar, desde ellas, las maravillas que vende en los mercados de Vilagarcía (martes y sábado), Cambados (miércoles), Portonovo (lunes y jueves) y Padrón (domingo). A la hora de escoger nombre, decidieron apostar por uno sencillo y directo: A Horta de Tere. Y para llenar de contenido esos escaparates virtuales, la madre cocina y la hija, que también hace sus pinitos gastronómicos, se encarga de hacer fotos en las que se cuida hasta el último detalle.

Una tortilla de patatas con chorizo y queso es la última propuesta que han compartido con sus seguidores. «A tortilla fíxena eu... E estaba boísima», comenta Teresa. También de sus manos expertas salió un cocido gourmet. «Nuria fai ensaladas e cousas así», explica María Teresa Rey. Madre e hija forman un gran equipo, que pretende con esta iniciativa mostrar a quienes no suelen pisar las plazas de abastos todo lo que se pierden. Los mercados, con su sinfín de puestos de productos de temporada y cultivados aquí al lado son, al fin y al cabo, un patrimonio que parecen apreciar solo las personas de más edad.

«As veces veñen nais e fillas, pero as que compran son as nais», señala Teresa después de atender a una de esas parejas intergeneracionales. «A xente nova non é un público habitual; non sempre teñen tempo, e o supermercado é máis cómodo», razona. Un par de clientas, entre los 30 y los 40, la miran de reojo y sonríen: «Nos está llamando viejas», bromean.

A través de A Horta de Tere, el mercado y sus maravillas llegan a un perfil de comprador imprescindible para garantizar el futuro del mercado. Llegan también otras oportunidades, como hacer pedidos que se entregan a domicilio, o de explorar nuevas formas y servicios para ganar compradores jóvenes. Teresa recuerda cómo, durante la pandemia, hizo decenas de entregas de paquetes. «O de levar as cousas ás casas funcionou moi ben», cuenta.

Conversar con ella un día de mercado no es sencillo: la charla se trufa de paréntesis («os chícharos a catro euros, sen debullar»; «pataca tela branca e amarilla»; «cantas xudías queres levar?»).

Atendiendo su huerto y su puesto, a Teresa le sobra el trabajo. Por eso ha delegado en Nuria alimentar las redes sociales. «Tomouno moi en serio, traballa moito as fotos, os vídeos... E como está estudando fóra, non para de pedirme que lle mande cousas», dice la madre. El orgullo se le filtra en la voz. En esa voz retranqueira y vital que forma parte del paisaje sonoro del mercado.