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Precios, la eterna cruz del agricultor

m. cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

El sector denuncia que el coste de algunos de sus productos se multiplica por cuatro en el súper y Pedro Sánchez invita a la distribución a «hacer un examen, una autocrítica»

06 feb 2020 . Actualizado a las 10:14 h.

Cada kilo de aceituna recogido el año pasado en las tierras que trabaja Félix Expósito, un olivarero de la comarca de Las Vegas, le ha supuesto un coste de 30 céntimos. Ese mismo agricultor, uno de los que ayer participó en la protesta de Madrid, dice que se lo pagaron a 20 céntimos. Aunque las cuentas no le dan, recogió su cosecha. Otros prefirieron dejar los frutos esparcidos por el suelo. Aunque no en todos los casos se produce la venta a pérdidas -una práctica prohibida por la Ley de la Cadena Alimentaria- el precio medio en España de los productos agrícolas llegó a multiplicarse el pasado mes de enero por más de cuatro desde la cotización que recibe el que los cultiva hasta lo que paga el consumidor final. Es lo que muestra el Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD) que elabora COAG, una estadística que señala a las patatas, las cebollas, los ajos, el repollo, las mandarinas o las naranjas como los productos que más incrementaron su cotización durante ese período. Al mismo tiempo, la ternera llegó a cuadriplicar su precio, mientras que el conejo, el cerdo, el pollo o el cordero lo triplicaron. En cambio, la leche y los huevos son los que menos subieron al pasar de los 0,29 y 0,85 euros en origen a los 0,73 y 1,4 euros, respectivamente.

Lograr un valor más justo para sus productos en origen es uno de los grandes caballos de batalla de los agricultores. Basta con ver el lema de una de las pancartas blandidas ayer en Madrid: «Del agro a tu casa sube: tomate y pollo, el 400 %. Patata y naranja, el 800 %». De hecho, desde el sector algunas voces reclaman una ley que marque un precio justo para los productos agrarios perecederos, una práctica prohibida por la UE.

La formación de precios es un asunto que el ministro de Agricultura, Luis Planas, se ha comprometido a tratar con la distribución. Desde la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (Anged) han dicho que asumen su compromiso, pero recuerdan que aunque son uno de los grandes clientes del sector primario, no son el único. Y aluden a datos del Ministerio de Agricultura al explicar que el 52 % de la producción agraria española se destina directamente a la exportación. El resto se reparte entre la industria transformadora y el comercio interior, sin olvidar el peso de la restauración y bares, que consumen en torno a un 10 %. En el caso de frutas, verduras y hortalizas, un 9 % de la producción total se vende a través del comercio tradicional y los mercas y un 11 % restante a través de supermercados e híper.

Con todo, hasta Pedro Sánchez pidió ayer desde Bruselas reflexión: «Es evidente que las grandes distribuidoras tienen que hacer un examen, una autocrítica, y tenemos lógicamente que introducir mucha transparencia para defender al pequeño y mediano agricultor y ganadero, que ahora mismo están viendo cómo los precios bajan y bajan».

Y ante esta invitación a la reflexión la respuesta de colectivos como la Asociación Española de Distribuidores, autoservicios y Supermercados (Asedas) no se hizo esperar. Su director general técnico, Felipe Medina, recordó que el sector agrario sufre crisis de precios cíclicas dado que su rentabilidad depende de muchos factores: «El debate no puede simplificarse. Lo que se está haciendo es buscar un culpable». Aunque no olvidó mencionar todos los costes de producción que han de asumir los agricultores (precio del combustible, alimentos del ganado, fertilizantes, mano de obra...), recordó que la rentabilidad de las explotaciones agrarias depende de decisiones geopolíticas, como el veto ruso a los productos de la UE o los aranceles de Trump; de factores climatológicos, de la estructura de la oferta y la demanda, de las cosechas. De ahí que, a su juicio, la reivindicación de una ley que marque un precio mínimo para los productos perecederos le parece un debate obsoleto porque «los problemas del mercado ha de resolverlos el mercado». De momento, el debate continúa.